Drones ucranianos: el arma silenciosa que hiere la infraestructura energética rusa

Con ataques quirúrgicos y tecnología de bajo costo, Ucrania redefine la guerra moderna desde el aire profundo del territorio ruso

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Un campo secreto, una noche sin luna: la guerra aérea ucraniana evoluciona

En un rincón rural de Ucrania, donde la oscuridad apenas es rota por destellos de linternas rojas y motores que suenan como motocicletas viejas, se desarrolla una de las campañas militares más innovadoras del conflicto contemporáneo. Drones ucranianos, ensamblados en talleres dispersos y lanzados desde pistas improvisadas, han logrado llevar la guerra dentro del corazón de Rusia. Su destino: refinerías de petróleo, depósitos de combustible y centros logísticos militares.

La campaña de drones: más allá del alcance conocido

Desde el verano de 2023, Ucrania ha escalado su ofensiva aérea usando drones de largo alcance que ahora superan los 1,000 kilómetros de autonomía. Estos aparatos, muchos de ellos construidos localmente, han atacado al menos 16 refinerías estratégicas rusas, afectando aproximadamente al 38% de la capacidad nominal de refinación del país, según datos del think tank estadounidense Carnegie Endowment.

Sin embargo, aunque la magnitud del daño ha sido significativa, no ha resultado devastadora: muchas plantas han retomado sus operaciones en semanas, gracias a excedentes de combustible y capacidad ociosa. Aun así, la presión sobre la infraestructura energética rusa es real.

Liutyi: la estrella modesta del arsenal ucraniano

Uno de los protagonistas en este frente aéreo es el dron Liutyi —que significa "feroz" en ucraniano—. De apariencia simple, cuerpo alargado, cola triangular y propulsión trasera, parece sacado de una ferretería en vez de una fábrica aeroespacial. Pero su ingeniería artesanal permite ajustes constantes que lo vuelven difícil de detectar.

El bajo costo de producción, apenas unos 55,000 dólares por unidad, permite lanzar oleadas de drones que saturan y desafían las caras defensas antiaéreas rusas. Este enfoque representa una filosofía de guerra minimalista pero altamente efectiva que ha ganado incluso un espacio en los sellos postales ucranianos.

Una guerra de logística: cuando el combustible es el talón de Aquiles

El comandante de las operaciones con drones, conocido por su nombre clave «Fidel», observa cada lanzamiento con lentes de visión nocturna. Según él, se trata de una “misión sagrada”. Cada uno de estos ataques lleva una carga simbólica y material: agotar la capacidad logística de Rusia.

De hecho, el presidente Volodímir Zelenski declaró que sus fuerzas han logrado eliminar hasta un 20% del suministro de gasolina ruso gracias a estas ofensivas aéreas. Esto ha obligado al Kremlin a importar combustible e implementar el racionamiento en varias regiones.

Según la Agencia Internacional de Energía, los ataques han reducido en medio millón de barriles diarios la capacidad de refinación rusa. Las consecuencias se sienten: escasez local de diésel, restricciones a las exportaciones de queroseno y la necesidad de redirigir los sistemas de defensas rusos hacia puntos anteriormente considerados seguros.

Independencia táctica: sin necesidad de la aprobación occidental

Una diferencia clave en esta estrategia bélica es la independencia operativa que ofrece el arsenal ucraniano. A diferencia de los misiles de largo alcance solicitados a los EE.UU., como los Tomahawk, cuyo uso suele requerir aprobación conjunta, los drones locales permiten ataques autónomos. Eso le otorga a Ucrania flexibilidad estratégica y capacidad de operar fuera del horario político de sus aliados.

Este modelo, señalan los analistas, incluso ha antecedido los nuevos paquetes de sanciones impuestos al sector energético ruso por Occidente. Es decir, la acción precedió a la diplomacia.

El precio humano: más allá de la tecnología

Detrás de cada misión de dron hay un coste humano palpable. “Menos del 30% de los drones alcanzan su blanco. Todo depende de la planificación”, comenta Fidel. El margen de error es alto; las probabilidades de éxito, limitadas; el coraje, indispensable.

Fidel resume la situación con una frase que captura la épica tragedia del conflicto: “Nos ha tocado esta guerra para que nuestros hijos vivan en libertad y democracia”.

No se trata solo de drones. Es una nación entera empujando los límites de la innovación militar con recursos limitados y fervor ilimitado.

El futuro de la guerra: aprendizaje global, costo local

Lo que se experimenta hoy en Ucrania se estudia con detenimiento en academias militares de todo el mundo. La combinación de economía y eficacia redefine los parámetros bélicos tradicionales. Drones accesibles, planificación ágil y decisión política han reemplazado a los misiles multimillonarios y campañas lentas.

Esta nueva doctrina de guerra autodirigida y económica podría eventualmente traspasar fronteras y convertirse en el modelo de referencia para conflictos asimétricos del siglo XXI.

Pero ese aprendizaje tiene un precio: vidas humanas en el lado ucraniano, muchas de ellas jóvenes, convencidos de que pelean por algo más grande que sus propias carreras o incluso su supervivencia.

Una geografía del conflicto que ya no respeta fronteras

Adriano Bosoni, director analítico de RANE, lo explica con claridad: “Ucrania está logrando llevar la guerra dentro de Rusia”. Ya no hay fronteras seguras ni refugios garantizados. Moscú debe desplegar defensas en áreas profundas de su territorio.

Eso implica más recursos, más tiempo, más errores. Una estrategia de desgaste por traslape logístico. Ucrania busca cortar las arterias invisibles que nutren las ofensivas rusas, una bomba de tiempo construida con hélices y determinación.

El conflicto puede que aún esté lejos de terminar, pero si algo ha demostrado Ucrania con su ejército aéreo artesanal es que la persistencia, la inteligencia y la innovación pueden equilibrar la balanza frente a un adversario mucho más poderoso.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press