El desierto del tratamiento: cómo Nebraska está fallando a sus comunidades rurales frente a la adicción

Con recursos escasos, centros desbordados y datos incompletos, muchos en el estado rural enfrentan la adicción sin apoyo institucional

Un Motel 6 convertido en esperanza

En un rincón olvidado de Hastings, Nebraska, un antiguo Motel 6 ha sido transformado en algo mucho más valioso que un alojamiento temporal: un centro de tratamiento para adicciones que salva vidas. El centro, llamado Revive Inc., se ha convertido en un faro en medio de un desierto de servicios médicos para pacientes con trastornos de uso de sustancias.

Bajo la dirección de Tara Schroeder, vicepresidenta de operaciones clínicas, Revive pronto alcanzó su capacidad máxima. Más de 50 solicitudes esperan diariamente en su bandeja de entrada. A pesar de la limitada infraestructura de salud en Nebraska rural, la necesidad es abrumadora y constante. "No importa a cuántas personas atendamos o cuántos correos respondamos, la demanda no se detiene", afirma Schroeder.

Una crisis invisible: drogas sin reconocimiento oficial

A primera vista, Nebraska —en especial sus regiones rurales— parece no tener un problema grave de drogas. Los datos oficiales muestran tasas de sobredosis muy bajas, e incluso varios condados no reportan muertes por drogas en décadas. Pero esta percepción es engañosa.

Según un análisis del Flatwater Free Press y datos de los Centers for Disease Control and Prevention (CDC), las cifras sobre sobredosis no mortales no cuadran con las pequeñas tasas de mortalidad. “Estamos dejando de reconocer el tamaño real del problema, y por tanto, fracasando en enfrentarlo”, aseguran expertos estatales.

El impacto de no contar muertes por sobredosis

Nebraska recibe fondos federales usando datos sobre sobredosis. Pero si no se reportan con precisión, el estado obtiene menos recursos. Adams County, hogar de Hastings, reportó solo 21 muertes en cinco años, aunque el personal clínico de Revive afirma que la realidad es distinta. Schroeder menciona hasta tres posibles suicidios en dos semanas que probablemente fueron sobredosis no clasificadas correctamente. Su impacto es doble: las muertes no se reconocen y los fondos no llegan.

“Es como golpear muro tras muro”

La historia de Derrek Cocchiarella muestra lo que enfrentan miles en Nebraska. En plena pandemia, él imploró a su madre ayuda para superar su adicción. Intentaron conseguir un lugar en centros de Lincoln y Grand Island, pero las restricciones por COVID y barreras burocráticas impidieron su acceso. Terminó desintoxicándose en casa, muriendo después en el hogar familiar tras un tratamiento fallido.

Su hermana, Lindsey Lyons, ahora es consejera en Revive e intenta cerrar las grietas del sistema por las que cayó Derrek. “Muchos lugares rechazan pacientes con pensamientos suicidas o adictos a opioides. Nosotros no. Si pueden salvarse a sí mismos en una emergencia, son bienvenidos”, explica.

Una grave falta de infraestructura

Nebraska cuenta con sólo 12 centros de tratamiento residencial fuera de Lincoln y Omaha. Cinco están en Norfolk. Solo cuatro ofrecen desintoxicación. Revive y un centro más en O'Neill son los únicos en todo el centro del estado.

Esto significa que para los residentes del oeste de Nebraska (incluyendo ciudades medianas como North Platte o Scottsbluff) la opción más cercana está a seis horas de distancia. "Es devastador", dice Lyons. “Recibimos muchas derivaciones de esas ciudades; aún así, están muy lejos”.

Una investigación del Center for Rural Health and Research de East Tennessee State University reveló que 62 condados en Nebraska no tienen instalaciones para tratar adicciones, ni siquiera clínicas ambulatorias. Pacientes de Cherry County deben viajar más de 60 millas solo para obtener metadona o suboxona, medicaciones clave para el tratamiento de adicciones a opioides.

Una red desconectada

El camino hacia la recuperación no es lineal, pero en Nebraska, es aún más desordenado. Muchos pacientes son trasladados entre hospitales, centros de desintoxicación, clínicas de tratamiento a corto plazo y casas de recuperación. Con cada traslado deben reiniciar su historia médica y sus conexiones emocionales, algo traumático y perjudicial para su recuperación.

Jake Shaddy, quien dirige un centro de vida sobria en Omaha, colabora con Revive para facilitar estas transiciones. “Reciben tratamiento en Omaha, pero cuando regresan a casa pierden todo lo que construyeron”, lamenta.

Las políticas que faltan

El estudio de Meit identifica nueve políticas estatales clave para prevenir y tratar adicciones. Nebraska tiene solo dos: una ley del Buen Samaritano y una política que requiere acceso a metadona en ciertos tratamientos. El Medicaid estatal no cubre adecuadamente los programas de tratamiento asistido por medicamentos, y los seguros privados tampoco están obligados a cubrirlo.

Otros estados que sí implementaron más políticas lograron reducir sobredosis. Nebraska, en cambio, ha recortado $15 millones en fondos para salud mental. La Región 3 (que incluye Hastings) perdió casi $3 millones. Revive opera sin contrato estatal para su nuevo programa de desintoxicación y con fondos limitados incluso para sus programas de estadía breve.

Los sacrificios de Revive

Para seguir operando, Revive ha dependido de donaciones y la generosidad de la comunidad. En 2024 recaudaron $2 millones para comprar el hotel abandonado y adaptarlo. Los costos no terminan ahí: muchas veces admiten pacientes sin seguro y, si Medicaid los rechaza, deben absorber los costos. “Nos toca comernos muchas facturas”, dice Kasperbauer, directora ejecutiva.

Hasta ahora, Revive ha tratado pacientes de entre 19 y 72 años, de todas las razas y géneros, y de todos los rincones del estado. Y siguen llegando más.

Una lucha desigual

Los datos públicos sostienen que en 25 condados rurales no hubo muertes por sobredosis entre 2019 y 2023. Sin embargo, muchos de esos condados ni siquiera solicitan los reembolsos federales para pruebas toxicológicas destinadas a mejorar los datos. En dos años, 22 condados de Region 3 solo usaron el programa para 14 pruebas.

“¿Cómo pueden decir que no hubo muertes por drogas si no hacen pruebas toxicológicas?”, pregunta Brittany Willmore, investigadora de la Universidad de Nebraska.

Una verdad incómoda

“La adicción no discrimina. No le importa tu religión, tu clase social, o tu raza”, dice Kasperbauer. “Cualquiera puede verse afectado”. Ella y otros en Revive lo saben por experiencia personal. La mayoría del personal ha perdido a alguien por sobredosis.

Mientras tanto, el estado recorta fondos. La necesidad, sin embargo, sigue creciendo. En este silencioso desierto en el corazón de Estados Unidos, organizaciones como Revive luchan por plantar vida donde otros solo ven abandono.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press