Trump y Xi Jinping buscan calmar las aguas: ¿una tregua comercial o un simple paréntesis estratégico?

El esperado encuentro entre los líderes de EE. UU. y China refleja la tensión latente entre dos potencias que no pueden permitirse un choque económico total

Por fin se ven las caras. En un mundo cada vez más condicionado por la rivalidad entre Estados Unidos y China, el encuentro entre Donald Trump y Xi Jinping esta semana en Corea del Sur ha generado una oleada de expectativas. El telón de fondo: una guerra comercial reactivada, restricciones cruzadas en productos estratégicos como tierras raras, y disputas tecnológicas que podrían definir la próxima década.

¿Por qué importa tanto esta reunión?

EE. UU. y China no solo representan las dos economías más grandes del mundo —juntas concentran más del 40% del PIB global—; también son actores claves en industrias que determinarán el futuro de la humanidad: inteligencia artificial, transición energética, infraestructura digital y más. Cada desencuentro entre ambos afecta directa o indirectamente a la economía global, desde Wall Street hasta los mercados agrícolas del Midwest.

De ahí que el encuentro entre Trump y Xi, programado en el marco de la cumbre de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), haya sido visto con lupa por gobiernos, inversores y empresas multinacionales.

La escalada previa: tarifas, tierras raras y soja

Desde su regreso a la Casa Blanca, el presidente Trump ha intensificado su enfoque duro contra China. Nuevas tarifas del 30% a productos chinos, con un potencial incremento al 100%, generaron pánico en los mercados. Estas medidas, además, han sido ligadas a exigencias como el control de la producción de fentanilo, droga sintética que ha causado estragos en Estados Unidos, lo que añade una capa de complejidad al conflicto.

China, por su parte, respondió con controles a la exportación de tierras raras, elementos esenciales para la fabricación de chips, baterías, y todo tipo de tecnología de punta. El timing es clave: estas restricciones se anunciaron justo días antes de la cumbre, reiterando la estrategia de presión simultánea y respuesta contenida.

Sin embargo, recientemente, ambos países han mostrado gestos de desescalada. China ha vuelto a comprar soja estadounidense, y Trump ha insinuado suavizar los aranceles si Pekín coopera en la lucha contra el fentanilo.

“Una tregua, no una tregua permanente”

Todo indica que esta reunión no es el inicio de un tratado de paz comercial, sino una pausa táctica. Así lo resume Craig Singleton, analista del Foundation for Defense of Democracies:

“El acuerdo propuesto encaja con el patrón que hemos visto todo el año: estabilización de corto plazo disfrazada de progreso estratégico. Ambos lados están gestionando la volatilidad.”

No hay intención de resolver lo profundo, sino evitar que lo superficial arda. Lo trascendente —como la seguridad de Taiwán, el futuro de la IA militar, o la influencia geopolítica en conflictos como Ucrania— permanece en el congelador.

Los ejes del conflicto: más que comercio

La rivalidad sino-estadounidense ha trascendido la guerra comercial. Hoy se habla de una competencia sistémica, donde lo que está en juego es el modelo de desarrollo y liderazgo global. A continuación, algunos de los campos de batalla:

  • Tecnología: China busca autonomía tecnológica a través de su plan "Made in China 2025", mientras EE. UU. impone restricciones al acceso de Pekín a semiconductores avanzados.
  • Geopolítica: El Indo-Pacífico, África e incluso América Latina se han convertido en tableros de influencia.
  • Producción energética: Las tierras raras chinas son insustituibles en la fabricación de vehículos eléctricos e infraestructura de energías renovables.
  • Ciberseguridad e IA: Ambos países compiten por el desarrollo y la implantación global de tecnologías emergentes, desde redes 5G hasta modelos avanzados de inteligencia artificial.

¿Qué podemos esperar tras la cumbre?

El resultado inmediato será una cierta tranquilidad en los mercados. Ya antes de la reunión, Wall Street mostró señales de optimismo, mientras algunas empresas tecnológicas estadounidenses, golpeadas por los aranceles, comenzaron a reajustar sus proyecciones de ingresos con cautela.

Pero más allá de un posible principio de acuerdo comercial o la relajación de algunas medidas, los analistas advierten que lo más probable es un respiro momentáneo. Trump regresará a Washington, Xi se quedará en Corea del Sur para reforzar lazos regionales, y la narrativa continuará su curso.

Los actores invisibles: aliados y empresas

Más allá de Trump y Xi, hay una serie de actores que están profundamente afectados por las decisiones bilaterales. Mencionemos algunos:

  • Empresas tecnológicas multinacionales como Apple y Tesla, que dependen de la estabilidad entre ambos países.
  • Agricultores estadounidenses, que han vivido altibajos fatales por la suspensión y reactivación de las compras chinas de productos como la soja.
  • Gobiernos aliados de la OTAN y el Indo-Pacífico, que están obligados a navegar entre la presión estadounidense y los beneficios comerciales con China.

¿Es el momento de un nuevo consenso global?

Aunque es improbable que Trump y Xi construyan una política de largo plazo juntos, el encuentro podría servir como catalizador para algo mayor: el rediseño de las reglas del comercio internacional. En los últimos años, los foros multilaterales como la OMC han perdido peso frente a medidas unilaterales. Tal vez esta tregua permita, al menos, plantear un nuevo consenso para el comercio del siglo XXI.

La incógnita siempre presente: ¿y Taiwán?

Llama la atención que Taiwán, uno de los temas más espinosos en la relación bilateral, no parezca estar en la agenda oficial. Según informes, Trump no planea mencionarlo directamente en sus charlas con Xi. ¿Se trata de una omisión estratégica para no tensar el ambiente, o una muestra de que la cuestión se maneja por otros canales?

Una relación volátil pero imprescindible

Dice un proverbio chino: “Cuando dos tigres pelean, uno debe morir”. Pero en esta guerra comercial, los tigres parecen preferir una danza tensa de zarpazos y pausas. Tan compleja como peligrosa, la relación entre EE. UU. y China marca el compás del mundo moderno. Como bien resume Jay Truesdale, exfuncionario del Departamento de Estado:

“Xi ve una oportunidad para presentarse como socio confiable y fortalecer relaciones mientras EE. UU. persiste en su política arancelaria imprevisible.”

¿Será suficiente esta cita en Busan para evitar un nuevo capítulo de confrontación directa? Por ahora, ambas potencias están dispuestas a hablar. Y eso, en tiempos de crisis sistémicas, ya es una señal de alivio.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press