Guardias escolares: héroes invisibles en las zonas escolares y su peligrosa realidad
Entre el deber y el peligro: un análisis profundo sobre los riesgos que enfrentan miles de guardias escolares en EE.UU.
Por años, los guardias escolares han sido una pieza esencial en nuestras comunidades, vigilando cruces y garantizando que los niños lleguen a sus escuelas a salvo. Pero detrás de esa labor silenciosa hay una realidad preocupante: su trabajo es uno de los más peligrosos de Estados Unidos.
Una labor cotidiana que implica valentía extrema
Cada mañana, cuando padres y estudiantes se dirigen a la escuela, una figura se hace visible en los cruceros escolares: el guardia de cruce. Con una paleta de "STOP" y un chaleco reflectante, muchos de ellos de edad avanzada, detienen el tráfico y se interponen entre los niños y los vehículos en movimiento. Pese a lo mundano que pueda parecer, esta tarea implica un enorme riesgo.
“Es una gran responsabilidad hacerse visible frente a un vehículo en marcha”, comenta Dacia Maisonave, instructora de guardias de cruce escolar en el condado de Seminole, Florida.
Más peligroso de lo que parece
En un análisis realizado por Associated Press y Cox Media Group con datos recolectados de casi 200 departamentos de policía, se identificaron al menos 230 guardias de cruce escolar atropellados en 37 estados y Washington, D.C., en la última década. De ellos, al menos tres docenas fallecieron debido a sus heridas. Y puede que estas cifras apenas representen una fracción del problema real, ya que muy pocos estados o agencias federales rastrean de manera sistemática estos incidentes.
La investigación también evidenció que los conductores rara vez enfrentan consecuencias penales. Del total de 183 casos analizados con desenlace reconocido:
- 47% de los conductores recibieron una simple multa de tránsito.
- 25% no recibió multa alguna.
- 28% enfrentó cargos penales, y en muchos casos fue porque huyeron de la escena del accidente.
Un peligro invisibilizado por el sistema
Otro aspecto alarmante es que no existe un sistema nacional para rastrear lesiones o muertes de guardias escolares. La Oficina de Estadísticas Laborales de EE.UU. agrupa su labor con la de señalizadores de tráfico en la construcción, sin determinar con claridad el número de fatalidades.
Aun así, utilizando los datos disponibles, la AP determinó que los trabajos de "guardia escolar" y "señalizador" se encuentran en el quintil superior de ocupaciones más mortales, junto con instaladores de líneas eléctricas y trabajadores del transporte aéreo.
Los pocos esfuerzos por cambiar esto se limitan a iniciativas estatales en Massachusetts y Nueva Jersey. Este último, por ejemplo, lanzó un programa de seguridad después de registrar más de 230 lesiones y 16 muertes entre 1993 y 2008.
Casos que conmocionan
La historia de Anthony Taylor resume el drama de cientos de guardias. En el verano de 2018, mientras ayudaba a estudiantes a cruzar frente a una secundaria en Indianápolis, una madre aceleró accidentalmente su auto y se lo llevó por delante. Taylor despertó en el hospital con fracturas en la pelvis y otras lesiones. A pesar del dolor y la cirugía, volvió a su trabajo meses después. Hoy dice: “Me gusta lo que hago y disfruto estar con la gente. Por eso decidí volver”.
En Carolina del Sur, Stanley Brucker, de 61 años, fue atropellado en pleno cruce peatonal mientras sostenía su señal de alto. El video captado por un autobús escolar muestra la brutal escena. Brucker falleció y, para asombro de muchos, la conductora responsable no enfrentó cargos. Este caso generó protestas entre los compañeros de Brucker, quienes se negaron a presentarse a trabajar durante dos días.
¿Por qué los conductores no son penalizados?
Las explicaciones policiales suelen remitirse a los "accidentes" y a condiciones como el deslumbramiento por el sol. Una frase que aparece repetidamente en los reportes: “El sol estaba en mis ojos”. La falta de testigos, las versiones del conductor, y la ausencia de pruebas sólidas dificultan los procesos legales.
Distintas voces expertas, como el exjefe de Policía de Cornelius, Carolina del Norte, Bence Hoyle, señalan la necesidad de un cambio estructural:
- Multas de hasta $1,000 por exceso de velocidad cerca de escuelas.
- Implementación de cámaras automatizadas para detectar infracciones.
- Rediseño vial orientado a proteger al peatón.
Factores estructurales que agravan el problema
Más allá de los conductores distraídos o imprudentes, el diseño de las calles también es una amenaza. Muchos pasos peatonales no cuentan con:
- Iluminación adecuada.
- Resaltos o sistemas inteligentes con luces LED parpadeantes.
- Sistemas de cámaras que detecten velocidades peligrosas.
El auge de SUVs y camionetas con cofres elevados también ha generado más puntos ciegos, dificultando la visibilidad de los peatones y guardias.
Guardias en pie de lucha
Ante la negligencia institucional, algunos guardias han comenzado a organizarse:
- Forman comunidades en plataformas como Facebook y TikTok, donde comparten experiencias, denuncias y consejos de seguridad.
- Crearon la agrupación National Association of School Crossing Guards, con el fin de exigir reformas legales y dotaciones más seguras.
- Han solicitado cámaras corporales y dispositivos GPS, e incluso algunos los compraron por cuenta propia.
Todo esto sin dejar de cumplir con su trabajo. Porque, ante todo, son guardianes de la infancia. Como dice Taylor, el sobreviviente de Indianápolis: “Volví porque tenía algo por terminar. Esa es mi misión: proteger a los niños.”
Una deuda pendiente
Más de la mitad de los guardias documentados tienen más de 65 años. Son jubilados que, lejos de descansar, siguen invirtiendo su tiempo y arriesgando su vida en las calles que otros pisan con prisa o sin atención. Muchos no reciben seguro, ni beneficios, y en caso de accidentes, sus familias deben recurrir a campañas de GoFundMe para cubrir gastos médicos o funerarios.
El último caso citado, de Ron Ferguson en Texas, muestra la dureza del camino hacia la recuperación. Fue embestido por una camioneta, sufrió fractura craneal y daños en la audición. Pasó semanas intubado, meses en rehabilitación y aún hoy, dice, tiene secuelas cognitivas. Sin embargo, su mayor preocupación siempre fue volver a ayudar a los estudiantes.
Este es el retrato de un grupo de ciudadanos cuya entrega desafía los límites de la vocación. Un recordatorio para la sociedad de que, quizá, necesitamos mirar más allá del volante y empezar a verlos como lo que realmente son: héroes anónimos.










