La derecha cristiana, el trumpismo y el nuevo rostro de la derecha radical en EE. UU.

El enfrentamiento entre la política exterior conservadora, el antisemitismo implícito y la influencia del cristianismo nacionalista en el discurso político actual

La controversia desatada por la participación de figuras de la derecha radical como Tucker Carlson y el activista Nick Fuentes, sumada a la férrea defensa del presidente de la Heritage Foundation, Kevin Roberts, revela una peligrosa radicalización del movimiento conservador estadounidense, donde el nacionalismo cristiano y el discurso xenófobo ganan terreno.

La normalización de la extrema derecha desde los think tanks

La Heritage Foundation, uno de los centros de pensamiento más influyentes del conservadurismo estadounidense desde los años 70, ha sido tradicionalmente un bastión del establishment republicano. Sin embargo, con la llegada del trumpismo, sus valores se han desplazado hacia posturas cada vez más radicales. La reciente declaración de Kevin Roberts en defensa de Tucker Carlson —quien dio espacio en su pódcast a Nick Fuentes, conocido supremacista blanco y antisemita— confirmó ese giro ideológico.

Según Roberts, "la Fundación Heritage no se construyó cancelando a los nuestros", aludiendo a una supuesta caza de brujas dentro del conservadurismo, y defendió a Carlson como "un amigo cercano" del centro de pensamiento. Esta postura no sólo invisibiliza los problemas éticos y morales del discurso extremista, sino que blanquea a personajes cuyas declaraciones bordean o incurren directamente en el odio étnico y religioso.

Nick Fuentes y el blanqueamiento del extremismo

Nick Fuentes ha sido repetidamente criticado tanto por demócratas como por republicanos, incluidos el ex vicepresidente Mike Pence y varias figuras del GOP, por sus declaraciones negacionistas sobre el Holocausto y su defensa explícita de la supremacía blanca. Aun así, cada vez son más los sectores de la derecha que, en lugar de aislarlo, minimizan sus mensajes o lo justifican en nombre de la libertad de expresión o la causa anti-woke.

Recordemos que Donald Trump invitó a Fuentes a una cena en Mar-a-Lago en 2022, lo cual provocó indignación. Aunque Trump alegó que no sabía quién era, este tipo de encuentros tienen un fuerte poder simbólico, alimentando la sensación de aceptación por parte del poder.

El cristianismo nacionalista y la geopolítica

La defensa de Carlson y su aparente cercanía con Fuentes reflejan un creciente fenómeno: la influencia del nacionalismo cristiano dentro de ciertos círculos conservadores, especialmente en lo relacionado a política exterior. Kevin Roberts lo expresó abiertamente: "Los cristianos pueden criticar al Estado de Israel sin ser antisemitas".

Si bien es cierto que puede haber críticas legítimas al Gobierno israelí, el discurso se contamina cuando se mezcla con teorías conspirativas como la del "reemplazo blanco" o alusiones constantes a los "globalistas", en un lenguaje codificado que ha sido históricamente vinculado con tropismos antisemitas.

La Heritage Foundation publicó en 2024 el llamado Proyecto 2025, un manual de más de 900 páginas diseñado para orientar una reestructuración conservadora total del gobierno federal, con participación de numerosos ex funcionarios de Trump. Este documento ha hecho sonar las alarmas entre los demócratas, quienes temen una regresión autoritaria basada en religión, raza y nacionalismo estadounidense.

La batalla dentro del conservadurismo: realismo vs. extremismo

La defensa de figuras como Carlson por parte de instituciones establecidas muestra una fractura interna dentro de la derecha norteamericana. Por un lado, están los realistas pragmáticos, preocupados por la imagen internacional del país y la cohesión interna. Por el otro, los extremistas nacionalistas, que buscan cambiar las reglas del juego, redefinir la identidad nacional bajo parámetros étnicos y religiosos y romper con alianzas históricas como la de EE. UU. con Israel.

La cooperación con Israel ha sido una piedra angular del consenso bipartidista durante décadas. Sin embargo, la visión de Carlson y sus defensores pone esa alianza en jaque, al cuestionar abiertamente el apoyo diplomático, militar y económico a Tel Aviv, especialmente tras el conflicto con Hamas que se intensificó en 2023-2024.

