¿Restauramos el pasado o perpetuamos el racismo? La polémica por el regreso de la estatua de Albert Pike
La restauración de un monumento confederado en Washington reaviva el debate sobre la memoria histórica y la visión del legado estadounidense durante la era Trump
Una estatua que vuelve a dividir
El 28 de octubre de 2025, una figura de bronce volvió a ocupar su pedestal en Judiciary Square, en pleno centro de Washington, D.C. Se trata de la estatua de Albert Pike, un general confederado, esclavista declarado y poeta del siglo XIX, cuya imagen fue retirada por manifestantes en junio de 2020 durante una ola nacional de protestas por justicia racial. Hoy, bajo la restauración impulsada por la administración del expresidente Donald Trump, esa estatua vuelve a encender las llamas del debate sobre el pasado, el racismo y cómo se cuenta la historia en Estados Unidos.
¿Quién fue Albert Pike?
Nacido en Massachusetts en 1809, Albert Pike fue un personaje complejo: abogado, poeta, diplomático y figura prominente de la masonería. Sin embargo, su rol como general en el Ejército Confederado y fervoroso defensor de la esclavitud lo convierte en una figura profundamente divisiva. Durante la Guerra Civil, comandó tropas confederadas en Arkansas y mantuvo tratos con tribus indígenas esclavistas. Tras la guerra, recibió amnistía y se le relacionó con actividades del Ku Klux Klan, según algunos opositores de la época.
Una estatua rodeada de controversia desde su origen
La estatua fue propuesta por la logia masónica en la que Pike tuvo una notable influencia. Aprobada por el Congreso en 1898, se inauguró en 1901 con la condición de que mostrara a Pike en ropa civil para no glorificar su rol militar confederado. Aun así, desde su instalación fue rechazada por veteranos unionistas del norte que veían inaceptable conmemorar a una figura del bando derrotado que luchó por mantener la esclavitud.
Es importante recordar que la mayoría de monumentos confederados en Estados Unidos se erigieron entre 1890 y 1920, como parte de la campaña ideológica de la llamada "Causa Perdida", que pretendía romantizar la Confederación y minimizar el papel central que jugó la esclavitud.
La caída y quema de la estatua en 2020
El 19 de junio de 2020 —conocido como Juneteenth, día que conmemora el fin de la esclavitud en Estados Unidos— manifestantes derribaron y prendieron fuego a la estatua de Pike durante las protestas por la muerte de George Floyd y la brutalidad policial. Más de 160 estatuas y símbolos confederados fueron retirados ese año, según datos del Southern Poverty Law Center (SPLC), que ha documentado la remoción de más de 480 monumentos desde el tiroteo en la iglesia de Charleston en 2015, donde un supremacista blanco asesinó a nueve feligreses afroamericanos.
El regreso de Pike impulsado por Trump
En agosto de 2025, el Servicio de Parques Nacionales anunció la restauración de la estatua como cumplimiento de dos órdenes ejecutivas firmadas por Trump en la primavera, destinadas a reestructurar la forma en que se presenta la historia en el país. Su plan incluye revisar contenidos de museos nacionales y prohibir descripciones "que desacrediten inapropiadamente a estadounidenses del pasado o del presente".
Trump había criticado la destrucción de estatuas en 2020, calificando la de Pike como una "hermosa obra de arte". En su visión, estos monumentos representan la grandeza y sacrificio estadounidenses, más allá de sus connotaciones ideológicas o racistas.
¿Monumentos como honor o como contexto histórico?
Los críticos de la restauración de la estatua, como Eleanor Holmes Norton, delegada del Congreso por D.C., consideran que su reinstalación es una 'decisión moralmente objetable'. Norton ha promovido legislación federal para eliminar definitivamente la estatua de Pike y trasladarla a un museo: "Las estatuas confederadas deben quedar como artefactos históricos, no como elementos de honor en espacios públicos", declaró.
Estas posturas no son nuevas ni aisladas. Un estudio de YouGov de 2021 encontró que 51% de los estadounidenses apoyaban la eliminación de monumentos confederados de espacios públicos, mientras que un 32% se oponía rotundamente. El apoyo crecía significativamente entre personas afrodescendientes y jóvenes.
Control político y amenazas de censura
La restauración del monumento también forma parte de una estrategia política más amplia. La administración Trump y sus aliados han presionado para retirar símbolos y mensajes públicos con contenido social o político, como murales que critican el muro fronterizo en Texas, los pasos peatonales arcoíris conmemorativos de la comunidad LGBTQ+, o el célebre mural de "Black Lives Matter" frente a la Casa Blanca.
Como señala el gobernador de Texas, Greg Abbott: "Los contribuyentes no deben financiar agendas políticas en nuestros caminos y calles". Esta postura ha provocado tensiones entre gobiernos locales, comunidades activistas y el ámbito federal.
¿Qué representa realmente mantener estas estatuas?
Para muchos historiadores, como el Dr. David Blight, profesor de la Universidad de Yale y especializado en la Guerra Civil, "los monumentos son herramientas de memoria, no de historia. Elegimos a quién recordar y cómo, y esos símbolos moldean nuestro presente". Restaurar monumentos confederados no es un acto neutral, sino una elección de poder que redefine públicamente qué valores se priorizan.
Albert Pike no es recordado con la estatua exclusivamente por sus poemas o filantropía. El hecho de que su homenaje esté en la vía pública sugiere una defensa de su legado completo, incluyendo su papel como militar confederado y esclavista.
¿Existe un punto medio?
Algunos proponen una solución que permita informar sin glorificar. Esto podría incluir mantener las estatuas en museos junto a una contextualización adecuada de sus polémicos legados, o utilizar placas explicativas que detallen tanto los logros como las acciones condenables de las figuras representadas.
Sin embargo, colocar una estatua en una plaza pública no equivale a exponer un artefacto en un museo. Es una declaración implícita de honor. Y en un país cuyas heridas por racismo sistémico aún sangran, muchos consideran que estas estatuas deben desaparecer del espacio público hasta que se tenga una visión de la historia más justa y representativa.
Reflexión final: más allá del bronce y el mármol
La restauración de la estatua de Albert Pike no es un caso aislado, sino una postura ideológica sobre cómo se ve a Estados Unidos a sí mismo: como un país que busca reconciliarse con su pasado racista o como una nación que prefiere embellecerlo en aras de un orgullo patriótico sin matices.
El verdadero patriotismo, argumentan quienes se oponen a estas restauraciones, requiere un enfrentamiento honesto con las sombras del pasado. Honrar a personas que defendieron la esclavitud no solo distorsiona los hechos, sino que también silencia a quienes han sido históricamente marginados.
Si la historia está escrita en piedra, granito y metal, entonces sería hora de preguntarnos: ¿de quién es la voz que queda para la posteridad? ¿La de los vencedores, la de los opresores, o la de los pueblos que, generación tras generación, siguen luchando por su lugar en el relato colectivo?








