Hannibal Gaddafi y el laberinto de la justicia libanesa: ¿Un rehén político o una pieza clave del pasado?

Detenido por casi una década sin juicio, el hijo del exdictador libio se convierte en epicentro de tensiones entre historia, justicia y diplomacia en Medio Oriente

  •  EnPelotas.com
    EnPelotas.com   |  

Un caso anclado en la historia: ¿Quién fue Musa al-Sadr?

Para comprender el caso de Hannibal Gaddafi, debemos retroceder a 1978, cuando el clérigo chiita libanés Musa al-Sadr desapareció durante una visita a Libia. Fundador del Movimiento Amal y figura clave en el chiismo político en Líbano, su desaparición marcó un antes y un después en la política libanesa y todavía hoy sigue sin resolverse.

Al-Sadr viajó a Libia acompañado de Abbas Badreddine y Mohammed Yacoub. Las autoridades libias de la época afirmaban que el clérigo salió de Trípoli en un vuelo rumbo a Roma, pero nunca más se le volvió a ver. En Líbano, especialmente en la comunidad chiita, se sostiene que al-Sadr fue encarcelado por el régimen de Muamar Gaddafi y todavía habría posibilidades de que estuviera con vida, lo que muchos consideran improbable dado que tendría 96 años.

El arresto de Hannibal: entre secuestro y detención oficial

Hannibal Gaddafi, hijo menor del dictador libio Muamar Gaddafi, tenía apenas dos años de edad cuando Musa al-Sadr desapareció. Sin embargo, tras caer el régimen en 2011 y huir él con su familia a Siria, fue secuestrado en 2015 por milicianos libaneses mientras vivía bajo asilo político en Damasco. Posteriormente, fue entregado a las autoridades libanesas.

Ha estado detenido desde entonces, casi una década sin juicio formal, en aparente contradicción con normas internacionales que protegen contra detenciones arbitrarias. Según grupos de derechos humanos, esto constituye una flagrante violación del debido proceso.

¿Un preso político disfrazado de causa judicial?

El arresto de Hannibal se basa en la presunta retención de información clave sobre el paradero de al-Sadr. Pero expertos aseguran que, dadas su edad al momento de la desaparición y su poca implicación política, su detención tiene más tintes de presión política o venganza histórica.

De hecho, muchos consideran a Hannibal más una moneda de cambio diplomática que un testigo real de lo ocurrido en 1978. La organización Hostage Aid Worldwide, con sede en Washington, ha defendido su causa, argumentando que se trata de una “detención injusta” y ha solicitado en múltiples ocasiones su liberación.

Un giro diplomático reciente: ¿Un rayo de esperanza?

En las últimas semanas, una delegación libia desembarcó en Beirut para negociar una posible salida al caso. En la reunión participó el fiscal general libanés Jamal Hajar y otros altos funcionarios judiciales. Se discutió la condición impuesta por el juez en 2023: la liberación de Hannibal bajo una fianza de 11 millones de dólares y la prohibición de viajar.

El problema: Gaddafi no tiene los recursos para pagar esa suma.

Según fuentes cercanas, como parte del encuentro, los libios se comprometieron a presentar un informe detallado sobre el paradero de Musa al-Sadr. A cambio, las autoridades libanesas estudiarán la reducción de la fianza e incluso la eliminación de la prohibición para salir del país. Todo apunta a que su liberación sería seguida por un exilio seguro en Qatar.

La salud de Hannibal en deterioro: un punto crítico

Hannibal Gaddafi ha mantenido varias huelgas de hambre para protestar por su detención, lo que ha deteriorado su salud. La prensa libanesa ha reportado problemas renales, pérdida de peso y estado psicológico debilitado. Esto ha sido utilizado como argumento adicional por sus abogados para acelerar su liberación.

La legalidad de su captura también ha sido cuestionada. Fue llevado de Siria a Líbano de manera extrajudicial, lo que plantea preguntas sobre si fue víctima de una extradición ilegal o incluso un secuestro.

¿Por qué el caso genera tanta polémica en Líbano?

La desaparición de al-Sadr representa una herida abierta en la memoria colectiva del pueblo chiita. Al-Sadr no solo fue un líder político, sino un símbolo de resistencia e identidad. Sigue teniendo una carga emocional y política muy fuerte, especialmente entre las filas de Amal y Hezbolá, quienes presionan activamente para que el caso no se cierre.

No obstante, hay quienes consideran que la actitud del sistema judicial libanés reflejaría un uso selectivo de la justicia con fines políticos para mantener contentos a estos sectores.

El efecto dominó en las relaciones internacionales

El gobierno libio post-Gaddafi ha sido criticado por no retratarse lo suficiente en relación con el caso al-Sadr. Pero en los últimos años, dada la prolongada detención de Hannibal, comenzó a hacer gestiones más serias, incluyendo una solicitud de liberación formal en 2023.

Los vínculos entre Líbano y Libia son tensos y complejos. A pesar de no existir actualmente una embajada libia plenamente operativa en Beirut, ambos países han mantenido canales diplomáticos informales. Estas negociaciones podrían marcar un punto de inflexión en las relaciones bilaterales.

Una justicia en crisis: entre derechos humanos y política sectaria

El caso revela una cruda realidad del sistema jurídico libanés, donde las decisiones de alto nivel muchas veces responden más a presiones políticas internas —especialmente sectarias— que a criterios legales o humanitarios.

Numerosos expertos internacionales han criticado que, aun cuando se considere erróneamente que Gaddafi tiene responsabilidad por el caso de al-Sadr, debe existir un juicio justo, transparencia e imparcialidad. Nada de eso se ve reflejado en el derrotero del caso.

Según el informe de Human Rights Watch, Líbano ocupa un lugar alarmantemente bajo en índices de justicia procesal en Medio Oriente, y casos como el de Gaddafi hijo solo refuerzan las cifras.

¿Qué sigue?

Todo indica que la fianza será rebajada o incluso eliminada, y Gaddafi será transferido a Qatar. No obstante, el proceso no está exento de obstáculos. Familias como la de Badreddine, que todavía luchan para esclarecer la desaparición de al-Sadr, podrían bloquear un acuerdo sin resultados concretos sobre el paradero del clérigo.

Asimismo, la situación podría ser aprovechada políticamente por figuras libanesas que buscan mostrarse como guardianes de la memoria chiita en un contexto regional volátil.

Reflexión final: la delgada línea entre justicia, política y memoria

El caso Hannibal Gaddafi pone en evidencia cómo el pasado sigue atrapando a sociedades como la libanesa. La búsqueda de justicia legítima se mezcla con memorias emocionales no resueltas, y en el proceso, se sacrifican derechos fundamentales como el debido proceso.

Sea culpable o no, nadie debería pasar una década detenido sin juicio. Y aunque el sistema libanés esté decidido a rendir cuentas por el destino de al-Sadr, debe hacerlo dentro de los parámetros del derecho internacional. De lo contrario, corre el riesgo de convertirse en lo mismo que alguna vez condenó.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press