El lado invisible del cierre gubernamental: la crisis silenciosa en Head Start y la infancia más vulnerable de EE.UU.

Miles de niños pierden acceso a educación, alimentación y seguridad ante la parálisis política del Congreso

Una crisis para los que menos tienen

El cierre del gobierno federal en Estados Unidos no solo es una batalla política en Washington; su impacto más devastador se siente lejos de los pasillos del poder, en aulas vacías que deberían estar repletas de risas infantiles. Programas esenciales como Head Start, que atienden a decenas de miles de niños en situación de pobreza, están cerrando sus puertas debido a la interrupción del financiamiento federal.

Creado hace más de 50 años como parte de la Guerra contra la Pobreza impulsada por el presidente Lyndon B. Johnson, Head Start no es solo un programa preescolar: provee alimentación, atención médica, terapia psicológica y mucho más a niños provenientes de hogares vulnerables, incluyendo a aquellos sin hogar o en hogares temporales. Hoy, estos mismos niños y sus familias están siendo empujados a una nueva crisis, provocada por la negligencia legislativa.

¿Qué está pasando con Head Start?

Más de 140 programas de Head Start no han recibido sus fondos de operación correspondientes al año, lo que pone en riesgo la atención de al menos 65,000 niños y mujeres embarazadas. Algunos centros han logrado resistir temporalmente con recursos de emergencia provistos por distritos escolares y gobiernos locales. Sin embargo, muchos más se están viendo obligados a cerrar indefinidamente.

“Estamos rompiendo el corazón de los niños al cerrar las aulas”, declaró Sarah Sloan, directora de Head Start en el condado de Scioto, Ohio. “Los padres ahora deben elegir entre buscar comida o cuidar a sus hijos durante el día, lo que está poniendo aún más presión sobre familias ya al borde del abismo”.

Centros agrícolas suspendidos: víctimas silenciosas

Aún más desesperante es la situación de los 24 centros Head Start para migrantes y trabajadores agrícolas temporales en Florida, Georgia, Carolina del Norte, Alabama y Oklahoma. Estas instituciones brindan atención en jornadas extendidas de 10 a 12 horas, adaptadas a los ritmos laborales del campo. Ahora, más de 1,100 niños han quedado sin cuidado y 900 empleados están en licencia forzada. La única alternativa realista para muchos padres: llevar a sus hijos a los campos de trabajo.

“No hay otra opción. Algunos están llevando a sus hijos pequeños a los campos porque no tienen ni con quién dejarlos ni dinero para pagar alternativas”, afirmó Javier González, director del East Coast Migrant Head Start Project.

El mañana incierto de SNAP y la comida

Además de la educación, algo más está en juego: la comida. Más del 90% de las familias de Head Start dependen del programa federal de ayuda alimentaria SNAP (antes conocido como cupones de alimentos). Este programa también estaba a punto de quedarse sin fondos antes de que una orden judicial obligara al gobierno federal a usar fondos de contingencia.

Jhanee Hunt, una maestra en un centro de Head Start en Kansas City, cuenta cómo los padres vienen a dejar a sus hijos con uniforme de McDonald’s o Wendy’s. “Una mamá reciente me preguntó si conocía algún banco de alimentos”.

Deborah Mann, directora del centro, confirma la angustia: “Hemos tenido padres llorando por no saber qué hacer. Estamos recibiendo más donaciones de compañías privadas, pero eso no alcanza”.

Pequeñas soluciones temporales

En algunos lugares, la comunidad ha salido al rescate temporalmente. En Tallahassee (Florida), los centros cerraron el 27 de octubre, pero reabrieron al día siguiente gracias a un fondo local. Iglesias y escuelas locales se encargaron de entregar comidas. “Nuestro pueblo respondió como nunca”, dijo Nina Self, directora interina de Capital Area Community Action Agency.

Pero este tipo de soluciones son efímeras y dependen de donaciones filantrópicas o presupuestos estatales, que no pueden reemplazar el financiamiento federal sostenido que garantiza la operación de Head Start.

Impacto a largo plazo: más allá del cierre

Cuando un niño de bajos ingresos pierde meses cruciales de educación preescolar, las consecuencias trascienden el presente. Estudios han mostrado que Head Start disminuye las brechas de aprendizaje, reduce la probabilidad de repetir grado y aumenta las tasas de graduación. Su ausencia durante semanas —o incluso meses— puede agravar las desigualdades estructurales.

Además, los padres pierden días laborales o incluso sus empleos al no tener con quién dejar a sus hijos. Las empresas, desde cadenas de comida rápida hasta hospitales, sufren al perder fuerza laboral no por huelgas ni enfermedad, sino porque el Estado ha dejado de hacer su parte.

¿Cómo llegamos a este punto?

El corazón de la crisis es el estancamiento político en el Congreso. Las disputas partidistas por asuntos como gasto militar, inmigración, o políticas fiscales resultan en la no aprobación del presupuesto federal, disparando un cierre del gobierno que afecta a empleados federales y programas esenciales.

Según la Oficina de Administración y Presupuesto (OMB), sólo en 2019 el cierre gubernamental más largo de la historia (35 días) costó más de $11 mil millones de dólares a la economía estadounidense. Este nuevo cierre amenaza con batir récords similares, pero con consecuencias directas sobre una población que no tiene poder de voto: los niños más pobres del país.

Cifras que reflejan la emergencia

  • 65,000 niños y padres afectados directamente por la falta de fondos de Head Start.
  • 140 centros sin pago de subvenciones federales esperadas desde octubre.
  • 900 empleados de Head Start migrante en licencia sin sueldo.
  • Más del 90% de las familias de Head Start también depende de SNAP.

Un espejo de las prioridades políticas

La paradoja es evidente: mientras la clase política se enfrasca en debates sobre gastos multimillonarios en defensa o cooperación internacional, en casa, los servicios más básicos se desmoronan. Si un país no protege y atiende a sus niños más necesitados, ¿qué puede esperar de su futuro?

Este cierre del gobierno no es solo una anécdota política más; es un espejo que refleja, quizás dolorosamente, cuáles son las verdaderas prioridades del gobierno federal. ¿Son los niños un costo prescindible dentro del presupuesto nacional?

Como ciudadanos, este momento exige más que indignación; exige acción, alzar la voz en defensa de quienes no pueden hacerlo: los niños.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press