EE.UU., Canadá y la Guerra de los Aranceles: ¿Una estrategia comercial o política de revancha?
El Senado estadounidense desafía la política arancelaria de Trump en medio de tensiones con Canadá que afectan a consumidores, agricultores y las relaciones bilaterales más sólidas del hemisferio.
Una votación con carga política y económica
En un momento crucial para las relaciones comerciales internacionales, el Senado de Estados Unidos votó una legislación destinada a anular los aranceles impuestos a Canadá, país que no solo representa uno de los socios comerciales más importantes de EE.UU., sino también un aliado estratégico de larga data. Esta votación se produjo mientras el presidente Donald Trump se encontraba en Asia, ampliando negociaciones con otras economías, pero sin frenar la creciente guerra comercial con su vecino del norte.
La medida fue impulsada por el senador demócrata Tim Kaine, representante de Virginia, quien junto a otros demócratas y el republicano Rand Paul, utilizó una ley de décadas de antigüedad que permite al Congreso bloquear ciertos poderes presidenciales de emergencia. Aunque las resoluciones adoptadas por el Senado no tienen efectos legales inmediatos, representan un claro desafío a la estrategia comercial del presidente y ponen en evidencia las grietas dentro del Partido Republicano en torno al libre comercio.
Los costos ocultos de los aranceles
Los senadores que apoyaron la resolución argumentaron que los aranceles no solo han encarecido significativamente los productos para los consumidores estadounidenses, sino que han perturbado drásticamente sectores económicos vitales como la agricultura y la industria manufacturera.
"Los ingresos agrícolas han colapsado para muchas de las casi 70,000 granjas familiares de Kentucky", afirmó el senador Mitch McConnell, exlíder republicano del Senado. Además, destacó el caso del bourbon, uno de los productos emblema de su estado, afectado directamente por aranceles de represalia por parte de Canadá y la Unión Europea.
Trump, Reagan y una publicidad canadiense
Lo que podría parecer un matiz cómico si no tuviera consecuencias económicas tan serias fue la razón esgrimida por Trump para aumentar un 10% los aranceles a productos canadienses: una publicidad pagada por la provincia de Ontario que citaba al expresidente Ronald Reagan oponiéndose a los aranceles. Según Kaine, esto demuestra la fragilidad emocional presidencial como base para una política comercial internacional.
“¿Cómo puede ser esta la base para una política comercial con una de nuestras principales economías aliadas?”, preguntó Kaine en el pleno del Senado.
Una guerra que se pelea en varios frentes
Mientras se desarrollaba esta votación, Trump se encontraba en Asia avanzando en nuevos acuerdos comerciales. Por otra parte, lucha por mantener tarifas a Brasil —tema en el que el Senado también ha votado en su contra recientemente— y ha congelado las relaciones con Canadá.
El presidente ha justificado los aranceles aludiendo a una supuesta emergencia nacional relacionada con el tráfico de fentanilo desde la frontera canadiense. Sin embargo, datos oficiales de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU. indican que menos del 1% del total de fentanilo incautado proviene desde la frontera norte.
La paradoja agrícola
Particularmente impactante ha sido el efecto de estas políticas en los agricultores estadounidenses, especialmente aquellos que exportan soja o carnes. La estrategia de Trump ha causado tensiones no solo con China, principal destino de la soja, sino también con Canadá y Europa, todos ellos fuentes de represalias arancelarias.
Además, la administración permitió recientemente la expansión de importaciones de carne bovina desde Argentina, generando confusión entre productores ganaderos estadounidenses que ven en esas medidas una competencia desleal.
La grieta republicana
Aunque sectores republicanos tradicionalmente han defendido el libre comercio, la era Trump ha transformado estas convicciones. Sin embargo, la presión de votantes rurales y empresarios está revelando un quiebre sin precedentes.
Senadores como Mike Crapo, presidente republicano del Comité de Finanzas del Senado, han pedido dejar a Trump negociar en paz, pero otros como Kaine argumentan que el Congreso no puede seguir con los brazos cruzados mientras sectores enteros de la economía sufren.
Canadá, entre la espada y la pared
El Primer Ministro canadiense, Mark Carney, ha tratado de mantener abiertas las líneas diplomáticas con Washington, pero las tensiones han obligado a Ottawa a buscar acuerdos con Asia y Europa. Según datos oficiales de la Oficina del Representante Comercial de EE.UU., el comercio bilateral entre Canadá y EE.UU. alcanzó los 909.100 millones de dólares en 2024, cifra que podría desmoronarse si la escalada continúa.
Más del 75% de las exportaciones canadienses se dirigen a Estados Unidos y diariamente cruzan la frontera mercancías por un valor cercano a los 2.700 millones de dólares estadounidenses.
El factor interno de EE.UU.
También hay un impacto político por la forma en que se han estructurado las normas internas del Congreso. La Cámara de Representantes, bajo dominio republicano, ha aprobado reglas que permiten evitar que estas resoluciones lleguen siquiera a votarse, lo que otorga a Trump una suerte de blindaje institucional. No obstante, incluso si el Senado y la Cámara aprobaran la eliminación de los aranceles, Trump podría vetar la legislación.
El vicepresidente JD Vance ha intentado calmar las tensiones entre los republicanos exigiendo unidad en torno a la estrategia del presidente. Sin embargo, sus esfuerzos han sido infructuosos entre quienes ven en las políticas arancelarias una amenaza no solo económica, sino electoral.
¿Nacionalismo o revanchismo?
De fondo, la historia de esta pugna no trata solo sobre comercio, sino sobre los métodos y prioridades de la política internacional de EE.UU. Desde la campaña de 2016, Trump ha prometido "defender a Estados Unidos del abuso extranjero", una narrativa que ha calado en ciertos segmentos del electorado, pero que ha resultado contraproducente para sectores empresariales y agrícolas.
Al vincular políticas arancelarias con spots publicitarios internacionales, decisiones emocionales y amenazas de vetos, el presidente arriesga convertir la relación con Canadá en un campo de batalla ideológico más que económico.
¿Hacia un nuevo equilibrio comercial?
Hay signos claros de que EE.UU. se aproxima a un punto de inflexión en su política comercial. La presión interna, junto con advertencias del mercado y el descontento de sus aliados, podría desembocar en una nueva era donde el Congreso reclame mayor protagonismo en asuntos comerciales.
Legisladores tanto demócratas como republicanos están comenzando a desafiar la autoridad presidencial en cuestiones económicas clave, y las consecuencias de estas decisiones podrían estructurar el comercio norteamericano en la próxima década.
Como afirmó el senador Kaine: “Va a ser insostenible para muchos republicanos simplemente cerrar los ojos y decir ‘acepto cualquier cosa que quiera hacer el presidente’”.
En un mundo globalizado, aplicar políticas de revancha personal como estrategia comercial podría salir más caro de lo que Trump espera.