¿La ascensión de una derecha civilizatoria?

Muchos de estos actores no sólo critican políticas específicas —lo cual sería válido bajo una democracia funcional— sino que intentan imponer una visión civilizatoria donde el cristianismo blanco tiene supremacía, y todas las demás expresiones religiosas o étnicas deben subordinarse. Esta visión ideológica es impulsada por autores como Steve Bannon, y encuentra eco cada vez mayor no solo en EE. UU., sino en países como Hungría, Polonia y Brasil, todos con líderes asociados a la nueva “internacional conservadora”.

En palabras del historiador Timothy Snyder, autor de "Sobre la tiranía", este tipo de discursos "usen la democracia para destruirla", plantando semillas de odio bajo la retórica de libertad y tradición.

La tibieza institucional ante el odio disfrazado

La reacción institucional ante estos hechos ha sido, en muchos casos, tibia. Mientras el presidente del Senado, Chuck Schumer, y la Coalición Judía Republicana (a través de Matt Brooks) expresaron su rechazo contundente a la postura de la Heritage Foundation, otros líderes republicanos han optado por el silencio o respuestas vagas.

  • Matt Brooks declaró sentirse “consternado, ofendido y disgustado”.
  • Schumer calificó el mensaje de Roberts como "una normalización del antisemitismo y de teorías conspirativas supremacistas".

Aun así, no se observan consecuencias políticas o expulsiones dentro del partido, lo que deja la puerta abierta para que estas ideas profundamente dañinas sigan ganando espacio. Este relativismo ético lleva a preguntas serias sobre el futuro de la centro-derecha estadounidense y la posibilidad de construir puentes reales hacia una oposición democrática.

La trampa del trumpismo cultural

El trumpismo no es sólo una postura política. Para muchos de sus seguidores, es una forma de identidad cultural y existencial. La defensa a ultranza de personas como Fuentes no se basa en una evaluación racional de sus ideas, sino en una necesidad de confrontación, de simbolismo, de performance populista.

Este fenómeno fue ejemplificado en el reciente acto de Halloween en la Casa Blanca, donde Donald y Melania Trump ofrecieron dulces a niños disfrazados, incluidos algunos vestidos como ellos. Lo que puede parecer un simple evento familiar se ha convertido en una alegoría del culto a la personalidad, con menores imitando roles adultos y reforzando un icono político desde la infancia.

El acto ocurrió mientras el país enfrentaba una crisis presupuestaria, con el gobierno parcialmente cerrado por falta de acuerdo entre el Congreso y la Casa Blanca. No obstante, el show continuó, con calabazas, trajes patrióticos y slogans nacionalistas, como si fueran más reales que los propios problemas del país.

El poder de la iconografía: del disfraz al dogma

La política contemporánea, como bien lo explican autores como George Lakoff y Jonathan Haidt, se nutre de marcos culturales y morales, más que de argumentos racionales. Vestirse como Trump, portar gorras de “USA” o repetir lemas nacionalistas no es solamente folclore político; es una afirmación de pertenencia y superioridad. En este ecosistema, figuras como Carlson y Fuentes funcionan como profetas de una moral alternativa.

Con infraestructuras como la Heritage Foundation dándoles legitimidad, sus mensajes encuentran eco en millones de oyentes, lectores y votantes. Los algoritmos de redes sociales hacen el resto, amplificando las cámaras de eco y alimentando un discurso peligrosamente excluyente.

¿Un camino hacia la desradicalización?

La única salida posible pasa por una renovación del discurso democrático dentro del conservadurismo. No se trata de expulsar a todos los que estén a la derecha del centro, sino de marcar líneas claras entre el desacuerdo político y la promoción de ideas totalitarias.

El peligro no está solo en quienes dicen cosas extremas, sino en quienes, como Kevin Roberts, minimizan esos discursos en nombre de una falsa unidad o de una lealtad tribal. Es hora de que los líderes institucionales abandonen la ambigüedad y tomen posiciones claras.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press