El caos legislativo que pone en jaque a la salud de millones: el telemedicina en juego por el cierre del gobierno

La interrupción de los fondos federales deja a pacientes vulnerables sin acceso a cuidado médico virtual. ¿Hasta cuándo aguantará el sistema?

Una dependencia fundamental: Cuando la salud depende de una videollamada

Bill Swick, de 53 años, vive en Minooka, Illinois, con una enfermedad rara y degenerativa llamada degeneración corticobasal, la cual limita gravemente su movilidad y habla. Para él y su esposa Martha, el acceso a la telemedicina fue una bendición durante la pandemia: en lugar de enfrentar el tortuoso trayecto de una hora hasta una clínica en Chicago, podían hacer sus sesiones de terapia del habla desde casa.

Sin embargo, desde hace un mes, sus sesiones han sido suspendidas, no porque haya fallado la tecnología o su salud, sino porque el cierre del gobierno federal ha interrumpido el financiamiento para el programa de telemedicina pagado por Medicare.

“Es frustrante porque queremos continuar con su progreso”, dijo Martha Swick, quien cuida de su marido desde su diagnóstico hace tres años. “Trato de tener todo organizado para que su día sea más fácil, y de repente todo se detiene”.

¿Qué pasó con Medicare y la telemedicina?

Durante décadas, Medicare limitó la cobertura de servicios médicos virtuales a zonas rurales y en clínicas u hospitales. Eso cambió en 2020, al estallar la pandemia. La administración de Donald Trump eliminó los requisitos geográficos e impulsó una expansión histórica que permitió hacer visitas médicas desde casa.

Entre llamadas de seguimiento, consultas con especialistas y terapias cognitivas, la telemedicina vio un auge significativo. Según la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Brown, más de 4 millones de beneficiarios del Medicare tradicional usaron el servicio en el primer semestre de 2025.

Pero el 30 de septiembre vencieron las extensiones de estas flexibilidades. El 1 de octubre, el Congreso no logró llegar a un acuerdo para aprobar el presupuesto y el gobierno federal se cerró. Como resultado, el programa de telemedicina quedó sin financiamiento, afectando a millones de personas mayores y con discapacidades.

Impacto directo en los pacientes: retrocesos inevitables

Cuidadores, médicos y pacientes coinciden en lo mismo: un par de semanas sin atención puede significar un retroceso irreparable para personas con condiciones degenerativas. "Se siente como si uno retrocediera", expresó el propio Swick.

La logopeda Becky Khayum, fundadora de Memory and Aphasia Care en el área de Chicago, compartió su preocupación. “Ahora, sin telemedicina, nuestros pacientes pierden soporte crucial para mantener sus actividades cognitivas, lo que a menudo deriva en aislamiento social, depresión y ansiedad”, declaró Khayum.

Y el problema no se limita a la neurología. En Oregón, el doctor Faraz Ghoddusi relató que uno de sus pacientes, sin chequeos regulares por telemedicina, acabó en urgencias por complicaciones de una enfermedad crónica.

El dilema de los proveedores: ¿y si no nos pagan?

La decisión de continuar ofreciendo servicios virtuales sin garantía de reembolso ha dividido a médicos y clínicas. Aunque los Centros de Medicare y Medicaid (CMS) no han prohibido las teleconsultas durante el cierre, tampoco aseguran el pago retroactivo.

Becky Khayum decidió suspender los servicios para pacientes de Medicare: “Mi empresa no puede absorber el golpe financiero”. Genevieve Richardson en Austin, Texas también detuvo sus servicios, enviando a sus pacientes a clínicas presenciales sin la misma especialización.

Incluso gigantes médicos como Johns Hopkins han pausado la programación de teleconsultas para pacientes con Medicare. “Es una montaña rusa de incertidumbre”, dijo la doctora Helen Hughes, directora médica de Telemedicina en la institución.

La historia de Martha y Bill: luchar contra el abandono

Martha Swick sabe que el reloj corre en contra. Desde su casa, ha retomado ejercicios de lenguaje con su esposo de forma autodidacta, como puede. Pero admite que sin ayuda profesional, se siente sola.

“Mis recursos se están agotando”, confiesa. “Hago lo que puedo como esposa y cuidadora, pero eventualmente voy a necesitar que regresen esas sesiones terapéuticas”.

¿Cómo se llegó a este punto? Una herida provocada políticamente

El problema no es falta de voluntad. Tanto republicanos como demócratas apoyaban continuar con el programa. Pero atrapados en una disputa legislativa por el presupuesto, el tema nunca fue sometido a votación.

“Las autoridades sanitarias federales tienen las manos atadas”, explicó Mei Kwong, directora ejecutiva del Center for Connected Health Policy. “La única solución es que el Congreso actúe. Pero con las posturas tan polarizadas, esa esperanza parece lejana”.

Tal es el clima político que ni siquiera medidas de salud pública universalmente populares logran superar el bloqueo partidista. Para los Swick, esto no es solo un problema legislativo: es una realidad diaria que agrava su lucha contra el deterioro físico y mental.

Muchos dependientes, pocos responsables

Casos como el de Susan Collins, de California, ilustran aún más el impacto. Ella cuidaba sola a su esposo, quien padecía una enfermedad neurológica progresiva. Con 73 años, moverlo en silla de ruedas a una clínica 100 km lejos era agotador.

“La telemedicina fue un gran alivio”, confesó. “Era más seguro para los dos. Solo necesitábamos consultas por síntomas o ajustes de medicamentos”. Sin esa opción, el desgaste físico y mental hubiera sido insoportable.

¿Un retroceso tecnológico?

En un mundo donde los pagos digitales, la inteligencia artificial y la automatización avanzan a toda velocidad, es irónico que uno de los logros más útiles y humanitarios de la digitalización médica esté en pausa total por falta de decisión política.

La pandemia obligó a avanzar rápidamente en la inclusión digital; ahora, el sistema parece decirle a los pacientes: “Vuelvan a la era del papel”.

La esperanza recae en una votación por separado para estos programas, o al menos una reanudación parcial de los servicios esenciales. Mientras tanto, millones como Bill Swick esperan, limitados en acción, pero quizás aún no en esperanza.

“No pedimos lujos. Solo tratamiento digno desde casa, con tecnología que ya sabemos que funciona. La humanidad no debería depender del presupuesto de una cámara dividida.”

Este artículo fue redactado con información de Associated Press