El zoo del horror: la tragedia de los grandes felinos en Luján y el heroico rescate que los salvó

Durante años vivieron en jaulas minúsculas y sin atención médica. Hoy, gracias a una organización internacional, los últimos leones y tigres del zoo de Luján tienen una oportunidad real de libertad

El fin de una era decadente y peligrosa

Durante décadas, el Zoológico de Luján en Argentina fue una atracción turística tan insólita como polémica: permitía a los visitantes acariciar leones, alimentar tigres con mamaderas y posar para fotos dentro de recintos con animales salvajes. Este espectáculo tuvo un atractivo masivo que durante muchos años opacó las crecientes denuncias de maltrato y condiciones precarias. Hasta que en 2020, finalmente, el gobierno argentino cerró el zoo por completo, ante el riesgo que representaba para humanos y animales. Pero el cierre no trajo un final digno. Todo lo contrario: significó el abandono sistemático de más de 200 grandes felinos, dos osos pardos y otras especies. La mayoría de los ejemplares quedó a merced del azar, sobreviviendo gracias al esfuerzo de un puñado de exempleados que, sin salario ni estructura, continuaron alimentando como podían a los animales encerrados.

Una cifra escalofriante: de 200 a 64 animales en cinco años

Cuando en 2023 la ONG internacional Four Paws (Cuatro Patas) visitó Luján por primera vez, encontró 112 felinos. Para entonces, ya habían desaparecido más de 80. Y en 2025, cuando finalmente tomaron control del sitio, el número se redujo aún más: solo quedaban 62 grandes felinos (leones y tigres) y dos osos pardos. Según la directora del programa de rescate de la organización, Luciana D’Abramo, “el nivel de hacinamiento era indescriptible. En jaulas de apenas tres metros por tres, vivían juntas hasta siete leonas. En otro recinto, dos leones africanos compartían espacio con dos tigres asiáticos, una combinación impensable en la naturaleza y que causaba enfrentamientos constantes entre ellos”.

Una misión global de rescate sin precedentes

Especialistas de Four Paws consideran esta operación como una de las más grandes y complejas que hayan emprendido. “Hemos rescatado animales de guerra en Siria, Irak y Gaza, pero nunca nos enfrentamos a un número tan alto de felinos mantenidos en condiciones tan lamentables”, declaró el veterinario y líder de la misión, Dr. Amir Khalil. La organización ha iniciado la evaluación médica completa de los animales restantes y ha prestado atención quirúrgica inmediata a numerosos casos extremos:
  • Tigres con heridas abiertas infectadas en la cola.
  • Leonas con tumores y hemorragias internas.
  • Dientes de felinos rotos por morder los barrotes, que requerían tratamientos de conducto (endodoncia).
  • Garras encarnadas provocadas por caminar constantemente sobre superficies de madera o concreto enjaulado durante años.
Además, todos los ejemplares están siendo vacunados, microchipados y esterilizados como parte de su preparación para una nueva vida en santuarios naturales planeados en distintas partes del mundo.

El santuario ideal: 10.000 m² por león

A diferencia de las jaulas minúsculas de Luján, los santuarios de Four Paws en lugares como Sudáfrica, Jordania, Vietnam y Alemania ofrecen condiciones dignas inspiradas en el hábitat natural de cada especie. Un solo león, por ejemplo, tendrá acceso individual a más de 10.000 metros cuadrados, con vegetación, sombra, estanques de agua, espacio para correr y zonas de aislamiento para evitar conflictos entre animales. “En estos santuarios no hay contacto humano directo”, enfatiza D’Abramo. “Los animales interactúan entre ellos, a su ritmo, y reciben todo el cuidado veterinario necesario el resto de sus vidas”. La operación de traslado será cuidadosamente planificada para no generar un trauma innecesario en animales ya debilitados física y emocionalmente. Se requerirán permisos estatales, transportes especiales e incluso vuelos internacionales adaptados. El proceso completo podría extenderse por más de un año.

Una herencia de negligencia institucional

La historia detrás del Zoo de Luján es una fusión de negligencia política, legislación laxa y cultura permisiva frente al maltrato animal. Aunque el zoológico era una atracción reconocida internacionalmente, durante años operó fuera de los protocolos aceptados globalmente en bienestar animal. En muchos sentidos, su existencia era un reflejo distorsionado del turismo de contacto que convierte a los animales salvajes en objetos de consumo. Estudios recientes han demostrado que este tipo de experiencias generan estrés crónico y alteran el metabolismo de los grandes felinos, acortando su esperanza de vida. Por ello, el memorando firmado en 2025 entre el gobierno argentino y Four Paws es también un hito legal: mediante este acuerdo, Argentina se comprometió a prohibir la venta y tenencia privada de felinos exóticos a lo largo de todo su territorio. Esto busca controlar el comercio clandestino y la reproducción irresponsable de especies salvajes como mascotas de lujo o atracciones circenses.

La nostalgia y el cambio de paradigma

Algunos antiguos trabajadores del zoológico, como Alberto Díaz —que pasó 27 años cuidando leones y tigres— ven con tristeza el fin del zoo tal como lo conocían. “He visto a personas llorar por tocar un león o dar la mamadera a un tigre. Era una experiencia única, emocional”, reconoce. Pero también admite que los tiempos han cambiado: “Las leyes cambian, la sociedad cambia. Tenés que adaptarte o quedarte atrás”. Y es que hoy la conciencia sobre derechos animales ha evolucionado: donde antes se buscaba la experiencia de contacto directo, hoy prima una ética más empática y respetuosa hacia criaturas que jamás debieron vivir entre rejas.

Una cicatriz que debe enseñar

El caso de Luján no es el único, pero sí uno de los más visibles. Se estima que solo en América Latina hay todavía 150 zoológicos que mantienen prácticas similares. Esto pone en el centro de la discusión no solo la necesidad de prohibir estas formas de encierro, sino también de reforzar la educación ciudadana en cuanto al trato ético de los animales. Como dijo la reconocida primatóloga Jane Goodall: “Lo que haces marca la diferencia, y tienes que decidir qué clase de diferencia quieres marcar”. El rescate de los felinos de Luján, aunque tardío, es una muestra de que aún es posible corregir el rumbo. Pero también un recordatorio feroz de cuánto puede costarles a los más indefensos nuestra indiferencia.

¿Qué sigue ahora?

Los próximos meses serán críticos: cada animal será transportado gradualmente a su nuevo hogar. Pero esta historia no debería terminar cuando la última jaula se abra. La tragedia del zoológico de Luján debe quedar registrada no como una anécdota, sino como un símbolo de lo que nunca más debe repetirse en nombre del entretenimiento. La empatía no es solo una virtud. Es también una responsabilidad colectiva.
Este artículo fue redactado con información de Associated Press