Puentes sobre el agua y almas cruzando: La tradición renacida del puente flotante en Venecia

Venecia revive su histórico puente temporal hacia San Michele para honrar a los muertos, una experiencia espiritual y cultural que conecta pasado y presente

Venecia, la ciudad de los canales, vuelve a tender puentes sobre su laguna, no solo físicos, sino también simbólicos. Este año, se revivió una tradición largamente olvidada que une al pueblo veneciano con sus difuntos de una manera tan tangible como conmovedora: un puente flotante temporal de más de 400 metros vuelve a conectar la ciudad con el cementerio en la isla de San Michele, justo a tiempo para el Día de los Fieles Difuntos.

El renacimiento de una costumbre veneciana

Durante siglos, los venecianos cruzaban a pie el trayecto entre la ciudad y el cementerio de San Michele, situado en una isla separada, mediante una construcción efímera hecha con barcos "peata" amarrados y cubiertos con tablones de madera. Este rito comunitario, que ofrecía un viaje solemne sobre la laguna en honor a los muertos, cayó en desuso a mediados del siglo XX, probablemente debido a la accesibilidad creciente mediante el sistema de transporte público acuático.

Sin embargo, en 2019, la tradición fue resucitada con una estructura moderna: un sistema modular de pontones flotantes que formaban un sendero estable. Aún así, la pandemia del COVID-19 obligó a postergar la intención original de hacer de este evento una ceremonia anual. Este 2025, el sueño se ha retomado con fuerza renovada.

“Lo hemos propuesto una vez más para poder reconectar la historia con la vida de las personas”, dijo el alcalde Luigi Brugnaro. “Es un viaje concreto, no es falso ni filosófico. A pie, sobre el agua, una ruta bellísima que te hace entender muchas cosas sobre Venecia”.

Un puente de fe y memoria

Instalado desde el jueves anterior al 2 de noviembre, Día de Todos los Difuntos, el llamado "Ponte Votivo" fue accesible exclusivamente para residentes durante las festividades, y se abrió al público general a partir del lunes siguiente. Su recorrido parte del Fondamente Nove y serpentea por una zona poco profunda de la laguna hasta la isla, cruzando 407 metros de agua tranquila pero simbólicamente poderosa.

El puente, de 15 metros de ancho, fue diseñado para resistir mareas superiores a un metro y tiene un arco central que permite el paso de taxis acuáticos, ambulancias y otras embarcaciones esenciales.

Este acto de caminar hacia los muertos, de cruzar solemnemente la frontera entre la vida y el recuerdo, tiene un profundo valor espiritual y cultural en Venecia. Es un momento de conexión íntima donde el ritual sustituye la prisa, y los pasos se hacen pesados no por el cansancio físico, sino por el peso emocional del trayecto.

San Michele: Isla de reposo eterno

El cementerio de San Michele fue institucionalizado en 1807 tras un decreto napoleónico que prohibía los entierros dentro del casco urbano, buscando razones de higiene pública. La isla tomó su nombre de una iglesia del siglo XV presente en el lugar, y fue ampliada posteriormente al rellenarse el canal que la separaba de una isla vecina.

Hoy, San Michele es mucho más que un cementerio: es un archivo silencioso de historia veneciana. Aquí reposan figuras tan ilustres como el poeta estadounidense Ezra Pound, el compositor ruso Igor Stravinsky y decenas de miles de residentes anónimos cuya identidad solo recuerdan sus seres queridos.

Una experiencia espiritual para los locales

Antonio Vespignani, un residente local, expresó que normalmente no visita el cementerio, pero la oportunidad única del puente lo motivó: “Es una forma de visitar a mis seres queridos aprovechando esta rara ocasión”.

La experiencia de cruzar el puente —despacio, rodeado de otros dolientes, sin motores ni ruidos excepto el de pasos sobre la pasarela flotante— deviene en una forma meditativa de avanzar. Es casi un ritual colectivo, una peregrinación laica que lleva al corazón de la memoria.

Comparación con otras tradiciones venecianas

Venecia es famosa por sus cientos de puentes fijos que la entrelazan como una telaraña sobre el agua, pero solo en tres ocasiones se construyen puentes temporales flotantes:

  • Durante la Festa del Redentore en julio, cuando se cruza el Canal de la Giudecca.
  • Para la Festa della Madonna della Salute en noviembre, mediante un puente sobre el Gran Canal.
  • Y ahora, nuevamente, con el puente hacia San Michele para el Día de Todos los Difuntos.

Entre ellos, el puente a San Michele es el más largo y, posiblemente, el más cargado de simbolismo. No es una fiesta religiosa asociada a una sanación milagrosa o una salvación de peste, sino un recordatorio escalofriantemente sereno de la inevitabilidad de la muerte y el poder del recuerdo.

Una atracción inesperada para los turistas

La novedad del puente también ha captado la atención de turistas, aunque no siempre con conocimiento previo. La turista china Zhang Miao llegó a San Michele por ferry sin saber que era un cementerio. “Para volver al continente usé el puente, que es mucho más conveniente y, además, gratis”, comentó sorprendida.

Incluso para quienes no tienen vínculos emocionales con los difuntos enterrados allí, el paseo resulta ser una experiencia insólita y contemplativa. Entre las notas arquitectónicas singulares, un visitante observa las tumbas alineadas meticulosamente, los cipreses erguidos como centinelas eternos, y el sonido del viento que barre mármol, mármol y más mármol.

¿Modernidad o nostalgia cultural?

La reapertura del puente también plantea cuestiones sobre el papel de las tradiciones en el mundo contemporáneo. A menudo, las ciudades históricas como Venecia enfrentan decisiones difíciles: ¿preservar las costumbres o adaptarse a la eficiencia moderna?

Este acto de revivir un puente flotante para un solo fin —visitar a los muertos— no genera ingresos, no promueve el turismo masivo (de hecho, se reserva inicialmente solo para residentes), ni representa innovación tecnológica... pero sí revitaliza el tejido emocional de una comunidad.

Hay una belleza humilde en esto. En un mundo acelerado donde las interacciones se digitalizan y las pérdidas suelen ser subestimadas por la velocidad mediática, iniciativas como la del Ponte Votivo nos recuerdan que seguir ritmos antiguos puede tener un valor incalculable en términos de salud colectiva y sentido de pertenencia.

Una ciudad que no olvida

Venecia no es solo una reliquia flotante mantenida por el turismo. Es también un lugar vivo, cuyas tradiciones siguen teniendo resonancia real entre los que caminan sus piedras mojadas por la bruma.

A pesar de la pérdida progresiva de población del centro histórico hacia la tierra firme, lugares como San Michele aún conservan la esencia de lo veneciano: una mezcla de respeto ancestral, belleza melancólica y conexión con los ciclos cósmicos. No es coincidencia que el arquitecto Carlo Scarpa, aclamado por su uso de materiales nobles y espacialidad poética, esté enterrado allí también.

Mientras los dolientes cruzan el final del puente, puede que no solo piensen en los muertos que dejaron atrás, sino también en el alma misma de su ciudad: capaz de mirar atrás sin perderse, de tender puentes sin olvidar lo sagrado, de caminar sobre el agua como quien camina sobre la historia.

Y en esta Venecia que tiende puentes a sus muertos, también encontramos vida: memoria activa, espiritualidad urbana y un ejemplo de cómo la tradición, si se cuida, puede seguir afectando nuestras vidas de maneras invaluables.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press