El horror silencioso de Darfur: Cómo la guerra en Sudán está matando a una nación entera
La caída de El-Fasher marca una nueva fase en un conflicto devastador que ha dejado decenas de miles de muertos y millones desplazados mientras el mundo guarda silencio
Darfur en llamas: el infierno que Sudán vive en silencio
El-Fasher, la capital de Darfur del Norte, se ha convertido en el escenario de uno de los crímenes contra la humanidad más atroces de los últimos años. Mientras los focos internacionales parecen cegados por otros conflictos globales, un infierno humanitario arde sin tregua en Sudán. La brutal ofensiva del grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) al capturar esta estratégica ciudad ha dejado al descubierto horrores que solo pueden describirse como genocidas.
El martes, el único hospital aún operativo dentro de El-Fasher, el Hospital Saudita, fue atacado en múltiples oleadas: médicos secuestrados, pacientes ejecutados, personal humanitario acribillado y civiles que buscaban refugio dentro del recinto fueron asesinados sin piedad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó al menos 460 muertos solo en esa masacre concreta. “Vinieron una vez para llevarse al personal, regresaron para matar, y por tercera vez acabaron con lo que quedaba”, declaró Christian Lindmeier, portavoz de la OMS, en Ginebra.
El contexto de una guerra que consume a una nación
El conflicto en curso en Sudán comenzó en abril de 2023, cuando las RSF y las Fuerzas Armadas sudanesas —antiguamente aliadas tras derrocar a Omar al-Bashir en 2019— estallaron en una encarnizada batalla por el poder. La pugna se recrudeció principalmente en la región occidental de Darfur, una zona de por sí marcada por la violencia desde principios de los años 2000.
Según informes de la ONU, el conflicto ha provocado la muerte de más de 40,000 personas, cifra que organizaciones humanitarias consideran un subregistro muy conservador. Se estima que el verdadero número de víctimas podría ser varias veces mayor. Además, se han desplazado más de 14 millones de personas, generando una de las crisis humanitarias más severas desde el genocidio ruandés de 1994.
Hospital Saudita: el último bastión de esperanza cae
El Hospital Saudita en El-Fasher era la última instalación médica que seguía dando servicios mínimos durante el asedio de 18 meses de la ciudad. En el brutal ataque, milicianos armados accedieron al lugar, secuestraron a médicos y enfermeras, asesinaron a pacientes en sus camas y dispararon impunemente contra todo aquel que se refugiaba allí del fuego cruzado.
La comunidad médica internacional está en shock. La doctora Teresa Zakaria, jefa de Unidades Humanitarias de la OMS, lamentó que desde la caída de El-Fasher el domingo, no existe ya presencia humanitaria médica en la ciudad, dejando a cientos de miles completamente desamparados.
«Es inimaginable atacar a los pacientes como si fueran combatientes. Esto sobrepasa cualquier límite moral», expresó Zakaria.
Fuga masiva: una travesía infernal hacia la nada
Entre el domingo y miércoles siguiente a la ofensiva, más de 62,000 personas han huido de El-Fasher, según la Organización Internacional para las Migraciones. Sin embargo, solo unas 5,000 han logrado llegar al pueblo de Tawila, ubicado a unos 60 kilómetros de distancia, donde el Consejo Noruego para los Refugiados gestiona un campo de desplazados.
Los testimonios de los sobrevivientes son sobrecogedores. Fatima Abdulrahim, de 70 años, caminó cinco días con sus nietos ocultándose entre trincheras, edificios abandonados y cadáveres esparcidos en la carretera. “La cantidad de cadáveres era incontable. Tapaba los ojos a los más pequeños para que no vieran”, relató desde el campamento en Tawila.
¿Qué es la RSF y por qué es tan temida?
Las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) son una escisión paramilitar surgida de las tristemente célebres milicias Janjaweed, acusadas de genocidio en Darfur en los años 2000. Estas milicias, de etnia árabe, fueron responsables de asesinar a aproximadamente 300,000 personas y desplazar a más de dos millones, con apoyo del gobierno de Bashir.
En 2013, los Janjaweed fueron reorganizados en las RSF como una fuerza oficial bajo el mando del general Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemeti. Aunque durante un breve periodo compartieron gobierno con el ejército tras la revolución de 2019, en 2023 estalló el conflicto abierto por el control de Sudán.
Crímenes sistemáticos contra la población civil
La estrategia de la RSF es brutal y sistemática: capturan una ciudad, cercan hospitales, saquean ayuda humanitaria y aplican una política de violencia sexual y exterminio étnico, especialmente contra grupos africanos no árabes.
En El-Fasher, los relatos apuntan claramente a una limpieza étnica. Hombres jóvenes acribillados por llevar comida, mujeres violadas masivamente, niños obligados a presenciar asesinatos. Este patrón de exterminio tiene ecos oscuros del genocidio de Srebrenica (Bosnia, 1995) y refleja que la RSF no distingue entre civiles y combatientes.
El silencio internacional y la escasa cobertura mediática
La comunidad internacional parece paralizada. Ni grandes titulares ni resoluciones de emergencia acompañan la devastación de Darfur. Mientras se multiplican las sanciones contra otros conflictos más mediáticos, Sudán se derrumba lejos de los radares mediáticos.
La ONU ha lanzado llamados de emergencia, pero el acceso humanitario está bloqueado y los organismos internacionales abandonan una a una la región, ante el riesgo extremo. Estados como Egipto y Arabia Saudita, con influencia en el área, han guardado un silencio cómplice o diplomáticamente tibio.
Más que una guerra civil: riesgo de partición nacional
La caída de El-Fasher no solo representa una masacre más. Era el último bastión del ejército sudanés en la región de Darfur. Con esta derrota, gran parte del oeste sudanés queda bajo control de las RSF, mientras que el ejército resguarda la capital Jartum y zonas del norte y este.
Analistas temen que Sudán avance hacia una partición de facto, similar a lo ocurrido en Libia tras la caída de Gadafi o en Siria con los gobiernos paralelos. Sería un nuevo mapa de horror en África, con enclaves dominados por milicias autónomas e intereses globales confrontados.
¿Dónde están las potencias africanas?
Organizaciones regionales como la Unión Africana o IGAD (Intergovernmental Authority on Development) han fracasado estrepitosamente en establecer una hoja de ruta para la paz. Etiopía y Egipto, grandes actores en el Cuerno de África, están inmersos en sus propias tensiones, mientras que Sudáfrica mantiene una posición de no intervención.
El continente sufre una crisis de liderazgo diplomático ante conflictos como éste. No hay mediadores regionales creíbles, ni siquiera una cumbre africana de emergencia. Cada país parece mirar hacia adentro, mientras la tragedia colectiva se aproxima al genocidio silencioso.
¿Hay esperanza?
La única chispa de esperanza es la resiliencia del pueblo sudanés. A pesar del terror, millones resisten, migran, protegen niños ajenos, improvisan hospitales y cocinas comunitarias. Es esa fuerza civil —apenas cubierta por los medios— la que asegura que, aún en el horror, Sudán existe.
Pero el tiempo se acaba. Miles pueden morir en semanas, no en meses. Se requiere una acción contundente y coordinada de la ONU, la Liga Árabe, países vecinos y potencias como EE.UU., China y la Unión Europea. El genocidio nunca debe ser una noticia tardía.
Sudán grita en silencio. ¿Quién está escuchando?
