La revolución silenciosa del Tallgrass Trailblazer: ¿El futuro del carbono está bajo tierra?

Entre protestas, demandas y fracasos millonarios, un solo proyecto de captura de carbono emerge como ejemplo de cooperación y éxito: así es como Tallgrass logró lo que otros no pudieron.

Una era de cambio climático y soluciones tecnológicas

En pleno siglo XXI, la humanidad enfrenta uno de sus desafíos más titánicos: el cambio climático. Las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando, y con ellas, los debates sobre cómo reducirlas. Entre las propuestas que han cobrado fuerza en los últimos años está la captura y almacenamiento de carbono (CCS, por sus siglas en inglés), una tecnología prometedora pero también polémica.

Mientras múltiples empresas en Estados Unidos han intentado implementar proyectos de grandes oleoductos para transportar dióxido de carbono a sitios de almacenamiento subterráneo, muchas se han topado con la desconfianza ciudadana, legislaciones restrictivas y demandas civiles. Sin embargo, un proyecto ha logrado sortear todos estos obstáculos y está operando con relativa armonía: el Tallgrass Trailblazer Pipeline.

Tallgrass Trailblazer: Una excepción en el turbulento mundo del CCS

En septiembre de 2025, la empresa Tallgrass Energy logró algo que parecía inalcanzable: poner en funcionamiento un oleoducto de captura de carbono multilateral que conecta 12 plantas de etanol (11 en Nebraska y una en Iowa) con un sitio de almacenamiento en el sudeste de Wyoming, donde el CO₂ es inyectado a más de 9.000 pies bajo tierra.

El logro es trascendental, no solo por la magnitud del proyecto, sino también por la forma en que fue implementado: con colaboración comunitaria, sin imponer y ofreciendo beneficios tangibles a las comunidades a lo largo de la ruta.

¿Por qué es importante capturar carbono de plantas de etanol?

Para entender la relevancia de Trailblazer, hay que entender cómo el etanol se produce. Su proceso de fermentación de maíz emite grandes cantidades de dióxido de carbono. Si este gas se captura y almacena, las plantas pueden reducir su índice de intensidad de carbono, lo cual:

  • Las hace elegibles para beneficios fiscales federales.
  • Permite que su etanol se convierta en combustible de aviación sostenible (SAF), un mercado proyectado en 50 mil millones de galones al año, según estimaciones del sector.

“Sustainable aviation fuel es un mercado gigantesco que está esperando a que alguien dé el primer paso”, declaró Tom Buis, CEO de la American Carbon Alliance.

Otros lo intentaron… y fracasaron

El éxito de Tallgrass contrasta con los problemas enfrentados por otras compañías. Por ejemplo, Summit Carbon Solutions, basada en Iowa, ha intentado construir una red de ductos que cruzaría cinco estados. A pesar del respaldo de la industria agrícola y plantas de etanol, el proyecto ha sido severamente rechazado por dueños de terrenos y legisladores estatales preocupados por la seguridad y el uso de eminent domain.

Las autoridades de Dakota del Sur prohibieron esta figura legal para oleoductos de carbono, obligando a Summit a modificar rutas en su propuesta. El costo inicial del proyecto se ha disparado, sin una fecha definida para su ejecución.

La clave: negociar, no imponer

¿Qué hizo diferente a Tallgrass? Según múltiples líderes comunitarios y autoridades locales, el enfoque de la empresa fue diametralmente opuesto al de otros proyectos.

“Ojalá todas las compañías energéticas respetaran a las comunidades como lo hizo Tallgrass,”

— Jane Kleeb, fundadora de Bold Nebraska

Tallgrass trabajó directamente con Bold Nebraska, un grupo ciudadano que históricamente ha luchado contra oleoductos invasivos como Keystone XL. Juntos crearon un fondo de inversión comunitaria que comenzó con una aportación de $500,000 y que incluirá pagos anuales según el volumen de CO₂ procesado — estimando $7 millones distribuidos hasta 2035 en 31 condados de cuatro estados.

Además, la empresa se comprometió a:

  • Valorar seriamente las servidumbres de paso y easements.
  • Ser transparente en los procesos de adquisición de tierras.
  • Realizar esfuerzos de educación comunitaria.

“Negociaron con nosotros en lugar de empujarlo a la fuerza,” dijo Lee Hogan, comisionado de condado de Adams, Nebraska.

¿Qué dice la ciencia sobre almacenar CO₂ bajo tierra?

La Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. (EPA) regula la inyección subterránea de CO₂ para garantizar que no se contaminen acuíferos de agua potable. El dióxido de carbono es almacenado en formaciones rocosas porosas a más de un kilómetro bajo superficie, donde queda atrapado por miles de años.

Jessie Stolark, directora ejecutiva de la Carbon Capture Coalition, explicó que este proceso imita lo que ocurre naturalmente en formaciones geológicas y es, hasta ahora, una de las pocas tecnologías viables para remover grandes cantidades de emisiones ya generadas.

¿Es replicable el modelo Tallgrass?

Jack Andreasen Cavanaugh, investigador de política energética en la Universidad de Columbia, duda que el modelo de Trailblazer se pueda repetir fácilmente.

“Tallgrass tuvo la ventaja de usar un gasoducto existente y reconvertirlo. Esto ya no es tan posible, dado el aumento en la demanda de gas natural en EE.UU. y Europa,” comentó.

De todos modos, subraya que el elemento clave fue la disposición a invertir en las comunidades involucradas. “Siempre habrá debate, pero si escuchas y eres transparente, puedes generar confianza.”

Mirando hacia adelante: el nuevo estándar

La iniciativa de Tallgrass está siendo vista por muchos analistas y voces del sector como un modelo pionero para futuros proyectos de infraestructura energética en América.

Jeff Yost, líder de la Nebraska Community Foundation, lo resume así:

“Me impresiona mucho que las partes tradicionalmente en conflicto hayan llegado a un terreno común tan productivo.”

Incluso en un contexto político dividido, donde los proyectos energéticos suelen enfrentar resistencia desde múltiples flancos, Tallgrass dejó en claro que la clave está en el enfoque, más que en la tecnología misma.

“El mejor consejo que le puedo dar a otras compañías es que escuchen,” dijo Kyle Quackenbush, vicepresidente de Tallgrass. “Tomen en serio las inquietudes de las personas. Esta infraestructura puede ser algo positivo para las comunidades y no un motivo de temor.”

¿El futuro del carbono… está en el subsuelo?

Tal vez la respuesta al cambio climático no esté solo en mirar al cielo con turbinas eólicas o paneles solares, sino también bajo nuestros pies. Con visiones compartidas, alianzas inusuales y voluntad de diálogo, la transición energética puede abrirse camino incluso donde parecía improbable.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press