G2: ¿El regreso del orden bipolar mundial entre EE. UU. y China?

Trump, Xi Jinping y el renacimiento del concepto G2 que inquieta a Europa y Asia

Con un simple mensaje en Truth Social, el expresidente Donald Trump ha vuelto a poner sobre la mesa un término diplomático que estuvo en desuso durante casi una década: G2. Al referirse a una reunión junto al presidente chino Xi Jinping como un encuentro del "G2", Trump no solo reavivó un concepto con profundas implicaciones geopolíticas, sino que también generó alarma en las capitales de varios aliados de Estados Unidos.

¿Qué es el G2 y por qué es importante?

El término G2 fue propuesto originalmente en 2005 por el economista estadounidense C. Fred Bergsten. La idea era simple pero poderosa: crear un foro de entendimiento directo entre las dos economías más grandes del mundo, Estados Unidos y China, con el objetivo de enfrentar conjuntamente los desafíos económicos globales.

Sin embargo, el concepto pronto adquirió una connotación geopolítica más profunda. Para muchos, sugería una suerte de duopolio global en el que Washington y Pekín colaborarían —y competirían— en la gestión del orden internacional. Este entendimiento implícito resulta incómodo para aliados cercanos de EE.UU., como Japón, India, Australia o la Unión Europea, quienes se sienten marginados en un esquema que elevaría a China a un estatus comparable al estadounidense.

Un regreso polémico: Trump revive el G2

El pasado 30 de octubre de 2025, Trump publicó antes de su reunión con Xi Jinping en Corea del Sur: "¡El G2 se reunirá pronto!". El uso de esta frase, especialmente en un contexto donde Estados Unidos ha mantenido históricamente una postura ambigua o crítica respecto al concepto, ha generado reacciones diversas en el ámbito internacional.

En Washington, funcionarios actuales y anteriores se han mostrado escépticos. Mira Rapp-Hooper, exdirectora de Asuntos Asiáticos del Consejo de Seguridad Nacional bajo la administración Biden, señaló que esta postura provoca una “ansiedad significativa en las capitales aliadas”, donde temen que EE.UU. negocie acuerdos con China que puedan ir en detrimento de sus intereses.

Un gesto simbólico o un cambio doctrinal?

Trump, por su parte, parece ver el G2 como un sello de grandeza bilateral. Al concluir su encuentro con Xi, escribió: “Esta reunión conducirá a una paz y éxito eternos. ¡Dios bendiga tanto a China como a Estados Unidos!”.

Estas declaraciones son más que diplomacia amistosa. Reflejan una visión del mundo cada vez más bipolar en la que EE.UU. reconoce a China no como un rival a contener, sino como un socio necesario (aunque incómodo) para gestionar el sistema internacional.

La perspectiva de China: la búsqueda de paridad

Desde el punto de vista chino, el concepto de G2 tiene un atractivo especial. Desde el siglo XX, China ha rechazado lo que considera intentos de “contención occidental”. Ya durante la Guerra Fría, y posteriormente a través de iniciativas como la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative), el país ha buscado desmontar el orden unipolar liderado por EE.UU.

Para Pekín, el G2 simboliza algo más que cooperación: representa reconocimiento. Ser tratado como par de Washington en un diseño global validaría su ascenso del estatus de potencia regional a potencia global. Así lo resume el blog nacionalista Housha Yueguang: “El G2 de Trump es, hasta cierto punto, la aceptación por parte de EE.UU. de que ya no mantiene una posición unipolar”.

Reacciones internacionales: de la desconfianza al malestar

La reincorporación del término G2 ha provocado sospechas no solo en círculos diplomáticos estadounidenses, sino también en aliados clave. El académico Kurt Campbell, hoy presidente de The Asia Group, afirmó que “hay verdaderas ansiedades en Asia sobre cómo China utiliza el concepto para hacer sentir inseguras a otras naciones vecinas”.

El temor no solo es diplomático. Japón, Corea del Sur, Australia e India han invertido décadas —diplomática, económica y militarmente— en asegurarse un rol en los asuntos internacionales. El G2, por su diseño, parecería ignorar este esquema multilateral en favor de un eje bilateral altamente concentrado.

¿Una nueva doctrina exterior estadounidense?

¿Significa la reaparición del G2 un cambio ideológico profundo dentro del pensamiento estadounidense? Posiblemente. La reintroducción de este marco de interpretación no ocurre en el vacío. Desde la segunda mitad del siglo XX, EE.UU. ha buscado liderar a través de alianzas, especialmente en el contexto del G7, la OTAN y más recientemente el G20.

Fred Bergsten, el creador del concepto G2, argumenta que su propuesta nunca buscó reemplazar esas estructuras sino complementarlas al enfrentar problemas que solo podrán ser resueltos por las dos principales economías del planeta. Según sus palabras: “El G2 no significa dictar al mundo; significa que EE.UU. y China discutan seriamente cómo moverse en conjunto en temas cruciales como el cambio climático y la estabilidad económica.”

¿Cooperación o competición?

El académico chino Zhao Minghao ha tomado una posición razonada al respecto, señalando que “el nuevo G2 no implica cogobierno mundial, ni que la cooperación vaya a reemplazar la competición”. Más bien, permite que ambas naciones vuelvan a examinar su relación estratégica en un mundo de crecientes tensiones geopolíticas.

Y esas tensiones son reales. Guerra tecnológica, disputas territoriales en el mar de China Meridional, la cuestión de Taiwán y la carrera armamentista son solo algunos de los numerosos temas divisivos. La existencia de espacios comunes como el G2 permitiría articular una diplomacia más fluida entre superpotencias que inevitablemente chocan.

El futuro: ¿multipolaridad o nuevo bipolarismo?

Mientras que algunos analistas celebran el regreso del G2 como una vía de contención mutua que puede estabilizar el sistema global, otros advierten que podría ser el inicio de una nueva era bipolar. La historia recuerda ejemplos similares: el G20 nació tras la crisis financiera de 2008 para incluir más voces en decisiones globales, justo cuando se pensaba que el G2 perdía fuerza.

En este nuevo escenario, países como Alemania, Francia, Brasil, Sudáfrica o India podrían ver sus pretensiones de liderazgo secundarizadas, confrontados a un escenario gestionado desde Washington y Pekín.

¿Puede resurgir el G2 como política oficial?

Formalmente, ni EE.UU. ni China reconocen la existencia institucional del G2. No existe una carta fundacional, ni reuniones periódicas bajo ese nombre. Pero el uso simbólico del término por figuras de alto perfil —como Trump o el secretario de defensa Pete Hegseth— basta para reconfigurar las percepciones globales.

Para algunos es solo una provocación estratégica de campaña por parte de Trump. Para otros, un indicio de que su visión de EE.UU. en el mundo podría ser más pragmática que ideológica: menos multilateralismo, más bilateralismo potente.

Lo que queda claro es que el G2 está de vuelta en el debate diplomático. Y con él, vuelven preguntas críticas sobre cómo será el orden mundial del siglo XXI, quién lo construirá, y quién quedará al margen.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press