Sudán y el silencio internacional: una tragedia olvidada en el corazón de África
Mientras el mundo mira hacia otras guerras, el conflicto en Darfur alcanza niveles apocalípticos con masacres, violaciones sistemáticas y una crisis humanitaria sin precedentes
El infierno en la tierra: El-Fasher bajo asedio
La ciudad de el-Fasher, último bastión importante en Darfur, ha caído en manos de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés), un grupo paramilitar acusado de crímenes de guerra, masacres y limpieza étnica. Según informa la ONU, más de 450 personas fueron asesinadas dentro de un hospital, incluyendo pacientes, médicos y civiles indefensos.
Imágenes satelitales, testimonios desgarradores de quienes lograron escapar, y vídeos en redes sociales han revelado las escalofriantes condiciones que ahora imperan en la ciudad: ejecuciones masivas, sepulturas improvisadas, saqueos y un clima de terror absoluto.
¿Quiénes son las RSF y cuál es su historia?
Las RSF tienen sus orígenes en las temidas milicias Janjaweed, responsables de instigar genocidios en Darfur durante la década de los 2000. Estas fuerzas fueron formalizadas por el expresidente Omar al-Bashir, quien las empleó para sofocar rebeliones tribales al oeste de Sudán. A pesar de su legalización, el historial de violaciones a los derechos humanos permanece intacto.
En 2023, estalló un nuevo conflicto armado entre el ejército regular de Sudán y las RSF, desencadenando una guerra civil que ha sumido al país en la anarquía. Desde entonces, al menos 13.000 personas han muerto y más de 8 millones han sido desplazadas, según datos de la ONU y organizaciones humanitarias como ACNUR.
El-Fasher: punto de inflexión de una guerra olvidada
El control de el-Fasher representa más que una victoria táctica. Es un símbolo de la impotencia de la comunidad internacional y la desidia de los países occidentales ante una tragedia que no ha logrado captar su atención.
Yvette Cooper, ministra de Relaciones Exteriores del Reino Unido, lo dijo con claridad en la cumbre de seguridad de Manama en Bahréin: “Las violaciones masivas, ejecuciones y el uso del hambre como arma de guerra en Sudán representan la peor crisis humanitaria del siglo XXI.”
Johann Wadephul, ministro de Exteriores de Alemania, calificó la crisis como “absolutamente apocalíptica”, mientras que Ayman Safadi de Jordania expresó su indignación por la “falta de atención que la comunidad internacional ha mostrado hacia un conflicto tan devastador.”
¿Dónde están los grandes poderes?
Mientras Europa y Estados Unidos centran sus recursos diplomáticos y mediáticos en Palestina, Ucrania u otras crisis más cercanas a sus intereses geopolíticos, Sudán se ha convertido en un teatro de guerra invisible. La ausencia de presión diplomática hacia las partes enfrentadas ha dado libertad de acción a líderes militares sin escrúpulos.
Organismos como Human Rights Watch y Médicos Sin Fronteras han denunciado sistemáticamente que las RSF cometen limpieza étnica, particularmente dirigida contra la población masalit, un grupo africano no árabe históricamente marginado.
Crímenes de guerra y violaciones sistemáticas
Además de las masacres, organizaciones de derechos humanos aseguran que la RSF utiliza la violación como método de tortura y dominación colectiva. Mujeres y niñas son secuestradas, violadas en grupo y esclavizadas, en una práctica alarmantemente similar a la usada por grupos como ISIS.
Un testimonio recogido por Amnistía Internacional en julio de 2023 describía cómo “grupos de 10 o 15 paramilitares detenían a las mujeres en las calles, las violaban públicamente y luego las dejaban tiradas junto a cadáveres.”
El silencio de las grandes potencias se convierte, en este contexto, en una forma indirecta de complicidad.
Un genocidio en cámara lenta
Lo que sucede en Darfur no es simplemente una guerra. Es otra fase de un genocidio que nunca fue completamente interrumpido desde 2003, cuando la Corte Penal Internacional acusó al entonces presidente Omar al-Bashir de crímenes contra la humanidad.
La ceguera internacional, motivada por intereses mineros, geopolíticos y raciales, ha permitido que las RSF actúen sin freno. Recursos como oro, uranio y tierras agrícolas fértiles han sido objeto de codicia en una guerra que, como en tantos otros lugares, tiene raíces económicas profundas.
Sudán: la mayor crisis de desplazados del mundo
- Más de 8 millones de desplazados
 - Aproximadamente 2 millones de refugiados en países limítrofes
 - Al menos 25 millones de personas con necesidad urgente de asistencia humanitaria
 
De acuerdo con la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), la mitad de la población sudanesa está en riesgo de hambre o malnutrición. Sin embargo, las restricciones del conflicto y la violencia extrema hacen muy difícil la entrega de ayuda.
Un llamado a la acción que nadie escucha
Las voces de quienes aún creen en la diplomacia no han cesado:
“Ninguna cantidad de ayuda podrá resolver esta crisis si no cesan las armas.” – Yvette Cooper, ministra de Relaciones Exteriores del Reino Unido.
Pero la inacción persiste. Naciones como China y Rusia bloquean resoluciones vinculantes en el Consejo de Seguridad, mientras que Estados Unidos y Europa muestran fatiga geopolítica.
Organizaciones independientes claman por una intervención humanitaria urgente, incluyendo un corredor seguro para refugiados, vigilancia internacional y, sobre todo, presión diplomática real sobre el liderazgo de la RSF y el ejército regular.
Una tragedia que nos habla a todos
El caso sudanés no es un conflicto lejano que pueda ignorarse. Es un espejo de lo que el mundo está dispuesto a tolerar cuando no hay intereses económicos involucrados. Es también una advertencia sobre el agotamiento moral de un sistema internacional que falla, una y otra vez, en proteger a los más vulnerables.
Si el-Fasher y sus víctimas no aparecen en titulares globales, si no existen protestas masivas ni presión internacional, ¿entonces qué clase de humanidad estamos construyendo?
Como dijo recientemente un analista de International Crisis Group: “Sudán se ha convertido en el ejemplo más trágico de la selectividad moral del mundo.”
Es hora de hacer ruido. Es hora de exigir a gobiernos, medios y organismos internacionales que pongan sus ojos en Sudán. Porque el silencio, en este caso, mata tanto como las balas.
