Trump, armas nucleares y refugiados afrikaners: ¿un regreso a la Guerra Fría disfrazado de política migratoria?
Entre insinuaciones de pruebas nucleares y políticas migratorias polémicas, Donald Trump reaviva conflictos internacionales con ecos nucleares y raciales
Por Redacción
La ambigüedad peligrosa de las pruebas nucleares
Durante el mes de octubre de 2025, Donald Trump, en su calidad de presidente de los Estados Unidos, lanzó una bomba mediática (figurada, por ahora) que resonó en los pasillos del Pentágono y en los ecosistemas diplomáticos del mundo: insinuó la posibilidad de que EE. UU. reanude las pruebas nucleares subterráneas, algo que no ocurre desde 1992. "Ya veremos pronto", dijo enigmáticamente a los periodistas que lo acompañaban en el Air Force One rumbo a Florida.
Aunque no ofreció detalles concretos, la frase "vamos a hacer algunas pruebas" abrió de nuevo el debate sobre el estatus del arsenal nuclear estadounidense, así como del equilibrio geopolítico con potencias como Rusia y China. Trump añadió que otros países realizan pruebas y que Estados Unidos debería actuar en consecuencia, lanzando así una amenaza velada al tratado no ratificado por EE. UU., el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT por sus siglas en inglés).
Un tratado incumplido... ¿intencionadamente?
Desde su adopción en los años 90, el CTBT ha sido un pilar informal de estabilidad entre las potencias nucleares. Aunque Estados Unidos lo firmó en 1996, el Senado nunca lo ratificó, argumentando razones de seguridad nacional. Sin embargo, EE. UU. ha respetado de facto la prohibición de pruebas nucleares, limitándose a simulaciones y pruebas de lanzamiento de misiles, sin detonar cabezas nucleares.
Trump, con su estilo característico, ha lanzado declaraciones que mezclan ambigüedad y provocación. Ni el Pentágono ni el Departamento de Energía han querido aclarar si la administración actual considera concretamente reanudar las pruebas subterráneas, lo que ha generado confusión incluso dentro del propio gobierno. Richard Correll, nominado para liderar el Comando Estratégico de las Fuerzas Armadas, declaró ante el Senado: "No estoy leyendo nada dentro o fuera de esas declaraciones".
Rusia responde: ojo por ojo… nuclear
La reacción rusa no se hizo esperar. Mientras Trump cavilaba sobre la posibilidad de pruebas nucleares, el Kremlin anunciaba el desarrollo de nuevas armas nucleares: un dron submarino impulsado por energía atómica y un misil de crucero con propulsión nuclear. Aunque Rusia insistió en que no ha hecho pruebas con explosivos nucleares, advirtió que si EE. UU. reanuda sus pruebas, ellos podrían hacer lo mismo.
La amenaza de regresar a una dinámica de Guerra Fría, con pruebas nucleares intermitentes y discursos intimidantes, revivió fantasmas que hace tiempo creíamos enterrados. Según Hans Kristensen, director del Proyecto de Información Nuclear de la Federación de Científicos Americanos: "Volver a las pruebas nucleares sería como abrir la caja de Pandora en pleno siglo XXI".
Refugiados selectivos: la polémica con Sudáfrica
Pero ahí no termina el enfoque conflictivo de Trump hacia la política internacional. Casi al mismo tiempo, su administración anunció un cambio en sus reglas migratorias: priorizaría a los Afrikáneres (blancos de ascendencia holandesa en Sudáfrica) dentro de su cuota anual de refugiados, que, por cierto, fue drásticamente recortada a 7.500 personas, una caída impresionante desde los 125.000 permitidos anteriormente.
Trump justificó la medida asegurando que hay un "genocidio blanco" en Sudáfrica, una narrativa ampliamente desmentida por analistas y organizaciones internacionales. Aun así, su gobierno decidió ofrecer asilo preferente a los Afrikáneres, lo que generó fuertes reacciones del gobierno sudafricano. El portavoz del Departamento de Relaciones Internacionales del país africano, Chrispin Phiri, fue contundente: "La afirmación de un ‘genocidio blanco’ en Sudáfrica es desacreditada y no está respaldada por pruebas confiables".
¿Un movimiento electoral o ideológico?
Muchos observadores interpretan esta política como un intento de Trump de movilizar su base más conservadora, que suele simpatizar con ideologías contrarias a las políticas de inmigración tradicionales basadas en necesidad humanitaria. De hecho, el propio argumento para permitir la entrada de Afrikáneres rompe con décadas de criterio migratorio: vulnerabilidad, y no raza o etnia, debe ser el factor rector.
No obstante, dentro del propio colectivo Afrikáner, ha habido rechazo. Un grupo destacado de académicos, políticos y empresarios firmó una carta en la que rechazan tratar a los blancos sudafricanos como refugiados especiales: "La idea de que los sudafricanos blancos merecen un estatus de asilo especial por su raza socava los principios del programa de refugiados".
AfriForum: el matiz que mantiene viva la narrativa
Mientras el discurso oficial sudafricano y gran parte de la comunidad Afrikáner rechazan el relato de genocidio, AfriForum, un influyente grupo de presión, matizó su posición: si bien no califica los ataques a granjeros blancos como genocidio, sí considera que existe una inseguridad sistemática hacia los Afrikáneres. Su portavoz, Ernst van Zyl, expresó: "No nos burlamos ni rechazamos la oferta de Trump. Algunos Afrikáneres querrán aplicar, especialmente aquellos afectados por ataques en granjas o por políticas discriminatorias del gobierno".
En mayo de 2025, un grupo de 59 sudafricanos blancos fue recibido con celebraciones en Estados Unidos tras obtener el asilo. La imagen fue simbólica: refugiados blancos llegando a un país que durante décadas ha cerrado las puertas a migrantes de otras etnias en contextos igualmente o más violentos.
¿Geopolítica, populismo o nostalgia imperial?
Ambos temas —la sugerencia del reinicio de pruebas nucleares y la preferencia en políticas migratorias hacia un grupo blanco— apuntan a una estrategia de nostalgia política, centrada en supremacía armamentista y selectividad étnica.
Mientras Rusia avanza con misiles hipersónicos, drones submarinos y nuevas alianzas defensivas, EE. UU. juega con la posibilidad de volver a detonar su poder atómico bajo tierra. Y mientras miles de refugiados de Haití, Afganistán, Siria, Venezuela y otras regiones enfrentan trabas burocráticas y rechazos, se les dan oportunidades “especiales” a otros por su color de piel.
La Unión de Científicos Preocupados ya alertó en múltiples ocasiones que un regreso a los ensayos nucleares tendría repercusiones devastadoras, tanto medioambientales como diplomáticas. “Cada prueba nuclear crea un precedente que debilita el sistema internacional de no proliferación”, declaró Shannon Bugos, analista en armas nucleares.
Un DeLorean hacia el pasado
La era Trump, impulsada por una ideología identitaria y una visión personalista del poder estadounidense, parece ignorar las cicatrices históricas que dejaron eventos como la crisis de los misiles de Cuba, el desastre ambiental de pruebas nucleares en el Pacífico y el racismo institucional en políticas humanitarias. Las decisiones actuales, aunque aún en fase de retórica o diseño, tienen el potencial de reconfigurar el escenario mundial en términos muy similares a los de la Guerra Fría.
No se trata solo de si EE. UU. volverá a hacer explotar bombas bajo la superficie de Nevada. Se trata de decidir qué tipo de potencia quiere ser en el siglo XXI: ¿una que lidera con ética y diplomacia o una que impone miedo con amenazas e ideologías excluyentes?
