La crisis de vivienda que está redefiniendo San Francisco
¿Puede una ciudad emblemática del progresismo sobrevivir a su propia escasez de casas?
Por años, San Francisco ha sido el epítome del progresismo estadounidense, un bastión de diversidad, innovación y cultura. Pero en medio de la belleza de sus casas victorianas y sus vistas a la bahía, una crisis existencial está echando raíces —la falta de viviendas asequibles amenaza con expulsar a su propia identidad.
Un bombero que no puede vivir donde trabaja
Liam Murphy, un bombero de 39 años y nativo de San Francisco por cinco generaciones, ya no puede permitirse vivir en la ciudad donde trabaja. Las casas de dos habitaciones por $1.6 millones y los alquileres promedio de $3,500 por un dormitorio son la norma, no la excepción. Ahora, Murphy viaja una hora diaria desde las afueras, soñando con que otros tengan mejores oportunidades.
“Existen muchas ventajas de crecer aquí: se respira una riqueza cultural inigualable que forma personas más equilibradas”, reflexiona Murphy.
Un paraíso restringido a unos pocos
San Francisco mide apenas 18 km², pero su densidad —y política urbanística— ha convertido esa pequeña área en uno de los lugares más difíciles y caros para encontrar vivienda en el mundo. Su encanto radica en su diversidad, pero las restricciones de construcción amenazan directamente esa cualidad.
El nuevo alcalde, Daniel Lurie, quiere cambiar eso. Su propuesta: desbloquear el potenciamiento vertical de San Francisco. Más pisos, más unidades, más oportunidades. Pero no todos están de acuerdo.
Protestas callejeras y acusaciones de gentrificación
Durante un mitin pro-vivienda, Lurie apenas pudo hacerse oír. Al grito de “¡vergüenza!” y “¡mentiroso!”, los manifestantes lo acusaron de traicionar los valores progresistas de la ciudad. Algunos incluso lo llamaron gentrificador y republicano encubierto.
“Entiendo que haya miedo. El cambio asusta. Pero mantener el statu quo es rendirse ante una ciudad invivible para sus trabajadores”, dijo ante los presentes.
Una ciudad dividida: demócratas contra demócratas
Con poco más de 830,000 residentes, San Francisco es un tablero de ajedrez político entre diversas facciones demócratas. No es un problema izquierda-derecha, es progresismo contra progresismo. La tensión reside en cómo se aborda la justicia social.
Eric Jaye, un consultor político demócrata crítico del plan, lo resume así: “Hay una estampida de elefantes en esta sala y nadie la quiere mirar”. Para él, incentivar al mercado privado no resolverá una crisis alimentada por la especulación inmobiliaria a escala global.
Presión estatal y una planificación obligatoria
El estado de California ha ordenado a San Francisco que acoja más viviendas: al menos 36,000 unidades nuevas para 2031. Si no lo hace, Sacramento tomará el control del planeamiento urbano. Un ultimátum histórico.
Lurie propone redefinir “zonas familiares”, permitiendo que se sustituyan casas unifamiliares por dúplex, estudios y pequeños condominios, sin exceder los cuatro pisos. En calles comerciales, los edificios podrían alcanzar los ocho, y en grandes arterias como Van Ness Avenue, superaría los 200 metros.
El contrapeso: identidad del barrio vs. necesidad social
Katherine Roberts, de 72 años, vio cómo su tranquilidad se esfumó con una construcción de 160 unidades cerca de su hogar victoriano en Haight-Ashbury.
“Me siento como en Alemania Oriental. ¿Cómo puedes construir algo así en un barrio histórico?”, se queja mientras evalúa la aplastante estructura desde su ventana.
Este tipo de testimonios no son pocos. Para muchos residentes, hospitales, policías, bomberos o maestros, la ciudad ya no ofrece opciones viables.
Construcción no asegura vivienda
Un informe estatal de 2023 definió el sistema de permisos de construcción de San Francisco como “notoriamente complejo”. Más allá de las leyes, construir en esta ciudad es caro, lento y laberíntico. El solo hecho de pasar una revisión ambiental puede tomar años.
Laura Foote, directora de YIMBY Action, vivió con su pareja y la ex esposa de este en un departamento de una habitación hasta encontrar una alternativa. “No nos matamos, pero esto no debería ser lo normal”, ironiza.
¿Un cambio inevitable?
La propuesta de Lurie está a punto de aprobarse. Parte del compromiso contempla exenciones para propiedades históricas o con inquilinos protegidos bajo control de alquiler. El objetivo: proteger lo existente mientras se desarrolla lo nuevo.
Phyllis Nabhan, quien paga $350 al mes desde hace 47 años en Richmond, teme ser desplazada. “No quiero ser otra historia más. Amo mi vecindario”, dice, a pesar de agradecer que el alcalde muestre voluntad política.
El dilema moral y urbano del siglo XXI
San Francisco se enfrenta a una pregunta incómoda: ¿Puede seguir siendo un lugar para todos cuando muy pocos pueden permitirse vivir allí?
El economista urbanista Richard Florida afirma que “las ciudades que no construyen para sus clases trabajadoras terminan quedándose sin identidad social ni competitividad económica”.
No es solo un problema urbano. Es un test para el progresismo estadounidense: cómo equilibrar justicia social, preservación y desarrollo económico.
¿Trickle down o urbanismo solidario?
- Proconstructores: Argumentan que construir más aliviará la presión en toda la cadena inmobiliaria, bajando precios a largo plazo.
- Antiplan: Alegan que solo se edificará lujo, expulsando todavía más a los trabajadores y a las comunidades históricas.
Y ambos tienen razón. Porque los datos muestran que cerca del 60% de las nuevas unidades en San Francisco son consideradas de lujo, mientras hay más de 4,000 personas viviendo en situación de calle, y miles más al borde del desalojo, según el Departamento de Desamparo y Vivienda de la ciudad.
El futuro de San Francisco podría definirse en metros cuadrados
Más allá de lo técnico, lo que está en juego es el alma de una ciudad legendaria. ¿Será San Francisco nuevamente una casa para todos o un museo para visitantes de Airbnb y fondos de inversión extranjeros?
El desafío está servido y el reloj corre. Porque, como dijera urbanista Jane Jacobs: “Las ciudades tienen la capacidad de proporcionar algo para todos, solo porque, y solo cuando, son creadas por todos”.
