Cuando el clima borra la historia: el caso del sitio arqueológico Yup’ik arrasado por una tormenta en Alaska

El violento paso del tifón Halong expone la fragilidad del patrimonio indígena frente al cambio climático

Un legado milenario en peligro

En octubre de 2025, una de las colecciones arqueológicas indígenas más importantes del hemisferio occidental fue golpeada por una tragedia natural. El tifón Halong no solo trajo vientos devastadores y una marejada poderosa a la región de Quinhagak, en el suroeste de Alaska, sino que terminó por desenterrar y luego esparcir—posiblemente de manera irrecuperable—miles de artefactos pertenecientes a la cultura Yup’ik, preservados durante siglos en el permafrost.

El sitio arqueológico de Nunalleq, conocido como “el viejo pueblo”, había sido objeto de excavaciones sistemáticas desde 2009 y ya había producido más de 100,000 artefactos como máscaras de madera, utensilios, anzuelos, juguetes, herramientas y objetos rituales pre-contacto. Para los arqueólogos y la comunidad Yup’ik, estos descubrimientos forman la base del conocimiento sobre su historia antes de la llegada de los europeos.

Un desastre distinto, pero no menor

Aunque el tifón Halong no causó daños masivos a viviendas o estructuras en Quinhagak —como sí ocurrió en otras comunidades más al oeste— su consecuencia más devastadora fue tomar una gran parte del litoral costero. En palabras del arqueólogo Rick Knecht, oficial emérito de la Universidad de Aberdeen en Escocia, “es como leer un libro al que le arrancaron decenas de páginas”.

Este fenómeno natural causó la pérdida de hasta 60 pies (18 metros) de terreno costero, lo que afectó directamente capas de suelos arqueológicos con restos milenarios. Según Knecht, partes del sitio ya habían sido excavadas, pero otras fueron dejadas para una “segunda fase” priorizando las zonas más vulnerables a la erosión marina.

Vínculo entre el pasado y el presente

El sitio de Nunalleq se convirtió en algo más que un proyecto arqueológico: es una conexión viva entre las generaciones actuales de la comunidad Yup’ik y sus ancestros. Desde el inicio de las excavaciones, los arqueólogos han trabajado directamente con los ancianos del pueblo para combinar las técnicas científicas con los conocimientos tradicionales, una metodología que ha sido aclamada por su enfoque respetuoso y colaborativo.

Hasta ahora, lo encontrado en Nunalleq ha contribuido enormemente al estudio de las técnicas de caza, vestimenta, estructura familiar, sistemas de creencia, interacción con el entorno y cosmología del pueblo Yup’ik antes de la colonización.

La amenaza permanente del cambio climático

Knecht advirtió desde hace años que el descongelamiento del permafrost debido al calentamiento global ponía en riesgo el sitio Nunalleq. La tormenta Halong puso en evidencia de forma brutal esta advertencia.

De acuerdo con un informe de 2024 del Alaska Native Tribal Health Consortium, el deshielo del permafrost y la erosión están comprometiendo infraestructuras clave de muchas comunidades árticas. En el caso de Quinhagak, son vulnerables no solo las casas y calles, sino también su laguna de tratamiento de aguas residuales y los campamentos pesqueros.

El evento con Halong dio lugar a una paradoja trágica: el mismo clima que durante siglos conservó los objetos con eficacia dentro de capas de hielo y turba, hoy acelera su desaparición.

Un laboratorio contra reloj

Luego de la tormenta, más de 1,000 piezas fueron recuperadas bajo condiciones extremas, muchas de ellas esparcidas por kilómetros a lo largo de la playa. El proceso de rescate no es inmediato: las bajas temperaturas, el terreno fangoso y el acceso limitado impiden una búsqueda exhaustiva.

Además, se requiere sumo cuidado en la protección de estas piezas. “No puedes simplemente levantarlas y guardarlas,” dijo Knecht. “Si dejas que se sequen al aire naturalmente, se agrietan en pedazos en cuestión de horas.”

En un laboratorio improvisado en el museo local, los investigadores colocan los objetos en soluciones especiales que ayudan a eliminar las sales marinas e impiden que las maderas antiguas colapsen. En este momento, la meta es estabilizar todo lo rescatado antes de que llegue la primavera de 2026, momento en que planean regresar a una excavación de rescate en las zonas expuestas.

Cuando perder una máscara es perder una historia

Una de las pérdidas más simbólicas fue el fragmento de una máscara ritual de madera, arrastrada por la marea y hallada incrustada en el lodo de la bajamar. Estos objetos no son meros artefactos; son representaciones del pensamiento espiritual, del rol de los animales y espíritus en la cosmogonía Yup’ik, muchas veces usados durante ceremonias que conectan al clan con el universo natural.

Cuando un objeto como ese se pierde sin registro ni contexto, se pierde más que su valor físico. Se esfuma la posibilidad de entender su uso, su simbolismo, su relación con otros objetos de su época. Tal como mencionó Knecht, “los huecos en el sitio son como huecos en el relato de nuestra historia. Mientras más grandes son, más borrosa se vuelve la narrativa”.

Un esfuerzo que nace del dolor

Los habitantes de Quinhagak –una comunidad de aproximadamente 800 personas donde la recolección tradicional de alimentos es aún vital– han asumido un papel de liderazgo en la protección de su patrimonio. Desde que en 2007 empezaron a aparecer objetos ancestrales en la playa, se iniciaron las colaboraciones con arqueólogos, algo nada sencillo en contextos donde históricamente se ha vulnerado el saber indígena en nombre de la ciencia.

Pero el proyecto Nunalleq ha sido diferente: la comunidad participa activamente en el rescate, documentación y exhibición de los objetos. Muchos jóvenes Yup’ik han sido entrenados en métodos arqueológicos, y se está gestando un nuevo interés cultural en sus raíces.

¿Y ahora qué?

Si bien gran parte del sitio fue dañado, los investigadores consideran que aún hay capas protegidas por la turba más profunda que podrían arrojar nuevos hallazgos. Pero el factor tiempo se vuelve crítico: si el clima continúa cambiando a este ritmo, incluso las zonas todavía vírgenes están en cuenta regresiva.

En un mundo donde el legado indígena ha sido ignorado por siglos, este tipo de tragedias deberían despertar alarmas sociales. Preservar Nunalleq no es solo un deber con el pueblo Yup’ik, sino con toda la humanidad, pues nos permite entender dinámicas de vida antiguas que ayudaron a las comunidades a sobrevivir en uno de los entornos más extremos del planeta.

La historia aún no se ha perdido por completo, pero el reloj no se detiene. Si no se actúa con rapidez, es posible que más páginas de este invaluable libro humano terminen siendo arrastradas por la próxima tormenta.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press