Gaza: entre la tregua frágil y la tormenta de fuego

El cese del fuego entre Israel y Hamas tambalea mientras EE. UU. intenta mantenerlo vivo en un juego estratégico de poder, diplomacia y presión militar

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Un alto al fuego en papel, fuego real en tierra

El cese del fuego establecido entre Israel y Hamas el pasado 10 de octubre representa tanto una esperanza latente como una amenaza constante. Esta semana, cuando más de 100 palestinos murieron —incluyendo a decenas de civiles— tras un brutal bombardeo israelí, la aparente paz colapsó, solo para ser restaurada en cuestión de horas. El fallecimiento de un soldado israelí en Rafah fue el detonante inmediato de los intensos bombardeos.

Esta confrontación no es la primera ni parece que sea la última. Ya van cinco guerras entre ambas partes desde que Hamas tomó control de Gaza en 2007. La ecuación es familiar: Israel responde con fuerza desproporcionada, mientras Hamas opera entre la población civil. El resultado, inevitablemente, son muertes de inocentes y una opinión internacional dividida.

Trump: pacificador con carta blanca para atacar

Donald Trump ha convertido este acuerdo en una piedra angular de su política exterior. Su implicación directa —con visitas a Israel y reuniones con líderes en Egipto— no solo muestra la importancia simbólica del pacto, sino la necesidad de tener una victoria diplomática tangible en Medio Oriente. Según fuentes oficiales, Trump ha desplegado una maquinaria diplomática considerable con enviados de alto nivel como su yerno Jared Kushner y el Secretario de Estado Marco Rubio.

"Israel tiene derecho a defenderse", afirmó Trump esta semana, justificando los ataques tras el asesinato del soldado. Sin embargo, agregó rápidamente: "Estoy convencido de que el cese del fuego se mantendrá". Es una dualidad extraña: por un lado permite el uso de la fuerza, pero al mismo tiempo exige moderación. Es la realpolitik al estilo Trump.

El vicepresidente JD Vance incluso minimizó el estallido: "Claro que habrá escaramuzas aquí y allá, pero el acuerdo sigue en pie".

Desconfianza mutua: la piedra angular del conflicto

El gobierno israelí no cree en las declaraciones de Hamas, ni siquiera cuando niega su implicación en hechos violentos. La narrativa es simple: mientras Hamas gobierne Gaza, cualquier acto hostil, venga de quien venga, será responsabilidad del grupo. La situación recuerda al viejo adagio: "el que tiene el poder debe asumir el peso".

Tras la reanudación del alto al fuego, Israel volvió a lanzar ataques en el norte de Gaza, alegando que se almacenaban armas en un edificio residencial. Dos cuerpos fueron recibidos en el hospital Al-Shifa, aumentando aún más la tensión.

Un plan de paz estancado en el punto de partida

El plan de paz propuesto por Trump consta de 20 puntos, comenzando por la entrega de rehenes vivos y cadáveres a cambio de prisioneros palestinos. Sin embargo, el avance es prácticamente nulo. Este martes, en lugar de entregar los restos de un rehén tal como se había acordado, Hamas devolvió únicamente algunas partes del cuerpo, lo que incendió aún más la situación.

El siguiente paso del acuerdo —el desarme de Hamas, la instauración de un nuevo gobierno en Gaza y la presencia de una fuerza internacional— se vislumbra como algo utópico. En el ambiente actual, con décadas de resentimiento acumulado, promesas rotas y sociedades diezmadas, avanzar parece una tarea colosal.

Una cifra que habla de desproporción

Los conflictos modernos entre Israel y sus enemigos presentan una ecuación mortal: baja cantidad de víctimas israelíes y altísima cantidad de muertos del otro lado. Basta recordar las cifras de la guerra Irán-Israel de este año: más de 1.000 iraníes muertos contra solo unos 30 israelíes. La línea entre defensa legítima y castigo colectivo se vuelve cada vez más difusa.

Las organizaciones de derechos humanos lo saben. Human Rights Watch y Amnistía Internacional han acusado a Israel de uso desmedido de la fuerza en múltiples ocasiones, especialmente por atacar zonas densamente pobladas. La acusación de que Hamas utiliza a civiles como escudos humanos ha sido contrastada, pero incluso si fuera cierta, ¿justifica el sacrificio de niños y mujeres por objetivos militares?

El factor presión interna: política nacional en juego

Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, camina una cuerda floja. Por un lado, necesita mantener buenas relaciones con su mayor aliado: EE. UU. Por otro, no puede permitirse parecer débil ante sus votantes más radicales. Esta mezcla explosiva impulsa la toma de decisiones militares que no siempre responden a cálculos estratégicos, sino a los vaivenes de la política interna.

Las críticas no se han hecho esperar. Medios israelíes y sectores derechistas lo acusan de ceder ante Trump. Y el resultado es una paradoja peligrosa: un primer ministro que actúa con mano dura para no perder autoridad interna, mientras intenta no dañar la alianza con Washington.

Gaza: el eterno tablero de ajedrez

La situación actual se parece a una partida interminable en la que las piezas más sacrificadas son siempre las mismas: los civiles. Cada ataque, cada respuesta, cada escaramuza, es un movimiento en este tablero de poder, en el que la estabilidad es frágil y las consecuencias humanas devastadoras.

Según datos de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de la ONU, más del 70% de las víctimas en Gaza durante los conflictos recientes han sido civiles. Muchas de ellas mujeres y niños. Las cifras esconden rostros, sueños y familias enteras aniquiladas.

Y aún así, se vuelve a hablar de "éxito diplomático" cada vez que se logra un cese al fuego, aunque este no signifique paz real, sino apenas una pausa antes de una nueva explosión de violencia.

El papel (omnipresente) de EE. UU.

Estados Unidos sigue siendo el gran árbitro del conflicto. No solo aporta armas y financiamiento a Israel, sino que también lidera los esfuerzos de cooperación humanitaria en Gaza. Desde que comenzó esta nueva ronda del conflicto, ha aumentado significativamente la ayuda y ha impulsado la formación de una coalición internacional para el acceso humanitario.

Al mismo tiempo, su presencia militar en la región ha crecido. Un portaviones, varias fragatas y aviones de patrulla refuerzan la zona, en teoría para vigilar la actividad de los cárteles de la droga en el Caribe, pero con capacidad también de intervenir en situaciones de crisis en Gaza, como lo han dejado entrever altos funcionarios del Pentágono.

¿Hacia dónde nos dirigimos?

La verdadera pregunta no es si el actual cese del fuego se romperá. Es cuándo. Porque mientras no haya voluntad real de compromiso y justicia —no solo geopolítica, sino también humanitaria— el ciclo de violencia se repetirá.

La paz real no se consigue solo con negociaciones de alto nivel, sino con inversiones a largo plazo en educación, infraestructuras y autodeterminación. Mientras Gaza siga siendo una cárcel a cielo abierto y mientras se siga castigando a una población entera por los crímenes de algunos, la tregua será siempre efímera.

Como escribió Edward Said: "La paz no se construye con misiles, sino con justicia". La región entera, y el mundo, siguen esperando ese milagro llamado justicia.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press