El robo en el Louvre: ¿cómo equilibrar la seguridad y la magia de los museos?

Tras el audaz robo de joyas en París, museos de todo el mundo enfrentan una compleja encrucijada: proteger el arte sin despojar al visitante de su experiencia emocional.

Una alarma global tras el golpe en el Louvre

El mundo del arte tembló tras el espectacular robo de joyas ocurrido en el Museo del Louvre en París. Aunque este tipo de delitos no es nuevo, la facilidad con la que el grupo de delincuentes burló las medidas de seguridad encendió las alarmas más allá de las fronteras francesas. Museos desde Washington hasta Berlín han comenzado una revisión interna de sus protocolos de seguridad, preguntándose: ¿Podría pasarnos a nosotros?

“La seguridad de los museos nunca ha sido algo que se toma a la ligera. Pero esto fue un recordatorio de que nunca se debe bajar la guardia,” explicó Doug Beaver, jefe de seguridad del National Museum of Women in the Arts en Washington. Una semana después del robo, él y un grupo de colegas de instituciones como el Smithsonian y la Galería Nacional de Arte ya habían definido un plan de contingencia basado en la experiencia del Louvre.

La paradoja de proteger sin aislar

“Los museos son santuarios, pero también son espacios de encuentro,” afirmó Beaver. La frase resume el dilema que enfrentan los profesionales encargados de proteger obras de arte invaluables. Es decir, ¿cómo lograr una seguridad robusta sin que la experiencia del visitante se convierta en un proceso asfixiante?

Esta aparente paradoja fue también reflejada en una carta publicada en el diario francés Le Monde, firmada por 57 museos de todo el mundo. Entre sus líneas, se leía: “Los museos no son fortalezas, ni tampoco cámaras acorazadas secretas. Su esencia está en su apertura y accesibilidad.”

El Louvre: un palacio medieval convertido en museo

El elemento arquitectónico no es menor. El Louvre no nació como museo. Es un palacio real medieval, y esa condición histórica representa hoy un reto colosal a la hora de diseñar sistemas de seguridad modernos. El jefe de la policía de París, Patrice Faure, reconoció ante el Senado francés que existían lagunas graves en los sistemas de vigilancia electrónicos del museo.

Por su parte, François Chatillon, el arquitecto jefe de monumentos históricos en Francia, apuntó: “No podemos colocar puertas blindadas y ventanas a prueba de robos por todos lados sólo porque ocurrió este hecho”. Agregar tales medidas pone en tensión otros aspectos cruciales como la conservación del patrimonio y la adaptación a los efectos del cambio climático.

Una seguridad que siempre mira al pasado

Para Nicholas O'Donnell, abogado especializado en arte y editor del Art Law Report, el problema de la seguridad en los museos es que tiende a prepararse para la última amenaza conocida, no para la próxima. En los últimos años, los atentados recientes han sido protagonizados por activistas que vandalizan obras de arte para lanzar mensajes políticos o ambientales.

“El primer impulso de los guardias del Louvre fue proteger a los visitantes, lo cual fue apropiado. No sabían si estaban ante un atentado más violento,” comentó O'Donnell. Pero también plantea la pérdida simbólica que implican estas medidas: “Mire la Mona Lisa, por ejemplo. Está detrás de un cristal grueso. Refleja tanto que apenas puedes verla. Eso ya no es una experiencia artística satisfactoria.”

Cooperación internacional ante una amenaza transnacional

La Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano, que gestiona los museos estatales de Berlín —y que ya sufrió un robo muy parecido en 2017— calificó el hecho en el Louvre como una alerta para «revisar la arquitectura de seguridad de nuestras instituciones».

Además, llamó a una mayor cooperación internacional e inversiones en tecnología, desde sistemas de videovigilancia de última generación hasta inteligencia artificial para el reconocimiento facial y análisis de comportamiento.

Museos de EE. UU. replantean sus vulnerabilidades

En Estados Unidos, la repercusión fue inmediata. Doug Beaver señaló que están examinando aspectos como el control del acceso de personal temporal, en especial obreros y contratistas, dado que los ladrones del Louvre estaban disfrazados como equipo de mantenimiento.

Desde que asumió en 2014, Beaver implementó reconocimientos automatizados de armas y prohibió ciertos objetos personales como botellas con líquidos. Aunque estas medidas causaron reacciones divididas entre el público, su implementación ayudó a construir una cultura de seguridad preventiva, sin llegar a un grado opresivo.

La experiencia del visitante: entre el riesgo y la fascinación

Para Patrick Bringley, ex guardia de seguridad del Met en Nueva York y autor del libro “All the Beauty in the World”, el alma del museo está en ofrecer una experiencia casi íntima con objetos que datan de miles de años. “La tragedia aquí,” dice Bringley, “es que este tipo de crímenes aleja cada vez más al visitante del objeto.”

La seguridad extrema puede llegar a vaciar a los museos de su encanto. “No queremos convertir los museos en aeropuertos,” afirma con dureza Robert Carotenuto, quien dirigió el centro de comando del Metropolitan Museum of Art por casi 15 años. “Mucha seguridad perimetral, pero olvidas que un tipo vestido de obrero puede parquear un camión de mudanza al lado del museo y llevarse una joya de millones.”

¿Qué sigue para los museos del mundo?

  • Implementación de tecnología avanzada: Cámaras térmicas, sensores de movimiento y sistemas de inteligencia artificial se perfilan como aliados clave.
  • Evaluaciones rutinarias e independientes: Los museos deberán someterse a auditorías externas de seguridad, incluso de manera sorpresiva.
  • Capacitación permanente del personal: Desde seguridad hasta guías, todos deben estar preparados para múltiples escenarios de riesgo.
  • Parámetros internacionales comunes: Establecer una red global de protocolos compartidos similar a la Interpol, pero para protección de patrimonio artístico.

La frágil belleza de lo accesible

Aunque los museos nacieron como templos de contemplación, hoy enfrentan amenazas parecidas a las de bancos o centros gubernamentales. No se trata de cerrar las puertas al público para proteger las obras, sino de reinventar los sistemas de vigilancia e interactividad.

Como bien dijo Bringley: “El arte es para tocar el alma, no sólo para ser custodiado.” La magia del museo no debe extinguirse bajo capas de vidrio y cámaras. Pero tampoco puede sobrevivir si está sujeta a sufrir de nuevo el golpe devastador de un robo como el del Louvre.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press