Kalmaegi sacude Filipinas: crónica de un tifón que pone a prueba la resiliencia

Inundaciones, evacuaciones masivas y estragos en comunidades vulnerables marcan el paso del tifón Kalmaegi por el centro del archipiélago filipino

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El tifón Kalmaegi atravesó las islas centrales de Filipinas con una fuerza devastadora que dejó al país enfrentando un nuevo reto humanitario. Con vientos sostenidos de hasta 140 km/h y ráfagas que alcanzaron los 195 km/h, el ciclón no solo destrozó poblaciones costeras, sino que expuso la fragilidad estructural y social de muchas comunidades filipinas.

Un país acostumbrado al desastre

Las Filipinas se ubican en una de las zonas geológicas más activas del mundo: el llamado Anillo de Fuego del Pacífico. Además de tener múltiples volcanes activos y ser proclive a terremotos, el país debe afrontar cada año alrededor de 20 tifones y tormentas tropicales, una cifra que coloca a este archipiélago como uno de los más vulnerables al cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos.

El pasado lunes 3 de noviembre de 2025, Kalmaegi tocó tierra en el municipio de Silago, en Leyte del Sur, a la medianoche. Su recorrido a través del centro del país sembró caos, desde inundaciones en Cebu hasta deslizamientos de tierra amenazantes en Negros acompañados por el riesgo de flujo de lodo volcánico desde el Monte Kanlaon.

Víctimas y daños: las primeras cuentas del desastre

Según informes oficiales, al menos dos personas fallecieron durante el paso del tifón: un anciano que se ahogó en Leyte del Sur y otra víctima mortal en Bohol, tras ser golpeada por un árbol derribado por los vientos.

Lo que más ha impresionado, sin embargo, es la escena de cientos de personas atrapadas en los techos de sus casas o varadas entre aguas encrespadas en zonas como Liloan y Mandaue en la provincia de Cebu. La Cruz Roja Filipina, a través de su secretaria general Gwendolyn Pang, calificó la situación como "imposible":

“Hemos recibido demasiadas llamadas de personas pidiéndonos que las rescatemos desde sus techos o desde el interior de sus hogares, pero hay demasiados escombros. Se ven autos flotando, así que tenemos que esperar que bajen las aguas.”

Un país con cicatrices aún abiertas

El tifón Kalmaegi trae a la memoria el devastador Haiyan de 2013, que causó la muerte o desaparición de más de 7,300 personas. La ciudad de Guiuan, una de las primeras afectadas por Kalmaegi el martes por la mañana, fue también el punto de entrada de Haiyan en 2013. Allí, este nuevo tifón destruyó cerca de 300 viviendas precarias, aunque sin lamentar pérdidas humanas esta vez.

En palabras de Annaliza Gonzales Kwan, alcaldesa de Guiuan:

“No hubo inundaciones, solo vientos muy fuertes. Estamos bien. Lo superaremos. Hemos vivido cosas peores que esta.”

Evacuaciones y medidas urgentes

Anticipándose al desastre, las autoridades evacuaron preventivamente a más de 150,000 personas en las provincias del este. Las advertencias eran claras: lluvias torrenciales, vientos destructivos y marejadas ciclónicas de hasta 3 metros.

En total, 3,500 pasajeros y conductores de camiones quedaron varados en cerca de 100 puertos tras la suspensión de actividades marítimas. Además, se cancelaron al menos 186 vuelos domésticos. Kalmaegi, cuya enorme banda de viento se extendía a 600 km, continuó su paso hacia el mar de la China Meridional el martes por la noche o el miércoles temprano.

El cansancio estructural de Cebu

La ciudad de Cebu y sus alrededores se encuentran particularmente vulnerables. Apenas cinco semanas antes del tifón, un terremoto de magnitud 6.9 afectó la región, cobrándose la vida de 79 personas y dejando cientos de viviendas colapsadas. Ahora, Kalmaegi inunda calles, obliga al cierre de negocios y pone a prueba a una población que aún no se reponía.

Volcanes, lodo y una amenaza silenciosa

Otro riesgo latente es el Monte Kanlaon, un volcán activo en la isla de Negros que ha estado arrojando ceniza y vapor recientemente. Las autoridades advirtieron sobre la posibilidad de lahares —violentas corrientes de lodo volcánico— si las lluvias torrenciales continúan. Las comunidades aledañas al volcán fueron instruidas a evacuar de inmediato.

¿Crisis climática o fenómeno estacional?

Si bien los tifones han sido una constante histórica en las Filipinas, su intensidad, frecuencia y alcance parecen aumentar. La comunidad científica coincide en que el cambio climático está alterando los patrones meteorológicos globales, intensificando los ciclones tropicales. En el caso de Kalmaegi, su rápida formación, tamaño y velocidad de desplazamiento resultan atípicos.

“Estamos viendo tifones más amplios, más violentos y con trayectorias más erráticas. Eso es un reflejo de un Pacífico más cálido”, señala la climatóloga filipina Rozzano Mercado, del Instituto de Ciencias del Clima de la Universidad de Filipinas.

La resiliencia filipina: fortalezas y desafíos

Pese al sufrimiento, el pueblo filipino ha demostrado una capacidad de adaptación y reconstrucción admirable. Tras Haiyan, el gobierno y la sociedad civil se embarcaron en un proceso de reconstrucción rural sin precedentes, reconstruyendo más de un millón de viviendas. Sin embargo, la falta de inversión en infraestructura resiliente y sistemas de alerta eficaces sigue dejando a las comunidades más pobres expuestas.

Kalmaegi ha vuelto a encender las alarmas. El Comité Nacional de Reducción del Riesgo de Desastres reiteró su llamado a fortalecer los sistemas comunitarios de evacuación y a reubicar asentamientos costeros. Sin embargo, muchas familias, sobre todo pescadores, dependen de sus proximidad al mar para subsistir.

Un llamado a la acción nacional e internacional

El ejemplo de Kalmaegi demuestra que no basta con responder a los desastres: es urgente prevenirlos y planificarlos desde todas las esferas posibles. Desde el refuerzo de estructuras públicas y viviendas hasta la educación ambiental, pasando por una mejor asignación de fondos internacionales para el desarrollo sostenible.

En ese sentido, la ONU y varias organizaciones internacionales continúan ofreciendo asistencia técnica y ayuda humanitaria, pero hacen falta políticas nacionales coherentes y sostenidas. Según el Banco Mundial, cada dólar invertido en mitigación y resiliencia genera un retorno social de entre 4 y 7 dólares.

Mientras tanto, miles de familias filipinas duermen en centros de evacuación, con la esperanza de que las ráfagas cesen, las aguas bajen y llegue el día siguiente para empezar de nuevo.

Kalmaegi pasará. Los filipinos seguirán.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press