Surcorea y Japón en tiempos inciertos: ¿una nueva era de realismo estratégico en Asia Oriental?
A pesar de diferencias históricas profundas, Seúl y Tokio apuestan por una cooperación trilateral con EE.UU. ante amenazas globales comunes
Viejas heridas en un mundo en transformación
La historia reciente entre Japón y Corea del Sur ha estado marcada por heridas difíciles de cerrar. Desde la colonización japonesa de la península coreana (1910-1945) hasta las atroces denuncias de esclavitud sexual y trabajos forzados, el pasado entre ambos países ha sido un obstáculo recurrente para una colaboración fluida. Por eso, el primer encuentro entre la nueva primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, y el presidente surcoreano, Lee Jae Myung, representa mucho más que una simple reunión diplomática: habla de un esfuerzo por reescribir el presente frente a un escenario global cada vez más volátil.
Tras años de relaciones congeladas, ambos mandatarios han dado muestras de voluntad para afinar una estrategia conjunta frente a desafíos comunes como el cambio geopolítico global, la resiliencia económica, el programa nuclear de Corea del Norte y, sobre todo, la presión comercial ejercida por Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump.
El valor geopolítico de la cooperación trilateral
Durante la cumbre realizada en Gyeongju antes del foro APEC, ambos líderes subrayaron la importancia del llamado "diplomacia de lanzadera" (shuttle diplomacy), mensaje claro de que este acercamiento será continuado. Lee destacó que Corea del Sur y Japón enfrentan "desafíos comunes bajo un entorno internacional dinámico y cambiante" y que la cooperación con visión de futuro es "más necesaria que nunca".
Takaichi, por su parte, remarcó que la cooperación entre Seúl, Tokio y Washington se ha vuelto crucial frente al actual entorno estratégico, dando a entender que, a pesar de sus posturas nacionalistas, reconoce el peso de las alianzas para mantener la estabilidad regional.
Las sombras del pasado: Sanae Takaichi bajo lupa
La elección de Takaichi en octubre de 2025 no fue recibida con entusiasmo en Seúl. Sus posturas revisionistas sobre la historia japonesa, su negación del uso sistemático de esclavas sexuales coreanas durante la Segunda Guerra Mundial y su resistencia a reconocer los abusos de Japón han generado malestar incluso entre sectores moderados de Corea del Sur.
No obstante, la Takaichi del poder parece mostrar otra cara: la de una estadista pragmática. En sus palabras durante la cumbre, promovió un discurso conciliador y abierto al diálogo. ¿Se tratará de una decisión estratégica frente al peso de Trump y los intereses compartidos con Estados Unidos?
Trump como catalizador de alianzas
Una figura que no puede pasarse por alto en esta ecuación es el propio Donald Trump. En plenas giras diplomáticas por Asia, el expresidente –y hoy actor central de la política global– presionó tanto a Japón como a Corea del Sur para avanzar con compromisos de inversión colosales en su país.
- Japón: comprometió hasta $490 mil millones en proyectos energéticos y tecnológicos en suelo estadounidense.
- Corea del Sur: anunció $350 mil millones en inversiones, incluyendo $200 mil millones directos para la próxima década y $150 mil millones en garantías de préstamos enfocados en revivir la industria naval de EE.UU.
A cambio, Washington se comprometió a reducir aranceles a las exportaciones automotrices surcoreanas (del 25% al 15%) y a compartir tecnología nuclear crítica para el desarrollo de submarinos propulsados por energía nuclear en Corea del Sur.
¿Quién gana y quién pierde con esta alianza?
Desde un punto de vista geoestratégico, la cooperación beneficia a los tres actores clave:
- Estados Unidos asegura inversiones masivas, un frente unido en Asia y contrapeso frente a China.
- Japón refuerza su papel como potencia regional cooperativa y se mantiene en el radar estadounidense.
- Corea del Sur accede a tecnologías clave y logra mejoras arancelarias en sectores esenciales.
Sin embargo, hay costos políticos importantes, especialmente para Lee Jae Myung y sectores progresistas surcoreanos que ven con recelo su acercamiento tanto a EE.UU. como a un Japón encabezado por una figura considerada de derecha radical.
“Diplomacia pragmática”: ¿realismo o capitulación?
Desde su elección en junio de 2025, Lee ha apostado por lo que denomina "diplomacia pragmática", buscando recomponer lazos con Washington y Tokio, desmarcarse de su anterior imagen pro-China y cortar con cualquier percepción de cercanía política hacia Corea del Norte.
Esta transformación no pasó desapercibida. A pesar de sus raíces progresistas, Lee ha mostrado una flexibilidad que roza con la contradicción, al enfocar su política exterior en reunificar fuerzas con los aliados tradicionales de Corea del Sur en un nuevo contexto de geopolítica transaccional.
“El objetivo es garantizar nuestra seguridad y prosperidad, incluso si eso implica acuerdos que otros califican de ideológicos. Nuestra diplomacia es realista, no dogmática”, dijo Lee recientemente a medios locales.
La amenaza norcoreana y las cadenas de suministro
Uno de los factores que más ha influido en la sintonía creciente entre Tokio y Seúl es la creciente provocación de Corea del Norte. Kim Jong Un ha reanudado pruebas de misiles intercontinentales, y se sospecha que Pyongyang planea nuevas maniobras antes del fin de año.
Pero también está la otra gran preocupación regional y global: la vulnerabilidad de las cadenas de suministro. Tras la pandemia y con las tensiones en el estrecho de Taiwán, garantizar la seguridad de los productos tecnológicos (chips, baterías, pantallas) se ha vuelto un asunto urgente.
El factor China en la ecuación
Aunque no fue mencionado explícitamente por los líderes, China fue el gran actor ausente pero presente en la cumbre. Tanto Tokio como Seúl saben que un acercamiento demasiado evidente a Washington puede tener repercusiones económicas considerables, dado que ambos dependen enormemente del mercado chino.
En el caso de Corea del Sur, China representa más del 25% de su comercio exterior. Cualquier represalia –como se dio en 2017 con el boicot por la instalación del sistema antimisiles THAAD– puede provocar pérdidas millonarias. Japón, aunque algo más diversificado, también enfrenta riesgos similares.
Entre las sombras del pasado y los desafíos del futuro
La cumbre entre Takaichi y Lee es parte de una serie de movimientos geopolíticos que escapan a la lógica estrictamente histórica. Aunque el pasado pesa –y mucho– la realidad obliga a mirar hacia adelante. En un mundo multipolar, donde antiguos aliados dudan y nuevas potencias emergen, apostar por la cooperación parece ser la única estrategia sostenible.
Resta por ver si esta voluntad se traducirá en resultados estructurales o si, como ha ocurrido tantas veces, se evaporará ante el siguiente roce político o provocación nacionalista. Pero una cosa está clara: Asia Oriental no puede ser entendida sin la compleja –y ahora más pragmática– danza entre Corea del Sur, Japón y Estados Unidos.
