Tensión en la frontera: Pakistán, Afganistán y el complejo tablero del conflicto regional
Una tregua frágil entre vecinos en armas y la difícil tarea de contener la violencia transfronteriza en Asia del Sur
Pakistán y Afganistán son dos países vecinos con una historia profunda de vínculos culturales, económicos y religiosos, pero también con una larga lista de disputas, agravadas por décadas de conflictos armados, presencia de milicias terroristas y tensiones políticas.
En octubre de 2025, ambos países se vieron envueltos en uno de los episodios más violentos de los últimos años, con intercambios de fuego a lo largo de la frontera que dejaron decenas de muertos. A pesar de una aparente tregua, la región sigue siendo un polvorín que amenaza con reavivar viejos conflictos.
La chispa del conflicto: ataques aéreos y represalias
Todo comenzó cuando Pakistán lanzó ataques aéreos dentro del territorio afgano, argumentando que tenía como objetivo a militantes del Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), conocidos como los talibanes pakistaníes. Según fuentes oficiales pakistaníes, estos ataques estaban dirigidos a insurgentes responsables de varios atentados dentro de sus fronteras.
Sin embargo, el gobierno talibán de Afganistán denunció que los muertos fueron principalmente civiles. En respuesta, fuerzas afganas atacaron puestos fronterizos pakistaníes, lo que elevó la cifra de muertos y generó una cascada de declaraciones cruzadas entre ambas naciones.
Pakistán reportó la pérdida de 23 soldados, mientras que Afganistán aseguró haber matado a 58 militares enemigos. Las cifras, comúnmente infladas o subestimadas según la fuente, reflejan la gravedad del enfrentamiento.
Turquía y Catar: nuevos mediadores en la región
En medio del creciente riesgo de una guerra abierta, Turquía y Catar intervinieron como mediadores, organizando primero un encuentro en Doha, el cual derivó en un cese al fuego acordado el pasado 19 de octubre. Posteriormente, las delegaciones de ambos países estuvieron en Estambul durante seis días tratando de establecer las condiciones para prolongar la tregua.
Finalmente, lograron un compromiso preliminar de mantenimiento del alto al fuego. Aunque el acuerdo ha evitado nuevas confrontaciones a gran escala, el ambiente sigue cargado de desconfianza.
El problema constante del TTP
Uno de los focos principales de tensión es el papel del Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), una organización insurgente responsable de más de mil ataques en suelo pakistaní desde su creación en 2007, según el Instituto de Estudios de Paz de Pakistán.
El TTP, aunque tiene raíces comunes con los talibanes afganos, opera de forma independiente pero ha ganado fuerza desde que los talibanes tomaron el poder en Kabul en agosto de 2021. Pakistán alega que estos combatientes se refugian en Afganistán y usan ese territorio como base para atacar.
“No buscamos una escalada de hostilidades, pero esperamos que el gobierno afgano cumpla su responsabilidad de impedir que su suelo sea utilizado en nuestra contra”, declaró Tahir Andrabi, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Pakistán.
Esta exigencia se ha convertido en el tema central de las negociaciones, y su cumplimiento real parece aún lejos.
Refugiados atrapados y comercio paralizado
El conflicto ha generado una crisis humanitaria en la frontera, especialmente en los principales pasos fronterizos como Chaman y Torkham. Desde el cierre de estos cruces tras los combates, miles de camioneros, comerciantes y refugiados quedaron atrapados a ambos lados.
Pakistán ha facilitado el retorno de refugiados afganos únicamente desde el paso de Chaman, pero mantiene cerrado el vital cruce de Torkham por motivos de seguridad. Mientras tanto, Afganistán anunció que Torkham se reabrirá solo para el paso de refugiados, aunque Pakistán no lo ha confirmado.
El embajador afgano en Islamabad, Ahmad Shakeeb, criticó públicamente el cierre, alegando que miles de afganos estaban varados sin alimentos ni medicamentos. La publicación de esta denuncia en redes sociales generó controversia, ya que Andrabi consideró que violó los protocolos diplomáticos.
Una campaña de deportaciones masivas
Desde 2023, Pakistán ha iniciado una polémica campaña para deportar a más de un millón de migrantes ilegales, la mayoría de ellos afganos. Según Human Rights Watch, esta política ha generado denuncias de violaciones de derechos humanos, ya que muchos de los deportados han sido repatriados forzosamente sin asistencia humanitaria.
El contexto complica aún más las frágiles relaciones entre ambos países. La decisión de Islamabad ha sido interpretada por Kabul como una medida hostil, mientras que Pakistán argumenta que su seguridad interna está siendo comprometida por ataques con origen transfronterizo.
Los actores internacionales y sus intereses
Detrás de este conflicto bilateral subyace el interés geoestratégico de actores internacionales. Estados Unidos ha reducido su influencia directa desde la retirada en 2021, pero sigue preocupado por el resurgimiento de grupos como Al Qaeda y Estado Islámico (ISIS-K) en la región. Estos grupos han intentado llenar el vacío dejado por la salida de fuerzas occidentales.
Por otro lado, potencias como China y Rusia observan con atención. China, que comparte frontera con Afganistán a través del estrecho corredor de Wakhan, ha expresado su interés en contener el terrorismo islamista por sus implicaciones en Xinjiang. Además, ha incrementado su inversión en proyectos de infraestructura fronterizos con Pakistán, como parte del Corredor Económico China-Pakistán (CPEC).
“Un conflicto regional en Asia del Sur alteraría no solo el equilibrio diplomático, sino también las principales rutas comerciales y energéticas de la Nueva Ruta de la Seda”, señala Zhou Bo, experto en relaciones sino-pakistaníes.
La pregunta central: ¿pueden mantener la paz?
La historia entre Pakistán y Afganistán no deja demasiado espacio para el optimismo. Ambos han acusado al otro de intervención, apoyo a insurgencias opuestas y violaciones territoriales. Sin una arquitectura regional de seguridad estable, los acuerdos como el alcanzado en Estambul pueden resultar transitorios.
La próxima ronda de negociaciones prevista para el 6 de noviembre será clave. Qatar y Turquía han demostrado ser actores hábiles en diplomacia regional, pero los desafíos estructurales —milicias activas, refugiados, polarización política y falta de confianza— siguen ahí, latentes y amenazantes.
¿Puede realmente Afganistán controlar al TTP en su territorio? ¿Está dispuesto Pakistán a reducir las deportaciones como gesto de buena voluntad? ¿Qué papel puede jugar la comunidad internacional para evitar otra escalada fronteriza?
Por ahora, el cese al fuego se sostiene con hilos finos, mientras camiones vacíos esperan permiso para avanzar y familias enteras aguardan una frontera que no termina de abrirse.
La región de Asia del Sur, una vez más, observa cómo dos de sus protagonistas se debaten entre la guerra y una incierta paz.