La tormenta del legado: la batalla por la casa de Lee Kuan Yew y lo que revela sobre Singapur

El debate por la conservación de la residencia del fundador de Singapur expone fisuras familiares, tensiones políticas y dilemas sobre la memoria histórica

Singapur está envuelto en una tormenta, pero no es meteorológica. El centro del huracán gira en torno a una casa antigua ubicada en el número 38 de la calle Oxley Road. Allí vivió durante décadas Lee Kuan Yew, el padre fundador del Estado moderno de Singapur. Hoy, su deseo expreso de demoler esa casa se enfrenta a una decisión del gobierno de preservarla como monumento nacional. Esto ha desatado un conflicto familiar de largo aliento, cargado de implicaciones políticas y filosóficas para una nación cuya historia se entrelaza con la figura de su líder más emblemático.

¿Qué hay en una casa?

Construida en 1898, la emblemática residencia de dos pisos y ocho habitaciones no es solo una propiedad inmobiliaria. Fue testigo de momentos clave en la historia de Singapur: desde conversaciones estratégicas previas a la independencia hasta reuniones informales del gabinete durante los primeros años de la República. Como el propio ministro interino de Cultura, David Neo, explicó recientemente:

“Este sitio fue testigo de discusiones y decisiones esenciales que dieron forma al rumbo de la historia de Singapur hacia convertirse en una nación independiente.”

Pero también fue el hogar privado de una familia que, aunque poderosa y prominente, no está exenta de conflictos internos.

El deseo explícito de Lee Kuan Yew

Lee Kuan Yew dejó clara su postura respecto a su casa en múltiples ocasiones. Incluso, en su testamento final, pidió explícitamente que la propiedad fuera demolida después de su muerte para evitar su conversión en un objeto de culto. En una entrevista publicada en 2011 en el Straits Times, afirmó rotundamente:

“No quiero que me traten como un ídolo ni que mi casa se convierta en un santuario.”

Su argumento era coherente con su visión de una sociedad meritocrática, pragmática y centrada en el futuro. Preservar su casa como monumento, sostenía, atentaría contra esos valores. Sin embargo, el gobierno actual ha considerado que el valor histórico y cultural de la propiedad es mayor que su simbolismo íntimo.

La familia dividida

La polémica no solo es entre la figura de Lee Kuan Yew y el gobierno. Sus hijos están profundamente enfrentados en este tema. Lee Hsien Loong, el hijo mayor y actual exprimer ministro, ha defendido una postura intermedia: respetar la voluntad de su padre en lo posible, pero permitir que el Estado decida con base en el interés nacional. Por otro lado, su hermano menor, Lee Hsien Yang, ha rechazado tajantemente cualquier intento de conservar la propiedad.

En un encendido posteo en Facebook, Lee Hsien Yang acusó al gobierno del Partido de Acción Popular (PAP), el mismo que su padre lideró durante décadas, de “deshonrar el legado de su fundador”. Afirmó que la decisión de conservar el inmueble es una afrenta no solo al deseo de su padre, sino a los valores de humildad y privacidad que predicó durante su vida.

Lo político es personal: el legado como campo de batalla

Lo que podría parecer un conflicto entre hermanos por un inmueble es, en realidad, un reflejo de tensiones más amplias en la sociedad singapurense. La batalla por Oxley Road toca múltiples fibras sensibles:

  • ¿Hasta qué punto se puede usar la historia como herramienta nacionalista?
  • ¿Es el legado de un líder más importante que sus deseos personales?
  • ¿Debe una nación moderna preservar monumentos del pasado o mirar sin nostalgia hacia el futuro?

El caso Oxley Road es una clase magistral sobre la tensión entre memoria histórica y voluntad individual. Y, en un país donde el culto al pragmatismo ha sido casi dogmático, esta disputa pone sobre la mesa dudas sobre cómo abordar la posteridad y la mitología nacional.

