¿El fin de la obstrucción? Trump, el filibuster y otra parálisis en Washington
El expresidente Trump vuelve a la carga contra el filibuster en plena parálisis presupuestaria, pero ¿estamos realmente listos para eliminar este instrumento centenario?
Un viejo enemigo de Trump: el filibuster
El expresidente Donald Trump ha vuelto a poner en tela de juicio una de las tradiciones más arraigadas del Senado de Estados Unidos: el filibuster. Desde su red social, Trump exigió a los senadores republicanos que inicien la «opción nuclear» y eliminen esta herramienta que, según él, permite que los demócratas mantengan al gobierno bajo llave.
La situación se torna cada vez más tensa. Estamos en el décimo mes de una batalla presupuestaria que ha dejado sin fondos a varios programas gubernamentales, en plena víspera del invierno y a pocos días de importantes elecciones estatales. La presión hacia los senadores republicanos no solo proviene del expresidente, sino también de la ciudadanía afectada y del ala más dura del Partido Republicano.
¿Qué es el filibuster y por qué es tan controvertido?
El filibuster —o filibusterismo— no aparece en la Constitución de los Estados Unidos. Se trata de una táctica legislative que permite a los senadores bloquear una votación o alargar el debate indefinidamente, a menos que se logren 60 votos en el Senado (de un total de 100) para cerrar el debate.
Históricamente, ha sido utilizado tanto por demócratas como por republicanos para frenar legislaciones que consideran inaceptables. En palabras del senador John Curtis (R-Utah):
“El filibuster nos obliga a encontrar puntos en común en el Senado. El poder cambia de manos, pero los principios no deberían hacerlo.”
Curiosamente, lo que una vez le sirvió a los republicanos para bloquear la legislación de Obama, ahora es un obstáculo ante los intentos de la mayoría de implementar su propia agenda.
La historia reciente del uso (y eliminación parcial) del filibuster
El filibuster ha sido reformado antes. En 2013, el entonces líder del Senado Harry Reid (D-Nevada) eliminó el filibuster para la mayoría de las nominaciones judiciales, excepto para las de la Corte Suprema. En 2017, Mitch McConnell (R-Kentucky), entonces líder de la mayoría, hizo lo mismo para permitir la confirmación de Neil Gorsuch sin necesidad de 60 votos.
Pero eliminarlo para la legislación ordinaria es un «salto mayor», y muchos senadores han mostrado reticencia extrema a hacerlo. Incluso cuando los demócratas quisieron hacerlo en 2022 para aprobar una ley federal de derechos de voto, los senadores Joe Manchin y Kyrsten Sinema se negaron. ¿El motivo? Temen que este cambio de reglas sea un arma de doble filo que, en manos opuestas, traiga consecuencias indeseadas.
El escenario actua:l una crisis en cámara lenta
Desde hace un mes, el gobierno vive paralizado por una nueva disputa presupuestaria. Las posiciones entre demócratas y republicanos se han polarizado. Mientras la Casa Blanca traslada fondos para que el ejército continúe recibiendo sus salarios, el programa de asistencia alimentaria SNAP enfrenta recortes extremos, lo que podría dejar sin apoyo a 2.4 millones de ciudadanos este invierno.
Senadores como Lisa Murkowski (R-Alaska) advierten de los efectos que esto está generando en sus estados:
“La gente está estresada. Estamos más que pasados en el tiempo de resolver esto”.
Como si fuera poco, las primas de los seguros de salud a través del Affordable Care Act están subiendo drásticamente justo cuando comienza el periodo de inscripción, lo que suma presión e incertidumbre en millones de hogares.
¿Por qué Trump exige eliminar el filibuster ahora?
En palabras del propio Trump en Truth Social:
“¡Es hora de que los republicanos jueguen su 'TRUMP CARD' y utilicen la 'opción nuclear' — Eliminemos el Filibuster, y eliminémoslo AHORA!”
Desde su campaña original en 2016 y durante toda su presidencia, Trump ha mostrado impaciencia ante el lento funcionamiento del Senado y ha claudicado frente al filibuster como ejemplo clave de ello.
Para Trump, como para algunos de sus aliados, el obstáculo no está en las diferencias ideológicas o el deseo de negociar, sino en la incapacidad institucional del Senado para avanzar eficientemente cuando se necesita actuar con urgencia.
¿Qué opinan los republicanos?
A pesar de las presiones, la mayoría de los senadores republicanos sigue resistiendo eliminar el filibuster. El líder de la mayoría en el Senado, John Thune (R-Dakota del Sur), ha sostenido que el filibuster es esencial para proteger la institución:
“El umbral de los 60 votos ha protegido este país”.
Incluso el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, aunque en contacto regular con Trump, reconoce “no es mi decisión” y se ha mantenido neutral sobre el tema.
Otros, sin embargo, ven con buenos ojos la eliminación del filibuster en tiempos de crisis. El senador Bernie Moreno (R-Ohio) dijo en Fox News:
“Quizá es momento de considerar el filibuster. Votemos como republicanos. Tenemos 52. ¡Hagámoslo y abramos el gobierno!”
Pero con casos como el de Rand Paul (R-Kentucky), que sigue rechazando cualquier paquete de financiamiento, la fractura dentro del propio partido es evidente.
¿Qué ganamos y qué perdemos si el filibuster desaparece?
Eliminar el filibuster significaría que la mayoría simple pueda aprobar proyectos de ley sin necesidad de buscar consenso con el bando contrario. Este cambio facilitaría leyes más consistentes con la visión del partido dominante, pero eliminaría el poder de negociación de las minorías.
Para muchos, el filibuster es lo único que obliga a los partidos a colaborar en un Congreso cada vez más vacío de diálogo. Para otros, en cambio, se ha convertido en una traba que favorece la inacción:
- ✅ A favor de eliminarlo: eficiencia legislativa, cumplimiento de promesas electorales, acción rápida en tiempos de crisis.
 - ❌ En contra de eliminarlo: hiperpartidismo, fragilidad institucional, precedentes peligrosos para futuros gobiernos adversarios.
 
¿Un instrumento parlamentario o un símbolo de decadencia?
El filibuster fue alguna vez compasivamente retratado por Hollywood, en películas como «Mr. Smith Goes to Washington» (1939), donde el senador encarnado por James Stewart hablaba casi hasta caer agotado defendiendo sus convicciones.
Hoy, el filibuster ya no requiere discursos interminables. Basta con una declaración de intención, y 60 votos se convierten en barrera infranqueable. Para los críticos, esto ha desvirtuado el espíritu original del Senado.
El historiador Adam Jentleson ha definido este fenómeno moderno como «la desaparición del trabajo legislativo real». Su libro, Kill Switch (2021), propone que el filibuster ha sido «un motor de obstrucción más que una herramienta de deliberación».
¿Y ahora qué?
La parálisis continúa. En medio del invierno, las ayudas están congeladas, los trabajadores federales sin sueldo y los debates sin avance tangible.
Todo apunta a que cualquier cambio estructural en el Senado requerirá más que la voluntad de un solo hombre. Pero si el filibuster sobrevive esta crisis, probablemente lo hará entre crecientes presiones de renovación institucional.
Y mientras tanto, la ciudadanía sigue preguntándose: ¿de verdad aún funciona Washington?