Chaco Canyon: el conflicto entre cultura ancestral y el extractivismo moderno

La posible revocación del veto a la explotación petrolera cerca de un sitio ceremonial sagrado genera tensión entre comunidades indígenas, el gobierno y la industria energética en EE. UU.

Un patrimonio en peligro

El Cañón del Chaco, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987, es un lugar sagrado e histórico ubicado en el noroeste de Nuevo México, Estados Unidos. Este sitio contiene ruinas y construcciones de piedra espectaculares, levantadas entre los años 850 y 1250 por los antiguos pueblos ancestrales del suroeste norteamericano, en especial por los ancestros de los actuales pueblos pueblos como los Hopi, Zuni y varios pueblos de habla Keres.

Además de su valor arqueológico, el Chaco tiene un profundo significado espiritual y cultural para las comunidades nativas. Sitios de oración, rutas ceremoniales y arte rupestre se localizan dentro y fuera de los límites del Parque Histórico Nacional de la Cultura del Chaco, destacando un paisaje sagrado mucho más amplio que el parque en sí.

La batalla contra la perforación: una historia que se repite

La amenaza de explotación petrolera en los alrededores del Chaco es un tema que ha persistido durante décadas. En 2023, bajo la administración del presidente Joe Biden, se impuso una moratoria de 20 años para evitar nuevas concesiones de petróleo y gas en un área de 10 millas (16 km) alrededor del parque. Esta medida fue celebrada por muchos líderes indígenas y activistas medioambientales como un paso histórico para la protección del patrimonio cultural y ecológico de la región.

Sin embargo, tras el regreso al poder de figuras políticas alineadas con la administración Trump, surge nuevamente la posibilidad de revertir esta protección. El Departamento del Interior—bajo fuerte presión política y empresarial—anunció que evaluará tres escenarios: mantener la prohibición, revocarla completamente o reducir el área protegida.

Un dilema entre identidad cultural y economía

La posición de muchas tribus es clara: el Chaco es sagrado e irreemplazable. "Nuestra identidad, nuestra sangre, nuestra historia vive en el Cañón del Chaco", expresó el vicegobernador del Pueblo de Santo Domingo, Raymond Aguilar. Tribales como Acoma, Laguna, Zuni, Hopi y Picuris argumentan que proteger el área extensa es una cuestión de derechos culturales y de justicia histórica.

Sin embargo, la situación es más compleja dentro de ciertas comunidades como la Nación Navajo, donde algunas familias reciben ingresos de las regalías provenientes de operaciones cercanas a la zona. En enero de este año, la Nación Navajo presentó una demanda contra el Departamento del Interior, cuestionando la falta de consulta adecuada con comunidades que económicamente dependen de la industria energética.

El peso espiritual del Chaco

Desde el punto de vista espiritual, el Chaco sigue siendo un centro de oración. A diferencia de otros sitios históricos que son visitados con fines turísticos o académicos, el Cañón del Chaco está vivo para quienes lo consideran un centro ceremonial. Algunos estudios incluso revelaron conexiones genéticas entre los pueblos actuales y los habitantes originales del Chaco, reforzando los reclamos de patria ancestral.

“Es como comparar Washington D.C. con el Cañón del Chaco; ambos son epicentros de organización y devoción. Para nosotros, Chaco era y sigue siendo sagrado”, señaló Aguilar.

El papel de la ciencia y los estudios ambientales

Para cualquier tipo de desarrollo en tierras federales, se requiere una evaluación de impacto ambiental. La Oficina de Administración de Tierras (BLM, por sus siglas en inglés) anunció que realizará una evaluación para determinar los efectos de reabrir las concesiones en la zona. Sin embargo, comunidades indígenas han expresado escepticismo respecto a la imparcialidad de este proceso, especialmente ante posibles conflictos de interés entre el gobierno federal y las industrias extractivas.

El BLM estará aceptando comentarios del público en una fase inicial, pero no está claro cómo se ponderarán las objeciones tribales frente a los intereses económicos.

Una larga historia de resistencia

  • En 2015, activistas indígenas y ambientalistas lograron imponer una suspensión temporal de nuevas concesiones en zonas cercanas, aunque la moratoria no era total.
  • Más de 30 tribus del suroeste han expresado oposición a la industria extractiva en el área desde principios de los 2000.
  • El Congreso ha intentado tres veces pasar una legislación que garantice protección permanente al área, sin éxito hasta ahora.

La protección del Cañón del Chaco no es un tema nuevo. Es una lucha intergeneracional—una manifestación de soberanía cultural—frente a una lógica de explotación de recursos a corto plazo.

Presión geopolítica y climática

La creciente demanda de petróleo, sumada al contexto internacional de guerras y tensiones energéticas, empujan a las administraciones estadounidenses a considerar cualquier opción que facilite el acceso a fuentes nacionales de energía. Sin embargo, esto ocurre en un momento crítico del cambio climático, donde se exige una profunda transformación del modelo energético, no su expansión.

Además, la anulación de medidas adoptadas bajo el gobierno de Biden podría formar parte de una agenda más amplia por parte de la administración Trump y aliados, quienes han lanzado duras críticas a lo que consideran una "sobreprotección" del ambiente que favorece intereses progresistas anti-industriales.

¿Qué propone cada alternativa?

  1. Mantener el retiro de tierras (moratoria de 20 años): protege el área de posibles daños irreparables, pero afecta ingresos de ciertas comunidades.
  2. Anular completamente la protección: permitiría arrendamientos energéticos inmediatos, generando conflictos culturales, ambientales y legales.
  3. Compromiso con un corredor más estrecho: reduciría la zona de amortiguamiento del parque, pero podría ser visto como una traición por parte de los defensores culturales.

Una decisión que marca precedentes

Este caso se ha convertido en un símbolo nacional sobre los límites entre desarrollo económico y respeto a los pueblos originarios. A nivel internacional, debilitar la protección alrededor de un sitio nombrado por la UNESCO podría acarrear una reprimenda diplomática y socavar la imagen de EE. UU. como defensor del patrimonio mundial.

"Lo que hagan con el Chaco enviará un mensaje al mundo: si en América no pueden proteger sus sitios indígenas, ¿quién lo hará?", declaró un portavoz del Consejo Intertribal del Suroeste.

Camino político incierto

El Congreso y la Casa Blanca están profundamente divididos. Mientras demócratas de Nuevo México, como los senadores Martin Heinrich y Ben Ray Luján, apoyan convertir la protección del Chaco en una ley permanente, los republicanos del suroeste argumentan que se trata de una barrera contra el progreso energético y una intromisión federal injustificada.

Por su parte, las organizaciones de derechos indígenas y ambientales continúan con movilizaciones públicas, campañas de concienciación y presiones judiciales para contener lo que califican como una amenaza existencial.

¿Y ahora qué?

En las próximas semanas, la Oficina de Administración de Tierras abrirá el periodo de consulta pública. Este será un proceso clave donde ciudadanos, académicos, líderes tribales y empresas tendrán oportunidad de influir. Las cartas están echadas en una batalla que va mucho más allá de lo local: es un choque entre herencia histórica y dependencia energética, entre modernidad y memoria.

Y quizá, también, una prueba de si la política estadounidense puede aprender a ver el territorio no solo como recurso, sino como memoria viva.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press