La otra cara de la doctrina Trump: ¿Paz a través de la fuerza o caos geopolítico?
El enfoque de Trump en política exterior mezcla amenaza nuclear, improvisación estratégica y postura agresiva. ¿Es esto una reformulación moderna del legado de Reagan o un giro peligroso hacia la inestabilidad internacional?
La evolución del "pacificador" Trump
Cuando Donald Trump asumió su primer mandato como presidente de Estados Unidos en 2017, declaró que su gobierno no se mediría solo por las guerras ganadas, sino por las que se evitaban. En su discurso inaugural, mencionó su deseo de construir un legado como "pacificador". Sin embargo, los acontecimientos recientes durante su segundo mandato están dejando más preguntas que respuestas sobre la coherencia y seguridad de su estrategia global.
“Paz a través de la fuerza”: reinterpretando a Reagan
Trump adoptó el mantra "paz a través de la fuerza" popularizado por Ronald Reagan durante la Guerra Fría. En teoría, esto implica una política exterior basada en la disuasión mediante un poder militar y económico superior. No obstante, mientras Reagan avanzó hacia acuerdos de desarme nuclear y estabilización global, Trump ha optado por medidas de confrontación, amenazas públicas y despliegues militares provocadores.
Como ocurrió en la visita reciente de Trump a Asia, donde canceló abruptamente negociaciones comerciales con Canadá e impuso tarifas del 10% citando un anuncio televisivo canadiense que criticaba su política comercial. Además, en medio de reuniones con líderes de Malasia y Corea del Sur, ordenó ataques navales a presuntos narcolanchas en el Pacífico.
¿Desenterrando la Guerra Fría?
Uno de los puntos más controvertidos fue su proclamación en redes sociales, minutos antes de una reunión clave con Xi Jinping, sobre la posible reanudación de pruebas nucleares subterráneas por parte de Estados Unidos. Este tipo de detenciones nucleares, abandonadas desde hace décadas, solo han sido realizadas por Corea del Norte en el siglo XXI.
¿Se trató de bravuconería o de una amenaza real? Nadie lo sabe. Ni siquiera el secretario de Defensa, Pete Hegseth, ha ofrecido claridad. “Aseguraremos que nuestra capacidad nuclear sea la más fuerte del mundo”, dijo, reafirmando la doctrina de “paz a través de la fuerza”.
El factor impredecible
Una constante del segundo mandato de Trump es la aparente ausencia de una estrategia diplomática estructurada. Mientras en términos públicos ostenta una postura de poderío, en pocos días ha cambiado posturas sobre Ucrania, Venezuela e Irán. Esta ambigüedad desconcierta a aliados y adversarios por igual.
“Esto es producto de la falta de proceso”, dijo Ian Kelly, exembajador en Georgia. “No hay consulta con el Congreso ni con aliados estratégicos. Es una operación clásica de arriba hacia abajo”.
Estas inconsistencias ponen en tela de juicio la credibilidad estadounidense, que históricamente ha sido un cimiento de su influencia global. Autocracias podrían ver las constantes idas y venidas como falta de liderazgo, mientras que socios tradicionales podrían dudar de compromisos de defensa mutua.
Intervenciones sin guerra abierta
No obstante, Trump ha sabido evitar, hasta ahora, enredos a gran escala que lo asocien con conflictos prolongados como Irak o Afganistán. En este contexto, destaca el ataque en junio contra instalaciones nucleares en Irán, que según él “destruyó completamente” el programa nuclear iraní. Aunque la ONU cuestiona esa afirmación, lo cierto es que ningún soldado estadounidense resultó herido.
También ha intensificado operaciones militares contra el narcotráfico en el Caribe, especialmente cerca de Venezuela, sin llegar a una confrontación directa con el régimen de Nicolás Maduro. Esto ha tenido impactos visibles sobre los grupos criminales pero, según expertos como Justin Logan del Cato Institute, podría desatar un nuevo tipo de guerra estadounidense en “el patio trasero”.
“Parecen preferir ataques breves y fulminantes para luego proclamar que el problema ha sido resuelto”, señala Logan. “Pero quizá descubramos más tarde que nada se ha solucionado realmente”.
El giro militar en América Latina
Uno de los movimientos más llamativos fue el traslado del portaviones USS Ford, junto con miles de marinos, desde el Mediterráneo hacia aguas cercanas a Venezuela. Una decisión que evocó estrategias de los años 60 durante la Doctrina Monroe y que supone el mayor despliegue regional en más de medio siglo.
Esta maniobra, combinada con operaciones contra embarcaciones narcotraficantes, es vista por analistas como un mensaje tanto para Maduro como para otros líderes de la región.
Un juego de alto riesgo con armas nucleares
Los comentarios imprecisos sobre pruebas nucleares subterráneas reactivaron viejos temores de una carrera armamentística. Desde 1992, EE.UU. ha mantenido una moratoria sobre ese tipo de pruebas, firmando el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT), aunque nunca lo ratificó.
En caso de que efectivamente se reactive, el escenario geopolítico podría tornarse mucho más volátil. Rusia, China e incluso potencias emergentes como India o Pakistán podrían seguir el mismo camino.
¿“Paz” o intimidación global?
Trump busca proyectar la imagen de un líder firme que no se deja intimidar. En muchos círculos conservadores estadounidenses, esto calza con la idea de una América fuerte y temida. Sin embargo, el uso excesivo de fuerza, las amenazas virales en redes sociales y la falta de coherencia estratégica podrían tener un efecto contrario.
- En 1983, Reagan fue duramente criticado por la invasión de Granada. Al dejar el poder en 1989, era considerado un pacificador por su rol en el fin de la Guerra Fría.
- En 2025, Trump podría estar transitando una senda similar... o marcando el rumbo hacia un nuevo ciclo de conflictos incipientes.
Fractura interna y efectos electorales
El enfoque de Trump también ha causado choques dentro del conservadurismo. Figuras como Tucker Carlson, Charlie Kirk o Marjorie Taylor Greene han cuestionado la posibilidad de embarcarse en nuevas guerras, incluso si son de bajo impacto militar para EE.UU. La base de apoyo de Trump, que a menudo rechaza intervenciones militares extranjeras, podría volverse volátil si la política exterior abandona la retórica pacifista.
Esto coincide con una creciente impaciencia del electorado estadounidense respecto al uso de recursos en misiones extranjeras cuando persisten desafíos internos como la inflación, la salud pública y la seguridad fronteriza.
¿Un legado duradero o una bomba de tiempo?
De momento, Trump mantiene su etiqueta de “pacificador” entre sus seguidores, apoyado por el hecho de que no ha declarado una guerra formal. Pero los expertos alertan que las dinámicas que está impulsando —desde reactivar la carrera armamentística nuclear hasta intervenciones directas en América Latina— podrían dejar profundas marcas negativas para futuras generaciones.
El verdadero saldo de su “doctrina de fuerza” solo podrá medirse con el tiempo. Pero hoy, más que nunca, el mundo observa con inquietud cómo la superpotencia reescribe las reglas de la diplomacia global con tuitazos, portaaviones e improvisación.
