Ucrania en la Oscuridad: El Ataque Sistemático de Rusia a la Infraestructura Energética

Mientras se acercan las temperaturas invernales, las agresiones rusas mediante drones y misiles buscan debilitar la moral ucraniana y sumir al país en apagones constantes

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Una noche más bajo fuego: drones rusos sobre Odesa y Zaporiyia

En las primeras horas del domingo, Rusia intensificó su ofensiva en el suroeste de Ucrania, atacando regiones clave mediante drones y misiles. Uno de los episodios más trágicos se vivió en la región de Odesa, donde un ataque con drones dirigido a un estacionamiento terminó con la vida de al menos dos personas y dejó a tres más heridas, según confirmaron las autoridades locales.

Mientras tanto, en Zaporiyia —una de las zonas más conflictivas y cruciales del frente— otros ataques aéreos dejaron a 60,000 residentes sin electricidad. Fotografías difundidas por el gobernador regional Ivan Fedorov mostraban edificios completamente reducidos a escombros, claro testimonio de la virulencia de los ataques.

El objetivo: colapsar la red energética ucraniana

Desde el comienzo del conflicto en 2022, Rusia ha dirigido una gran parte de sus recursos bélicos contra la infraestructura energética de Ucrania. Este tipo de ofensiva cobra mayor relevancia a medida que se aproxima el invierno europeo, una estación que puede afectar dramáticamente a la población civil en ausencia de servicios esenciales como agua, calefacción y electricidad.

Ucrania depende de un modelo centralizado para la provisión de estos servicios, lo cual implica que un daño localizado en la red puede afectar a miles de ciudadanos de forma simultánea. De hecho, Ukrenergo, el operador nacional de energía, comunicó que varias regiones enfrentaban cortes de luz intermitentes (rolling blackouts) debido a los ataques.

Una campaña de desgaste con nuevos métodos

Rusia ha adaptado sus tácticas en 2024, pasando de ataques indiscriminados a abordajes más selectivos y coordinados. Ahora, los blancos incluyen infraestructura crítica en regiones específicas e instalaciones de gas que proveen calefacción y electricidad. Equipos de inteligencia y analistas señalan que Moscú también ha incorporado drones con cámaras de vigilancia, lo que incrementa dramáticamente la capacidad de precisión al momento de lanzar bombas o misiles.

Uno de los objetivos tácticos es minar la moral ucraniana y crear un ambiente de desesperanza prolongada. Un ambiente donde la oscuridad, el frío y el miedo dominan los hogares. Al mismo tiempo, estos ataques buscan frenar la producción industrial vinculada al esfuerzo bélico, sobre todo fábricas de municiones y plantas de ensamblaje.

El reto de la defensa aérea en zonas vulnerables

Una de las consecuencias más graves de esta nueva estrategia rusa ha sido la saturación de las defensas aéreas ucranianas. Aunque las ciudades principales como Kiev cuentan con sistemas avanzados —algunos provistos por países aliados de la OTAN—, las regiones periféricas y rurales no tienen la misma protección o capacidad de respuesta inmediata.

“Se ha evidenciado una clara intención de explotar las brechas en la defensa aérea del país”, apuntó Olena Mykolaivych, experta en seguridad de la Universidad de Kyiv-Mohyla. De cada 100 drones lanzados, más de 30 logran impactar su objetivo, una tasa de efectividad que preocupa a los jefes militares ucranianos.

Una guerra de infraestructura: cifras que alarman

  • Desde febrero de 2022, se han registrado más de 1.500 ataques a instalaciones energéticas en Ucrania (fuente: Ministerio de Energía de Ucrania).
  • Al menos 12 centrales térmicas han sido destruidas completamente o están inoperativas.
  • Más de 7 millones de personas han experimentado apagones prolongados desde el inicio de la guerra.
  • En el invierno de 2022-2023, Kiev vivió hasta 20 horas diarias sin electricidad durante más de dos semanas consecutivas.

Humanidad bajo asedio: la población civil, víctima principal

La batalla por las instalaciones energéticas no es únicamente táctica; es también profundamente humana. La vida diaria de millones de ucranianos se ve afectada con cada bombardeo que destruye una subestación o una planta de generación eléctrica. La falta de electricidad implica no solo oscuridad, sino también escasez de agua potable, sistemas de alcantarillado que no funcionan y hospitales sin la capacidad necesaria para operar con normalidad.

Y todo esto ocurre mientras las temperaturas invernales bajan por debajo de los -15 °C en muchas regiones. Las Naciones Unidas ha reportado un incremento preocupante de enfermedades respiratorias y cuadros de hipotermia en niños y ancianos, precisamente por la falta de calefacción en hogar e instituciones públicas.

El rol estratégico de Odesa y Zaporiyia

La elección de estas regiones como blanco no es accidental. Odesa, al ser un importante puerto sobre el Mar Negro, desempeña un papel crucial en la exportación de alimentos y armamento. Su parálisis temporal no solo afecta a Ucrania, sino a muchas naciones que dependen de sus exportaciones agrícolas.

Del mismo modo, Zaporiyia podría considerarse el “corazón energético” del país. Es hogar de una de las mayores centrales nucleares de Europa y un punto estratégico tanto en lo geográfico como en lo militar.

Una mirada internacional: ¿qué hace Occidente?

En vista de la magnitud de los ataques, la comunidad internacional ha intensificado su apoyo. Estados Unidos, Alemania y Francia han reforzado sus envíos de sistemas antiaéreos y generadores eléctricos portátiles. Pero muchos analistas consideran que el abastecimiento es lento frente a la realidad sobre el terreno.

“Cada semana que se retrasa el envío de ayuda es una semana más de sufrimiento para los civiles ucranianos”, afirmó un vocero de Amnistía Internacional. Mientras tanto, se sigue esperando la llegada de sistemas de defensa aérea más avanzados como el Patriot de Estados Unidos, que hasta ahora han sido desplegados solo en Kiev y algunas localidades clave.

¿Es esta una guerra del futuro?

Los últimos acontecimientos en Ucrania anticipan quizás una nueva forma de hacer la guerra. Una guerra menos basada en grandes movimientos de tropas y más enfocada en destruir infraestructuras críticas utilizando armamento no tripulado. Es, en muchos sentidos, una guerra del siglo XXI: silenciosa, tecnológica, asimétrica y devastadora para los civiles.

“La energía es el nuevo campo de batalla”, dijo el analista militar británico James Nixey en una reciente entrevista para The Guardian. “Controlar la electricidad es controlar la esperanza. Cortar la calefacción, cortar el agua, es cortar la moral y el futuro de las familias”.

Resiliencia ucraniana: una fuerza a considerar

A pesar de los continuos ataques, el pueblo ucraniano ha demostrado una increíble resiliencia. Brigadas de emergencia trabajan a contrarreloj para restaurar la energía, instalar generadores temporales y proporcionar ayuda humanitaria. Voluntarios distribuyen mantas, estufas portátiles y alimentos a las familias más afectadas. Y en las redes sociales circulan múltiples campañas de crowdfunding para adquirir paneles solares, baterías portátiles y sistemas individuales de calefacción.

“Estamos en la oscuridad, pero no estamos vencidos”, reza un eslogan popular en las calles de Kiev. Un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, la dignidad y la esperanza siguen latiendo en el corazón de Ucrania.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press