¿Taiwán en pausa? El delicado tablero entre Trump, Xi Jinping y la incertidumbre estratégica

Mientras Trump afirma tener garantías de paz en el Estrecho de Taiwán, China reitera su derecho a la reunificación: ¿Qué tan frágil es este equilibrio?

Donald Trump y sus "garantías" sobre Taiwán: ¿promesas vacías o estrategia calculada?

En una reciente entrevista para el programa “60 Minutes”, el expresidente Donald Trump aseguró que el presidente chino Xi Jinping le dio garantías de que Pekín no tomaría acciones contra Taiwán mientras él estuviera en el poder. “Ellos saben las consecuencias”, dijo Trump con la confianza que lo caracteriza, al referirse a un posible intento de reunificación forzada por parte de China continental.

Estas declaraciones no solo activan alarmas diplomáticas, sino que también ahondan en una política estadounidense de décadas conocida como ambigüedad estratégica. A pesar de que Washington reconoce a Pekín como el único gobierno legítimo bajo la política de “una sola China”, Taiwán se mantiene como un aliado no oficial, sostenido por el Acta de Relaciones con Taiwán de 1979.

Pero, ¿puede Trump realmente garantizar la estabilidad en el estrecho de Taiwán? ¿Y qué tan sólidas son las promesas de Xi Jinping en un contexto geopolítico tan volátil?

La política de ambigüedad estratégica: ni blanco ni negro

Desde el reconocimiento oficial de la República Popular de China en 1979, Estados Unidos ha mantenido una postura conforme a su legislación: no reconocer a Taiwán como país independiente, pero también no permitir su anexión forzada. Es una danza diplomática que permite sostener relaciones económicas fructíferas con China, al tiempo que protege a la democracia insular.

El Acta de Relaciones con Taiwán no obliga a Estados Unidos a intervenir militarmente si China invade Taiwán, pero sí estipula que EE.UU. debe asegurarse de que Taiwán tenga los medios para defenderse. Esta ambigüedad ha sido clave para evitar conflictos por más de cuatro décadas, pero también crea incertidumbre estratégica tanto para adversarios como aliados.

“La ambigüedad ha funcionado como una especie de cortina opaca donde ni nuestros amigos ni nuestros enemigos saben con certeza lo que haremos”, dijo Bonnie Glaser, experta en Asia del German Marshall Fund.

Las palabras de Trump vs. las acciones de Pekín

Trump afirmó que el tema de Taiwán ni siquiera fue discutido en sus encuentros con Xi en Corea del Sur, ya que está convencido de que China no se movería en su contra durante su mandato. Pero desde Pekín, las respuestas fueron mucho más tajantes:

“La cuestión de Taiwán es un asunto interno de China y no permitiremos que nadie separe a Taiwán del país”, respondió Liu Pengyu, vocero de la embajada china en EE.UU., recordando que la reunificación es parte del ‘interés central’ de China.

Entonces, si Trump afirma tener tales promesas, ¿por qué no se han expuesto públicamente? Ni la Casa Blanca ni la Embajada China ofrecieron más detalles sobre cuándo o cómo se emitieron tales garantías.

Reunificación: el objetivo inamovible de China

La postura de Pekín sobre Taiwán ha sido consistente desde 1949: la isla es parte inalienable del territorio nacional y, si es necesario, se usará la fuerza para conseguir su reincorporación. Durante los últimos años, el gobierno de Xi ha mostrado una actitud mucho más asertiva sobre esta aspiración. Ejemplos sobran:

  • Ejercicios militares masivos en el estrecho de Taiwán.
  • Sobrevuelos regulares de aviones militares chinos en la Zona de Identificación de Defensa Aérea (ADIZ) taiwanesa.
  • Discursos en congresos del Partido Comunista Chino reafirmando que “Taiwán será reunificada, pacíficamente si es posible, por la fuerza si es necesario”.

Además, ante el creciente acercamiento militar entre EE.UU. y Taiwán —incluyendo ventas de armas y visitas de congresistas a Taipéi—, Pekín intensifica su retórica y maniobras de presión psicológica.

¿Puede el mundo confiar en las promesas de líderes hegemónicos?

Las relaciones internacionales están plagadas de negociaciones y acuerdos tácitos que muchas veces son tan volátiles como el liderazgo político que los impulsa. Trump, con su enfoque transaccional y desdén por la diplomacia multilateral, no es un actor tradicional, y sus declaraciones sobre Xi deben analizarse con cautela.

“Él cree en las relaciones de poder entre hombres fuertes”, comenta Elizabeth Economy, analista del Council on Foreign Relations. “Pero Xi Jinping no ve a Trump como un igual, sino como un instrumento estratégico que puede favorecer su agenda principal: el ascenso global de China con mínimos obstáculos”.

Bajo ese contexto, las supuestas promesas del dirigente chino podrían estar diseñadas para calmar temporalmente al adversario, sin comprometer la visión a largo plazo del Partido Comunista.

El silencio de la administración Biden y los riesgos de una segunda presidencia Trump

El gobierno de Joe Biden ha reiterado su apoyo a Taiwán, pero también ha evitado declarar abiertamente que defendería militarmente a la isla ante un ataque chino. Aunque en varias entrevistas Biden pareció romper la tradición, altos funcionarios rápidamente rectifican y vuelven a la postura de ambigüedad estratégica.

Un retorno de Trump a la presidencia podría reavivar la diplomacia personalista y poco predecible, lo cual representaría una oportunidad y un riesgo para China. Por un lado, Xi sabe que Trump tiende a priorizar relaciones comerciales. Por otro, su agresividad retórica podría provocar respuestas desproporcionadas o mal calculadas.

La voz de Taiwán: ¿un peón u protagonista?

Perdida entre los dos colosos, Taiwán ha logrado posicionarse no solo como un símbolo de resistencia democrática, sino también como una potencia tecnológica global. TSMC, la gigante de los semiconductores con sede en Taipéi, fabrica más del 60% de los microchips avanzados del mundo (Fuente: TrendForce, 2023).

Además, la presidenta Tsai Ing-wen ha fortalecido las alianzas con países que reconocen su autonomía de facto, aunque no oficialmente. Sus llamados al respeto por el derecho de los taiwaneses a decidir su propio destino encuentran eco en democracias liberales, pero incrementan las tensiones con el gigante asiático.

¿Qué sigue?: Fricción latente con fecha indeterminada

Una escalada en el estrecho de Taiwán sería el conflicto geopolítico más peligroso del siglo XXI. Involucraría a dos potencias nucleares, cadenas de abastecimiento globales, y pondría en riesgo la estabilidad del Indo-Pacífico. Bajo este escenario, las promesas personales entre líderes no son suficientes.

“Las guerras no suelen empezar con anuncios, sino con malentendidos acumulativos y errores de cálculo”, advirtió el historiador Niall Ferguson en Foreign Affairs.

Más allá de declaraciones rimbombantes o garantías secretas, el mundo necesita diálogos multilaterales, reforzar mecanismos de comunicación militar directa y compromisos públicos que vayan más allá del vaivén presidencial.

Porque, en el corazón del Pacífico, una isla cuyo destino fue postergado por décadas podría ser el epicentro del próximo gran conflicto global.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press