Quakers en el siglo XXI: el renacimiento silencioso de una fe de paz y activismo
Cómo una antigua tradición encuentra eco entre los jóvenes en busca de calma, espiritualidad y justicia social
Una fe silenciosa gana nuevos seguidores
En un mundo saturado de ruido, caos digital y polarización política, un creciente número de jóvenes estadounidenses está redescubriendo una antigua fe cristiana basada en la quietud, simplicidad y justicia: los cuáqueros o miembros de la Religious Society of Friends.
Uno de los epicentros de este renacimiento se encuentra en la Arch Street Meeting House, en el casco histórico de Filadelfia. Allí, cada semana, hasta 100 personas —muchas de ellas menores de 35 años— se congregan en silencio absoluto para buscar guía espiritual a través de lo que los cuáqueros llaman la “Luz Interior”.
¿Quiénes son los cuáqueros?
Los cuáqueros son miembros de un movimiento cristiano originado a mediados del siglo XVII en Inglaterra. Su fundador, George Fox, promovía una relación directa e individual con Dios, sin necesidad de sacerdotes, liturgia o sacramentos. Su énfasis estaba en el testimonio interno y no en los rituales externos.
Su nombre proviene de un comentario peyorativo de un juez que llamó «Quaker» (tembloroso) a Fox por su fervor religioso. El término terminó adoptándose como símbolo de humildad y fe radical.
Principios fundamentales: SPICES
La espiritualidad cuáquera se estructura en seis valores esenciales, conocidos por el acrónimo SPICES:
- Simplicidad: vivir sin lujos innecesarios, enfocándose en lo esencial.
 - Paz: rechazo a la guerra o violencia, buscando siempre la reconciliación.
 - Integridad: coherencia entre los valores y las acciones personales.
 - Comunidad: importancia del apoyo mutuo y participación colectiva.
 - Igualdad: todos somos iguales ante Dios, sin jerarquías ni clases.
 - Mayordomía: cuidado responsable del mundo material y espiritual.
 
Una forma única de adoración
A diferencia de otras religiones, las reuniones de culto cuáqueras no cuentan con clero, música, sermones, ni símbolos religiosos. En su lugar, los asistentes se sientan juntos en silencio, buscando inspiración divina. Cualquier persona puede levantarse a hablar si siente que Dios le ha comunicado algo.
Este modelo ha resultado especialmente atractivo para personas agobiadas por la constante estimulación de la vida moderna. "Es como respirar profundo en medio del caos", dice Valerie Goodman, una joven artista que asiste regularmente a Arch Street.
Un espacio para reconectar con uno mismo
Este enfoque contemplativo encuentra eco entre muchos jóvenes que han abandonado otras tradiciones cristianas más dogmáticas o jerárquicas. Para ellos, el espacio cuáquero no solo ofrece recogimiento, sino también un entorno horizontal donde cada persona es reconocida como una voz espiritual válida.
"Lo que pasa dentro de ti es tan importante como lo que pasa fuera", señala Goodman. Esa autenticidad ha sido vital para revertir la caída en la asistencia que sufrió esta fe durante el siglo XX.
Activismo desde la paz
Los cuáqueros son reconocidos no solo por su espiritualidad, sino por su compromiso histórico con la justicia social. Desde sus inicios, lucharon contra la esclavitud, promovieron los derechos de las mujeres y reivindicaron la objeción de conciencia ante guerras.
En los últimos años, han marchado contra abusos a inmigrantes o por los derechos LGBTQ+. En palabras de Emily Philbrook, una joven cuáquera que se casó en ceremonia tradicional: "Cuando el país se polariza, más personas buscan una comunidad centrada en la paz y la equidad".
Matrimonios sin oficiantes
Una de las tradiciones más distintivas es su forma de casamiento. Las bodas cuáqueras son autogestionadas: no hay oficiantes; la pareja simplemente intercambia votos tras un período de silencio, frente a familiares y amigos que luego firman el certificado como testigos.
Benjamin Barger y Emily Philbrook celebraron su unión de esta forma en Arch Street. Dos días después, regresaron al culto vestidos de manera informal y con camisetas de los Eagles, símbolo de la acogida de la comunidad.
La joya de la corona: Arch Street Meeting House
Construido a principios del siglo XIX en terreno donado por William Penn, el fundador cuáquero de Pensilvania, este edificio es uno de los lugares más representativos de esta fe en el mundo. De hecho, algunos lo llaman el “Westminster Abbey del cuáquerismo”.
Durante décadas, enfrentó la disminución de fieles, pero en la pospandemia ha experimentado una notable recuperación, en parte gracias a la labor educativa y digital del Arch Street Meeting House Preservation Trust.
Rompiendo mitos y prejuicios
Una gran mayoría de visitantes suelen llegar creyendo que los cuáqueros están extintos, o los confunden con menonitas o amish. Muchos mencionan con humor la marca comercial Quaker Oats, que sin relación con la religión, adoptó el símbolo de un hombre en ropa tradicional por su asociación con integridad.
“La gente cree que somos una pieza de museo”, dice Hazele Goodrich, la primera mujer afroamericana en presidir Arch Street. “Pero aquí estamos, vivos, creciendo… y en silencio”.
Una fe en expansión global
Hoy se calcula que hay unos 400,000 cuáqueros en el mundo. Sorprendentemente, no están concentrados en Europa o Norteamérica, sino en África: más del 50% de los miembros viven en Kenia, donde adoptan formas más expresivas de adoración con cantos, bandas musicales y evangelismo activo.
Mientras tanto, los cuáqueros tradicionales en EE.UU. insisten en conservar la rutina silenciosa de sus ancestros.
Silencio como resistencia cultural
En una sociedad cada vez más ruidosa, consumir contenido en todo momento parece inevitable. Por eso, el redescubrimiento del silencio como forma de espiritualidad ha cobrado un nuevo valor. Aurora Reardanz, otra joven miembro, recuerda su primera experiencia cuáquera a los 15 años: “Pensé que era una secta… el silencio me aterrorizó”. Hoy, dice: “Aprendí a amar esa quietud. Ahora es liberadora”.
¿Cuál es el secreto detrás de este resurgimiento?
Además de su énfasis en paz, comunidad e igualdad, Arch Street ha adoptado herramientas modernas —visitas virtuales, redes sociales y campanas interactivas— para dar a conocer esta fe. Con ello, han atraído no solo a curiosos, sino a personas que buscan algo más profundo.
“No buscamos convertir a los demás”, concluye Alec Unkovic, encargado de la presencia digital de Arch Street. “Solo queremos que sepan que, en esta ciudad tan ruidosa, hay una puerta abierta hacia el silencio”.
En tiempos donde todo debe ser inmediato, la propuesta cuáquera parece radical: pausar para escuchar lo esencial. Y para una nueva generación hambrienta de sentido, esa propuesta puede ser más revolucionaria que cualquier grito.
