La caída del príncipe: el caso Andrew y el ocaso de un linaje intocable
De escándalos sexuales a la pérdida de títulos reales: el nuevo capítulo en la decadencia de un Windsor repudiado
Un príncipe en el exilio: el escándalo que estremeció a la Casa de Windsor
El relato de los Windsor está plagado de intrigas, romances prohibidos, destierros voluntarios y tragedias mediáticas. Pero lo ocurrido con el ex príncipe Andrés marca un hito dramático en la historia moderna de la monarquía británica. El hermano del rey Carlos III, otrora conocido como el duque de York, ha sido finalmente despojado de su título de príncipe real y expulsado de la residencia que ocupaba desde hacía más de veinte años, el Royal Lodge de Windsor.
La decisión no es menor ni simbólica. Supone romper con más de un siglo de tradición y confirma que la crisis de reputación causada por los lazos de Andrés con el abusador sexual condenado Jeffrey Epstein ya no podía ser contenida ni ignorada.
El efecto Giuffre: la voz que doblegó a la realeza
Virginia Roberts Giuffre, cuyo nombre será recordado por haber acusado públicamente al príncipe de haber abusado sexualmente de ella cuando apenas era una adolescente, falleció el pasado abril. Sin embargo, su legado ha cobrado más peso que nunca. A través de su testimonio —recogido en sus memorias publicadas recientemente— y su valentía al enfrentar a figuras poderosas, ha conseguido poner sobre las cuerdas incluso a un miembro de la familia real británica.
“Hoy, una chica estadounidense común logró derribar a un príncipe británico con su verdad y su coraje extraordinario”, expresó la familia de Giuffre tras el anuncio de la decisión del rey Carlos III. Las palabras no son exageradas: por primera vez desde 1919, un miembro de la familia real ha perdido formalmente su título de príncipe.
Una medida sin precedentes modernos
La última vez que un príncipe fue despojado de sus títulos ocurrió tras la Primera Guerra Mundial. En aquel entonces, el príncipe Ernesto Augusto de Hannover perdió su estatus real británico por apoyar a Alemania. Desde entonces, ni siquiera el escándalo de la abdicación de Eduardo VIII en 1936 (por amor a la divorciada estadounidense Wallis Simpson) había llegado a este punto de ruptura.
Ni el controvertido retiro del príncipe Harry a Estados Unidos, junto a su esposa Meghan Markle, ni las polémicas familiares recientes habían justificado una medida tan radical. Andrés, por otro lado, fue la gota que colmó el vaso.
Un pasado que lo condena
El vínculo de Andrés con Epstein no es nuevo. Desde hace una década, el príncipe mantenía contacto con el magnate de las finanzas, aún después de que este fuera condenado por abuso sexual. En 2019, tras una entrevista televisiva desastrosa en la que intentó “limpiar” su reputación sin mostrar compasión ni arrepentimiento, Andrés fue apartado de sus deberes reales.
En 2022, tras años de presión mediática y legal, resolvió su pleito civil en Estados Unidos mediante un acuerdo extrajudicial millonario con Giuffre. Aunque negó los hechos, aceptó la severidad de su sufrimiento como víctima.
Ahora, la revelación de nuevos correos electrónicos demuestra que el contacto con Epstein fue más prolongado de lo que públicamente había admitido. Además, ha surgido una acusación en Reino Unido que lo vincula con el intento de desacreditar a Giuffre a través de un guardaespaldas, lo que podría desembocar en consecuencias legales más serias.
¿Realeza o ciudadano común?
Desde este viernes, Andrés ha dejado de ostentar oficialmente su título de “Su Alteza Real” y es referido como Andrew Mountbatten Windsor. Vivirá ahora apartado en una propiedad distante del castillo de Windsor, financiada por su hermano, en la finca de Sandringham.
“La ciudadanía está harta de comportamientos impunes solo por portar sangre azul”, explicó el ministro de Comercio, Chris Bryant. “El rey ha hecho lo correcto. Andrés debe responder como cualquier civil”.
La presión aumentará. Políticos británicos insisten en que Andrés debería presentarse ante las autoridades de EE.UU. y responder preguntas ante posibles comités del Senado que investigan los crímenes y complicidades de Epstein. Incluso su familia política clama justicia: el hermano de Giuffre exige que Andrés termine entre rejas.
La monarquía, bajo fuego cruzado
Esta nueva sacudida llega en un contexto complicado para la Casa de Windsor. El rey Carlos III quiere preservar la institución centenaria en medio de tiempos donde la monarquía parece cada vez más obsoleta o desconectada del pueblo. Por eso, la decisión de retirarle los beneficios a Andrés no solo fue personal, sino estratégica.
Cada día, más británicos cuestionan el uso de fondos públicos en el mantenimiento de vidas de privilegio. Es por eso que ahora se investiga cómo Andrés consiguió financiar el Royal Lodge, inmueble que utilizaba con un alquiler simbólico conocido como “peppercorn rent”. Se sospecha de manejos poco claros.
El ocaso de un relevo improbable
Andrés, de 65 años, estaba entre los primeros seis en la línea de sucesión al trono, aunque nunca se consideró una opción viable. Comandante en la Marina Real y veterano de guerra, su imagen comenzó a decaer con una seguidilla de apariciones mediáticas desafortunadas, relaciones con personajes turbios y, finalmente, la sombra de Epstein.
“El príncipe Andrés ha sido durante años un factor de frustración para la familia real. Carlismo hubiese querido manejarlo de otra manera, pero el escándalo escaló fuera de control”, declaró Julian Payne, ex secretario de comunicaciones de la casa real.
Más allá del escándalo
Este capítulo tiene implicaciones que van más allá del morbo periodístico. Marca un precedente: con la decisión del rey, se establece que los títulos reales no son inmunidad frente a la justicia ni a la responsabilidad pública.
En palabras de Buckingham Palace, “estas sanciones son necesarias, aun cuando él niegue todas las acusaciones”. También se hizo hincapié en la solidaridad monárquica hacia las víctimas: “Sus Majestades desean dejar claro que sus pensamientos y máximas simpatías están y estarán siempre con las víctimas y supervivientes de cualquier forma de abuso”.
¿Cierre definitivo?
El caso Epstein sigue abierto. La caída pública de Andrés no implica el cierre de las investigaciones ni el fin de la exigencia de justicia para las víctimas. Existen múltiples interrogantes aún por resolver sobre el alcance de la red de Epstein y los personajes influyentes involucrados.
Para la monarquía británica, esto es un recordatorio de que la impunidad no tiene corona, y que los tiempos modernos exigen rendición de cuentas, sin importar el apellido o la sangre azul.
