Declive de Radio Free Asia: el silenciamiento de una voz independiente en tiempos de censura y recortes

La desaparición de RFA revela una batalla política por el control de la información internacional y la fragilidad del periodismo independiente financiado por gobiernos

El ocaso de una voz libre

Radio Free Asia (RFA), una de las principales fuentes de noticias independientes dirigidas a regiones con acceso restringido a la información, ha anunciado el cierre de sus operaciones este viernes. Desde su fundación en 1996, la emisora con sede en Washington había logrado consolidarse como un faro de libertad informativa en países como China, Corea del Norte y Myanmar.

La decisión de cerrar sus oficinas y cesar a la mayoría de su personal, que había estado en licencia sin sueldo desde marzo de este año, ocurre tras una prolongada crisis financiera originada por la suspensión del financiamiento federal —agravada por el cierre gubernamental de Estados Unidos— y un clima político adverso impuesto durante la administración de Donald Trump.

¿Qué era Radio Free Asia y por qué era importante?

RFA nació como parte de un esfuerzo del gobierno de EE. UU. por mantener vivo el principio de la libertad de prensa en los rincones del mundo donde los medios están censurados, clausurados o controlados por el Estado. Al igual que sus contrapartes Radio Free Europe/Radio Liberty y Voice of America (VOA), su misión era brindar noticias objetivas en idiomas locales a audiencias con acceso limitado a medios libres.

  • En China, sus reportajes expusieron los abusos cometidos contra los uigures en Xinjiang.
  • En Myanmar, cubrió intensamente las secuelas del golpe militar de 2021.
  • Informó sobre las condiciones inhumanas que enfrentan los desertores norcoreanos.

Durante 2023-2024, RFA experimentó un aumento del 20% en la cantidad de visitantes a su sitio web, lo que indica que su audiencia y relevancia seguían creciendo incluso en un entorno hostil.

La cruzada de Trump contra los medios financiados por el gobierno

Los problemas económicos de RFA tienen raíces políticas. Durante el mandato de Donald Trump, la administración criticó abiertamente a los medios financiados por el gobierno federal, acusándolos de estar “mal administrados” y de ser un “desperdicio de recursos”. Esta postura desembocó en una reducción progresiva del presupuesto asignado a agencias como la USAGM (U.S. Agency for Global Media), responsable de coordinar medios como RFA, RFE/RL y VOA.

Bay Fang, presidenta y CEO de RFA, señaló en un comunicado:

“En un esfuerzo por conservar los recursos limitados y preservar la posibilidad de reiniciar operaciones si el financiamiento se restablece, RFA está tomando medidas para reducir responsablemente su ya compacta huella”.

Un patrón más amplio: el desmantelamiento estratégico del periodismo público

La situación de RFA no es única. Otros organismos con modelos similares enfrentan circunstancias distintas pero no menos preocupantes:

  • Radio Free Europe/Radio Liberty (RFE/RL): Aunque sigue operando, ha tenido que recurrir a reservas económicas, despedir freelancers y reducir programación. Aun así, afirman que planean seguir activos a corto plazo.
  • Voice of America (VOA): Prácticamente ha detenido actividades tras el corte casi total de financiamiento y ahora enfrenta litigios legales contra la administración.

En este contexto, el cierre de RFA puede interpretarse como el punto culminante en una estrategia de reducción de voz institucional internacional por parte del mismo gobierno que las financió durante décadas como instrumentos diplomáticos de “poder blando”.

Impacto geopolítico: ¿quién se beneficia del silencio informativo?

La desaparición de medios como RFA implica que menos ojos estarán vigilando los abusos de derechos humanos en Asia. China, por ejemplo, ha sido uno de los focos principales de RFA, y su gobierno ha presionado constantemente para silenciar voces críticas.

En declaraciones pasadas, el gobierno chino acusaba a RFA de “interferir en los asuntos internos del país”. Con el cierre de la emisora, esa presión ha dado frutos.

La represión informativa en países como China y Corea del Norte ha escalado en la última década. Según Reporteros Sin Fronteras (RSF), China ocupa el puesto 179 de 180 en el índice mundial de libertad de prensa 2024, mientras que Corea del Norte sigue en el último lugar. En este ambiente, la pérdida de una plataforma como RFA es devastadora para millones que dependían de su contenido.

Una contradicción: éxito periodístico y fracaso político

Paradójicamente, RFA no estaba en decadencia informativa. Su crecimiento en visitas y su impacto periodístico—reflejado en investigaciones profundas, denuncias e informes exclusivos—contrastan con la narrativa de “ineficiencia” impulsada desde la administración estadounidense.

Esta disonancia revela una realidad incómoda: se ha atacado menos a la eficacia del periodismo y más a su función como herramienta diplomática. En palabras del analista de medios David Bauder:

“Lo que está en juego va más allá de una organización. Es la función misma del periodismo como extensión del poder blando de un país democrático”.

Precedente peligroso en la era de la desinformación

La decisión de abandonar medios internacionales como RFA llega en un momento particularmente delicado. En tiempos de desinformación, noticias manipuladas y guerra híbrida digital, reducir la presencia de fuentes confiables en regiones estratégicas crea un vacío que será rápidamente ocupado por narrativas provenientes de actores autoritarios.

Ejemplo de ello es China, que está invirtiendo millones en medios como CGTN y Xinhua —difundiendo contenido cuidadosamente alineado con el discurso oficial del Partido Comunista. Rusia, por su parte, utiliza RT y Sputnik como instrumentos de propaganda internacional.

Cuando países democráticos se retiran del campo informativo global, sólo quedan los regímenes autoritarios para llenar ese espacio.

¿Y ahora qué?

El futuro de Radio Free Asia es incierto. Aunque sus líderes aseguran que conservarán la estructura mínima posible para un eventual relanzamiento, lo cierto es que su cierre marca un retroceso histórico en la diplomacia pública estadounidense.

En un mundo donde el acceso a información veraz es cada vez más difícil, la existencia de medios como RFA debería ser vista como inversión en derechos humanos y estabilidad global, no como gasto innecesario.

Como advierte el académico Benjamin Zawacki, experto en democratización del sudeste asiático:

“Eliminar medios como RFA equivale a taparse los ojos ante los crímenes de los regímenes autoritarios. Es debilitar las defensas de la democracia global”.

El silencio que se impone con la salida de RFA no es solo el de una redacción que apaga sus micrófonos. Es el de millones de personas que se quedan sin una voz que les hable con libertad y verdad.

¿Regresará algún día RFA o alguna otra voz tomará su lugar?. Mientras tanto, el mundo pierde una pieza esencial en la batalla por la información libre.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press