Los escándalos que estremecieron a la monarquía británica
Del caso del príncipe Andrés a la abdicación de Eduardo VIII, un repaso histórico a los momentos más turbulentos de la Casa de Windsor
El precio del escándalo: El príncipe Andrés y Jeffrey Epstein
La Casa Real británica, tradicionalmente asociada con una imagen de estabilidad y decoro, ha sido también escenario de escándalos que han tambaleado sus cimientos. El más reciente es el del príncipe Andrés, quien se ha visto en el centro de una tormenta de acusaciones por su vínculo con el delincuente sexual Jeffrey Epstein. Este caso marca uno de los momentos más críticos para la monarquía moderna.
En enero de 2024, el rey Carlos III tomó una drástica decisión: le retiró a su hermano Andrés el título de “su alteza real” y le expulsó del Royal Lodge, su residencia habitual. El objetivo fue claro: proteger la imagen de la monarquía frente a la creciente presión mediática y legal sobre el príncipe.
Epstein murió en prisión en agosto de 2019, mientras esperaba juicio por tráfico sexual de menores. Entre los documentos divulgados en el caso figuraban nombres de figuras internacionales, incluido Andrés. Aunque el príncipe siempre ha negado las acusaciones, llegó a un acuerdo extrajudicial millonario en 2022 con Virginia Giuffre, una de las víctimas, lo que dejó una mancha imborrable.
1917: la gran purga de títulos por traición
No es la primera vez que la familia real británica elimina títulos nobiliarios por motivos de escándalo o deslealtad. En plena Primera Guerra Mundial, el rey Jorge V aprobó el Titles Deprivation Act de 1917, que permitió revocar títulos a nobles y miembros de la realeza que simpatizaron con Alemania, enemiga del Reino Unido en el conflicto.
Uno de los casos más notorios fue el del Príncipe Ernesto Augusto de Cumberland, quien también tenía vínculos con el reino de Hannover. La creciente tensión nacionalista y la lucha contra los enemigos del Imperio impulsaron al rey a tomar una decisión sin precedentes. Fue también entonces cuando la familia cambió su apellido de "Sajonia-Coburgo-Gotha" a "Windsor", en un intento por parecer más británica.
1936: La abdicación del Rey Eduardo VIII
Uno de los momentos más icónicos de crisis institucional de la monarquía británica fue la abdicación del Rey Eduardo VIII tras su deseo de casarse con la estadounidense Wallis Simpson, una mujer divorciada dos veces. La Iglesia de Inglaterra, de la cual el monarca es cabeza ceremonial, no permitía tal unión.
El 11 de diciembre de 1936, Eduardo VIII anunció por radio su decisión: "Me ha sido imposible llevar el pesado fardo de la responsabilidad... sin el apoyo de la mujer que amo". Fue una conmoción. Su hermano, Jorge VI, asumió el trono, y su hija, la futura Reina Isabel II, marcaría un antes y un después con su largo y comprometido reinado.
1997: La muerte de la princesa Diana y el choque con el pueblo
El 31 de agosto de 1997, el fallecimiento de Lady Di en un accidente automovilístico en París sumió al Reino Unido en un estado de trágica conmoción. En contraste, la respuesta de la familia real fue extremadamente reservada. La reina Isabel II no regresó a Londres desde Balmoral ni ofreció ningún pronunciamiento hasta varios días después.
La presión pública alcanzó tal grado que el entonces primer ministro Tony Blair instó a la monarca a dirigirse a la nación. Su discurso en televisión, el 5 de septiembre, fue un parteaguas en la relación entre la corona y el pueblo británico. Diana fue reconocida por Blair como "la princesa del pueblo", una frase que aún perdura.
2020 en adelante: La rebelión del príncipe Harry y Meghan Markle
A principios de 2020, el príncipe Harry y su esposa Meghan Markle anunciaron su decisión de “dar un paso atrás” de sus deberes reales y trasladarse a Estados Unidos. Desde entonces han estado en el centro de una narrativa de desencuentros, críticas y revelaciones internas, incluyendo entrevistas con Oprah Winfrey y una serie de Netflix que puso en entredicho a varios miembros de la familia real.
Harry, en su libro Spare, reveló conversaciones familiares íntimas y críticas hacia su hermano William. Además, rompió con la tradición al testificar ante un tribunal en su demanda contra el Daily Mirror por espionaje telefónico, convirtiéndose en el primer miembro activo de la realeza en testificar en más de un siglo.
La Casa de Windsor: una historia de adaptación forzada
Desde que cambió su nombre en 1917, la Casa de Windsor ha sobrevivido guerras, escándalos sexuales, crisis matrimoniales, tensiones políticas y ajustes culturales. Aunque su rol es simbólicamente ceremonial, su conexión con la opinión pública obliga a la institución a ser más adaptable que nunca.
Como explica el historiador George Gross del King's College, "la supervivencia de la monarquía británica no es automática; depende de su habilidad de leer el momento social y actuar en consecuencia". Esto ha sido evidente desde la manipulación de títulos durante la Primera Guerra Mundial hasta la reacción tardía pero efectiva ante la muerte de Diana.
Entre la pompa y la presión mediática del siglo XXI
Hoy, el rey Carlos III enfrenta el inmenso reto de mantener la corona relevante en un mundo plagado de redes sociales, escrutinio constante y debates sobre la relevancia de la monarquía. Según una encuesta de Ipsos UK de 2023, solo el 55% de los británicos apoyan activamente la existencia de la monarquía, mientras que el 25% consideran que debe abolirse.
Las implicaciones de decisiones como expulsar a Andrés o mantener la distancia con Harry, muestran una monarquía que lucha por mantener la delgada línea entre tradición y modernidad. Como institución, sigue siendo uno de los símbolos más reconocibles del Reino Unido pero también uno de los más cuestionados en la era posmoderna.
Para muchos, el legado de Isabel II otorgó una especie de escudo ético a la monarquía. Pero para Carlos III, y eventualmente para William, la corona es menos un símbolo de poder y más una figura que debe justificar su razón de ser en cada gesto y cada palabra. Como en tiempos de Eduardo VIII o tras la muerte de Diana, cada error se paga caro, especialmente bajo los reflectores del siglo XXI.
