José Daniel Ferrer y el futuro de la disidencia cubana desde el exilio
El líder opositor plantea una estrategia fuera de la isla para resistir la represión del régimen cubano
José Daniel Ferrer, uno de los rostros más emblemáticos de la disidencia cubana en las últimas décadas, vuelve a ser noticia. No solo por su exilio reciente a Estados Unidos tras pasar años encarcelado en Cuba, sino por su planteamiento: la lucha por la libertad debe continuar desde fuera de la isla.
De símbolo interno a voz externa
Durante años, Ferrer insistió en quedarse en Cuba, a pesar de los arrestos, amenazas y violencia. “Ser prisionero me convirtió en símbolo de resistencia”, afirmó contundentemente el opositor durante una entrevista reciente en Miami. Esa estrategia tenía lógica: la presencia física del disidente en la isla tenía un valor simbólico incuestionable. Representaba la posibilidad de desafiar el poder desde el corazón mismo de la dictadura.
Sin embargo, Ferrer llegó a un punto clave en su evolución política. Las protestas masivas de julio de 2021 generaron una represión sin precedentes por parte del régimen de Miguel Díaz-Canel. A partir de entonces, decenas de activistas, periodistas e intelectuales han sido encarcelados o forzados al exilio. “La única manera de organizarse ahora es desde fuera”, dijo Ferrer, subrayando que su papel simbólico dentro de la isla ya no tiene el mismo impacto.
Una nueva estrategia de lucha
El exlíder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) sostiene que sólo desde el exterior se pueden gestionar los recursos, la logística y el apoyo internacional necesario para afectar realmente al régimen cubano. En palabras de Ferrer: “La única forma de seguir en contacto con mis activistas dispersos por la isla, de ayudarles con comida y recursos, es desde fuera”.
Esta visión contrasta con la línea de pensamiento anterior que priorizaba la presencia dentro del país para resistir. Pero, en un contexto donde la vigilancia, los arrestos domiciliarios y las torturas han sido usados sistemáticamente por el régimen, la viabilidad de continuar la lucha desde adentro se ha debilitado seriamente.
La represión tras el 11J
Las protestas del 11 de julio de 2021 marcaron un antes y un después. Fueron las más grandes en Cuba desde 1959. Exigían desde mejoras económicas hasta libertades políticas. El régimen respondió con una ola de represión que dejó cientos de detenidos y decenas de condenas por delitos como “desacato”, “desórdenes públicos” o “atentado”. Organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional han denunciado estos hechos reiteradamente.
Ferrer, en ese momento bajo arresto domiciliario, decidió unirse a las manifestaciones. Fue arrestado nuevamente y acusado de violar las condiciones de su reclusión. Según él, eso fue parte del plan del gobierno para quitarse de encima a uno de los mayores estorbos políticos.
Testimonios de torturas y estrategias de presión
Durante su encarcelamiento más reciente, Ferrer afirma haber sido torturado física y psicológicamente. Entre las acusaciones más graves están las golpizas, la alimentación forzada con carne podrida y el aislamiento constante. La meta, insiste Ferrer, era quebrarlo o forzarlo a abandonar el país.
“Me ofrecieron la posibilidad de contactar con la Embajada de EE.UU. o con la Iglesia cubana para negociar acuerdos, como intercambiar presos por una relajación de sanciones”, explicó Ferrer. Pero él se negó. Su salida de Cuba, según cuenta, fue producto del creciente acoso hacia su familia y la imposibilidad de seguir luchando sin exponerlos.
La diáspora como fuerza política
Una de las propuestas más interesantes de Ferrer es la idea de convertir al exilio cubano en una “fuerza política real”. No se refiere solo a los históricos opositores radicados en Miami desde los años 60, sino a una nueva generación compuesta por migrantes, activistas y periodistas que han abandonado la isla en los últimos años.
En palabras de Ferrer: “Esa diáspora joven tiene que organizarse, hablar con una sola voz, presionar a la comunidad internacional e incluso incidir en políticas hacia Cuba”. Argumenta que los miles de exiliados tienen ventajas hoy inexistentes dentro del país: libertad de expresión, acceso a tecnología, recursos y posibilidad de agruparse sin ser apresados por hacerlo.
La comodidad moral del exilio
Una crítica constante hacia los exiliados ha sido que abandonan la lucha una vez alcanzan la seguridad fuera de Cuba. Ferrer pone en entredicho ese argumento, asegurando que la lucha fuera de Cuba debe transformarse en una herramienta liberadora y no en una jubilación intelectual o moral.
Según datos de la organización Prisoners Defenders, actualmente hay más de 1.000 presos políticos en Cuba (corte junio 2024). Estos datos muestran que la disidencia interna está muy debilitada. Por ello, construir un bloque sólido desde fuera se vuelve no solo lógico, sino necesario.
La postura de Washington
El Departamento de Estado estadounidense ha negado haber negociado con las autoridades cubanas para sacar a Ferrer del país, pero sí reconoció formalmente haber hecho una solicitud por su libertad. Un gesto político que dejó un mensaje al régimen cubano: la figura de Ferrer importa.
Por su parte, el senador Marco Rubio, ferviente defensor de sanciones contra Cuba y político influyente entre el electorado cubano en Florida, celebró la liberación: “El liderazgo y activismo incansable de Ferrer era una amenaza para el régimen. Nos alegra que esté libre”.
¿Cuál es el futuro del movimiento disidente?
La oposición cubana está en uno de sus momentos más complejos en décadas. El contexto geopolítico, con una guerra en Europa, una crisis energética global y tensiones entre EE.UU. y China, ha puesto a Cuba en un lugar menos prioritario en la agenda internacional. El desinterés global complica aún más la labor de presión externa hacia el régimen.
Sin embargo, la propuesta de Ferrer podría reactivar la oposición. Si se canaliza el esfuerzo de la diáspora hacia la conformación de un movimiento transnacional, conectado, organizado y propositivo, entonces ese “símbolo de resistencia” encontraría una nueva forma de incidir políticamente.
El regreso como meta
Ferrer no considera su exilio como permanente. Lo ve como una fase estratégica. “Espero poder volver a Cuba algún día y ver una nación libre, donde disentir no implique tortura o prisión, sino diálogo y reconciliación”, expresó.
En tiempos donde parece que todo está perdido, su ejemplo sirve para recordarnos que la resistencia es moldeable, que las trincheras a veces deben mudarse, y que el coraje no sabe de coordenadas geográficas.