Las implicaciones sociales y culturales

La generación joven en Singapur observa esta disputa con una mezcla de desconcierto y desapego. Para muchos nacidos después de los años de crisis y construcción nacional, Lee Kuan Yew es una figura histórica más que un referente inmediato. Una encuesta del Instituto de Estudios de Política Pública en 2024 mostró que solo el 42% de los jóvenes de entre 18 y 25 años apoya firmemente la preservación de la casa. En contraste, un 68% de los mayores de 50 años cree que el sitio debe mantenerse como símbolo de unidad nacional.

La desconexión generacional pone presión sobre los líderes políticos para tomar una decisión que equilibre respeto por el pasado con visión del porvenir. Preservar la casa podría educar a las futuras generaciones sobre los sacrificios y logros del primer gobierno de Singapur. Pero también podría ir en contra de las propias enseñanzas de Lee sobre la humildad institucional y la eficiencia gubernamental.

¿Un parque de la memoria?

El gobierno ha propuesto una solución aparentemente conciliadora: transformar la casa en un parque de patrimonio nacional, eliminando las áreas privadas y cualquier elemento que glorifique la vida íntima del exlíder. Esta alternativa intenta equilibrar los intereses culturales y los deseos personales, pero no ha convencido ni a Lee Hsien Yang ni a los sectores más leales a la visión original de su padre.

Además, se abre una gran pregunta: si se permite esta excepción al deseo personal del hombre que construyó modernamente Singapur, ¿no se abre la puerta para la politización futura del patrimonio?

Una disputa que va más allá de las fronteras

Como si no fuera suficiente con la controversia doméstica, el enfrentamiento ha traspasado las fronteras. Lee Hsien Yang y su esposa se encuentran exiliados en el Reino Unido, con estatus de asilo político. Alegan persecución por parte del gobierno de Singapur debido a su oposición a la decisión de preservar la casa. Actualmente enfrentan investigaciones por supuestamente proporcionar información falsa en procedimientos judiciales relacionados con el testamento de su padre.

Este caso, lejos de ser una simple pelea entre herederos, se ha convertido en un asunto diplomático y de derechos humanos que está bajo el escrutinio internacional.

¿Estamos frente al “síndrome del Mausoleo”?

El fenómeno de convertir en monumentos los hogares o lugares vinculados a figuras históricas no es nuevo. Desde la casa de Mozart en Austria hasta el Museo de la Revolución en La Habana, se ha usado la arquitectura para reforzar ciertos relatos nacionales. En Asia, el ejemplo más obvio es la Plaza Tiananmen o incluso la mansión de Ho Chi Minh en Vietnam, convertida en santuarios de historia oficial.

Pero Singapur aspira a ser diferente. Un Estado moderno, tecnocrático, racional y centrado en el futuro. Entonces ¿necesita Singapur este tipo de lugares?

Quizás el mejor legado de Lee Kuan Yew no está en los ladrillos de su casa, sino en las políticas que la convirtieron en un país modelo: viviendas públicas accesibles, infraestructura avanzada, educación bilingüe y cero tolerancia a la corrupción. Convertir su casa en un emblema tal vez encaje mal con su propio estilo de liderazgo: austero, estratégico y profundamente pragmático.

El legado en disputa define el futuro

La historia se está escribiendo no solo con decisiones administrativas, sino con pasiones familiares encendidas y una ciudadanía expectante. La controversia de Oxley Road simboliza el cruce de múltiples caminos: la ética frente al nacionalismo, lo íntimo frente a lo público, la lealtad frente a la institucionalidad.

Como bien dijo Lee Kuan Yew en su momento:

“El pasado no debe convertirse en una carga para el progreso del país.”

Paradójicamente, hoy es su propio pasado el que se ha vuelto objeto de controversia. Y mientras el gobierno analiza qué hacer con los viejos muros de un hombre que transformó una isla sin recursos en una potencia global, la verdadera pregunta sigue flotando:

¿Cómo debe recordar una nación a su creador sin desobedecer sus deseos?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press