El caso de los monos fugitivos en Mississippi: ¿Qué nos dice sobre la industria de investigación con animales?
Un accidente en la carretera revela los secretos y vacíos legales de una industria multimillonaria donde el acceso a la información pública brilla por su ausencia
Un accidente en la carretera… y una verdad incómoda
El pasado martes, un camión que transportaba 21 monos Rhesus macaques volcó en una autopista rural de Mississippi, dejando al menos tres primates desaparecidos y cinco muertos. Este incidente, aparentemente anecdótico, ha destapado grietas profundas en la opaca industria de investigación biomédica con animales en Estados Unidos.
Los monos, que eran trasladados desde el Centro Nacional de Investigación Biomédica de Tulane, en Covington, Louisiana, desataron una intensa búsqueda por parte de las autoridades, quienes utilizaron equipos de protección como mascarillas, visores y trajes herméticos. Sin embargo, lo más alarmante no fue la fuga en sí, sino el silencio.
¿Quiénes eran estos monos y por qué no sabemos más?
Ni el nombre del conductor, ni la compañía encargada del transporte, ni el destino final de los animales han sido revelados, a pesar del impacto potencial en la salud pública. Según Lisa Jones-Engel, asesora científica senior del grupo PETA en temas de experimentación con primates:
“Cuando un camión con 21 monos se estrella en una autopista pública, la comunidad tiene derecho a saber quién era el dueño, a dónde se dirigían y qué enfermedades podían portar.”
Pero Tulane, que reconoció que los monos provenían de su centro de investigaciones, aseguró que no son de su propiedad y que existe un contrato de confidencialidad con la empresa u organismo receptor que impide dar más detalles. Según la universidad:
“Estos acuerdos buscan proteger la seguridad de los animales y la información propietaria de nuestros socios.”
La industria del secretismo y el silencio
Estados Unidos posee uno de los sistemas más robustos del mundo en cuanto a investigación biomédica. Sin embargo, también es uno de los más herméticos. El Centro Nacional de Investigación Biomédica de Tulane recibe más de $35 millones de dólares anuales en fondos federales del NIH (Institutos Nacionales de Salud), y colabora con más de 500 investigadores de 155 instituciones alrededor del mundo.
La importancia de los primates en esta industria es innegable. Los Rhesus macaques, por ejemplo, han sido claves en investigaciones sobre el VIH/SIDA, las vacunas contra COVID-19 y diversas terapias génicas. No obstante, este nivel de relevancia conlleva responsabilidades éticas y logísticas que a menudo parecen ignorarse. Según datos del propio NIH, más de 65,000 primates no humanos se utilizan anualmente en laboratorios de EE.UU.
Antecedentes inquietantes: no es la primera vez
- Noviembre 2023: 43 Rhesus macaques escaparon de una instalación de cría en Carolina del Sur tras dejar una puerta abierta; algunos sobrevivieron durante dos meses en el bosque hasta que fueron capturados con sándwiches de mantequilla de maní y mermelada.
 - Enero 2022: En Pensilvania, varios monos Cynomolgus huyeron tras un choque entre un camión y un volquete. Habían llegado desde la isla Mauricio y se dirigían a una cuarentena. Tres fueron sacrificados “por precaución”.
 
Estos casos no sólo cuestionan los protocolos de transporte y cuidado, sino también la transparencia con la que se maneja esta industria. Si bien los animales estaban siendo trasladados legalmente, el hecho de que el público no pueda acceder a información básica sobre un incidente potencialmente riesgoso ha prendido las alarmas en el ámbito legislativo y social.
Riesgos ocultos: enfermedades zoonóticas
Los macacos Rhesus pueden ser portadores de diversas enfermedades zoonóticas, como el herpes B, tuberculosis y en ocasiones hepatitis. Es por esto que los rescatistas usaron equipos de protección personales especializados. A pesar de ello, las autoridades no alertaron a la población local sobre posibles riesgos biológicos.
Un estudio publicado en el Journal of Medical Primatology (2021) señala que más del 25% de los Rhesus macaques en instalaciones de investigación pueden portar el herpes B, una enfermedad potencialmente letal para los humanos.
¿Qué dice la legislación actual?
El transporte de animales de laboratorio está regulado por el USDA (Departamento de Agricultura), el CDC (Centro para el Control de Enfermedades) y la IACUC (Comité Institucional de Cuidado y Uso de Animales). No obstante, muchas de estas regulaciones están plagadas de vacíos legales que permiten a las instituciones mantener la confidencialidad de los movimientos, incluso tras incidentes públicos de alto perfil.
La Ley de Bienestar Animal de EE.UU. sólo cubre desde el momento en que el animal es adquirido hasta que se retira del estudio. Los momentos como el transporte o las fugas no están suficientemente fiscalizados, según denuncian grupos como el PETA.
El negocio multimillonario de los monos
Según el Congressional Budget Office, Estados Unidos invierte más de $40 mil millones al año en investigación médica. Una parte de ese presupuesto va a laboratorios que utilizan animales, un negocio que también involucra a empresas de cría, transporte, distribución y biotecnología. Importar un solo macaco Cynomolgus puede costar entre $15,000 y $25,000, dependiendo del origen y condiciones sanitarias.
Países como China, Camboya, y la isla Mauricio son los principales proveedores de primates para EE.UU. En los últimos años, organizaciones animalistas han denunciado el aumento de la demanda y el menor escrutinio sobre las condiciones de captura y transporte. En 2021, EE.UU. importó cerca de 30,000 primates vivos.
Reacciones políticas y sociales
En medio del silencio institucional, figuras como la congresista republicana Marjorie Taylor Greene también cuestionaron el financiamiento estatal a este tipo de prácticas. A través de su cuenta en X (antes Twitter), escribió:
“Nunca he conocido a un solo contribuyente que quiera que su dinero pague por abuso animal. Esto debe terminar.”
Estas reacciones, aunque viniendo de distintos anclajes ideológicos, muestran una creciente sensibilidad en la sociedad respecto al uso de animales con fines científicos, especialmente cuando el costo ético parece desproporcionado o mal administrado.
¿Habrá consecuencias reales?
Tras el accidente, ningún organismo federal ha iniciado auditorías públicas o revisiones del proceso de transporte. Tampoco se ha informado en qué estado se encuentran los monos que fueron recapturados, ni si su traslado continuará como previsto.
Según el Instituto de Investigación Piret, se han propuesto más de 16 reformas al tratamiento de animales en laboratorios desde 2017, pero sólo una ha pasado del comité al pleno del Congreso, y sin éxito. La industria de la investigación biomédica continúa siendo una de las más influyentes del lobby estadounidense, con más de $140 millones invertidos en cabildeo legislativo entre 2014 y 2024 según OpenSecrets.org.
Más allá del accidente: un debate ético urgente
Los avances científicos no deben darse a cualquier precio. El público, que indirectamente financia muchos de estos programas a través de impuestos y donaciones, merece saber cómo se usan estos recursos y si están alineados con los valores de transparencia, responsabilidad y compasión.
Si bien es innegable que las investigaciones con animales han tenido beneficios cruciales para la humanidad, también es cierto que el modelo actual de uso de primates parece más cercano a una cadena de producción industrial que a un sistema basado en el respeto por la vida.
Hoy, en Mississippi, todavía quedan monos sueltos. Pero quizás el verdadero problema no está en los campos donde los buscan, sino en las leyes que permiten que nadie tenga que rendir cuentas cuando algo sale mal.
