Tensión en Tanzania: ¿Hacia dónde va la democracia en África Oriental?

Tras una elección disputada y protestas mortales, el futuro político de Tanzania bajo el mandato de Samia Suluhu Hassan plantea serias interrogantes sobre el pluralismo y la estabilidad en la región

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Una presidencia bajo la sombra del conflicto

Samia Suluhu Hassan fue juramentada como presidenta de Tanzania en una ceremonia discreta y restringida a un círculo selecto de invitados en Dodoma, la capital administrativa, marcando un cambio contundente con respecto a las tradicionales celebraciones multitudinarias en estadios repletos. Esta sobriedad protocolaria no es únicamente un gesto simbólico, sino más bien una consecuencia directa del ambiente enrarecido que dejó una elección manchada por la exclusión política, la violencia y la censura.

Durante tres días consecutivos, la ciudad de Dar es Salaam, motor económico del país, prácticamente se paralizó. Gasolineras cerradas, carreteras desiertas y comercios clausurados ilustraban una escena de tensa calma. Aunque el nuevo mandato de Hassan representa un hito en una nación con pocos avances democráticos desde el retiro del líder autoritario John Magufuli en 2021, lo cierto es que numerosos sectores lo perciben como una continuidad del autoritarismo anterior, ahora con un rostro más amable.

Del multipartidismo a la exclusión total

Desde su retorno al sistema multipartidista en la década de 1990, Tanzania ha lidiado con el delicado equilibrio entre poder centralizado y oposición política. Las recientes elecciones del 29 de octubre fueron una prueba crucial para medir la madurez democrática del país. Sin embargo, los sucesos evidenciaron un retroceso.

Dos de los principales candidatos de la oposición fueron descalificados antes de que siquiera pudieran registrarse. Uno de ellos, Luhaga Mpina del partido ACT-Wazalendo, fue bloqueado sin mayores explicaciones, mientras que Tundu Lissu, destacado líder del partido Chadema, permanece encarcelado tras ser acusado de traición por exigir reformas electorales.

“Estos resultados no tienen fundamento en la realidad”, declaró Chadema en un comunicado. “La verdad es que no ha habido elecciones justas y libres en nuestro país.”

Protestas y represión mortal

Las protestas no se limitaron a Dar es Salaam. Shinyanga y Morogoro fueron también epicentros de disturbios que provocaron el despliegue del ejército para sofocar manifestaciones. El portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Seif Magango, confirmó al menos 10 muertes como resultado de la violencia, aunque el gobierno tanzano ha evitado proveer cifras oficiales.

Además, se suspendió la reapertura de universidades, inicialmente programada para el 3 de noviembre, con el argumento de garantizar la seguridad. El acceso a internet fue intermitente, una medida ampliamente reconocida como maniobra para dificultar la organización de protestas y restringir el flujo de información independiente.

¿Un liderazgo comprometido con el cambio?

Samia Suluhu Hassan, primera mujer en liderar Tanzania, asumió el cargo tras la muerte de Magufuli en 2021. En ese entonces, se generaron ciertas expectativas de apertura y reformas democráticas. Aunque eliminó algunas restricciones de prensa y mostró disposición al diálogo con sectores empresariales, estas elecciones han ensombrecido cualquier esperanza optimista con respecto a su mandato.

La juramentación de Hassan fue presenciada únicamente por cuatro jefes de Estado: Mozambique, Burundi, Zambia y Somalia. El presidente de Kenia, William Ruto, envió en su lugar al vicepresidente, mientras instaba al pueblo tanzano a mantener la paz y abrir canales de diálogo.

La ausencia de otros líderes regionales de peso indica una actitud cautelosa frente a lo que muchos consideran una legitimación problemática del poder.

El impacto regional de la crisis tanzana

El cierre del paso fronterizo de Namanga, entre Kenia y Tanzania, ha sido una de las consecuencias más visibles de esta crisis. Cientos de camiones con productos agrícolas han quedado varados a ambos lados de la frontera, generando pérdidas económicas incuantificables en una región que depende del comercio transfronterizo para su subsistencia.

Namanga es uno de los ejes logísticos más relevantes para el intercambio de mercancías entre Nairobi y Arusha. “Hemos perdido vegetales, frutas, leche… todo está podrido,” comentó un transportista keniano desde el área limítrofe. Las autoridades locales no han emitido una fecha posible de reapertura.

¿Un ciclo repetitivo en África Oriental?

Los eventos en Tanzania son parte de una tendencia más amplia en África Oriental: el colapso del consenso democrático como base del gobierno. Casos recientes en Uganda (con las controversiales elecciones de Yoweri Museveni), Sudán o incluso la vecina Etiopía refuerzan la preocupación sobre el progresivo autoritarismo en la región.

Según el Democracy Index de The Economist Intelligence Unit de 2023, Tanzania cayó al puesto 129 de 167 países, clasificándose como un “régimen híbrido”. Esta categoría señala organizaciones democráticas formales acompañadas de prácticas autoritarias.

En palabras del analista africano Nic Cheeseman: “Lo que vemos en Tanzania no es nuevo; es solo la consolidación del poder bajo un marco de elecciones que sirve más para legitimar al gobierno que para permitir una competición política genuina.”

El papel de la comunidad internacional

Hasta ahora, las reacciones de organismos internacionales han sido tibias. La Unión Africana no ha emitido un comunicado firme, y Naciones Unidas se ha limitado a solicitar investigaciones sobre las muertes ocurridas durante las protestas.

Frente a este panorama, activistas y organizaciones de la sociedad civil tanzana han solicitado que se apliquen sanciones selectivas a los responsables de la represión, como restricción de visas e investigación de activos en el extranjero.

¿Es posible el renacer de la oposición?

Los desafíos para los partidos opositores son colosales. Con sus líderes encarcelados o forzados al exilio, y bajo una legislación cada vez más restrictiva, la posibilidad de una transición democrática pacífica parece lejana. Sin embargo, la resistencia popular no ha desaparecido.

Jóvenes activistas como Zuberi Mshana y redes civiles como Tanzania Youth for Democracy han comenzado a organizarse de manera descentralizada, aprovechando plataformas como Signal y Telegram para sortear la censura. “No creemos en esta elección. Pero creemos en nuestro poder organizativo. Esto apenas comienza,” declaró Mshana en una entrevista con Deutsche Welle.

Perspectivas para un cambio real

La situación en Tanzania refleja una lucha constante entre represión institucionalizada y aspiraciones ciudadanas por una sociedad más justa. A pesar del aparente control del estado sobre las instituciones y los medios, el descontento público acumulado podría catalizar, en el mediano plazo, una nueva ola de transformación.

Como bien lo señala la investigadora tanzana Aikande Kwayu: “El autoritarismo es costoso. Y en algún momento, la represión deja de ser sostenible incluso para los gobiernos más determinados.”

Mientras tanto, Tanzania permanece en un delicado equilibrio: entre progreso y regresión, entre estabilidad aparente y efervescencia política latente.

¿Será Samia Suluhu la mandataria que inaugure una nueva era democrática o consolidará el legado autoritario de sus predecesores? Ese interrogante, por ahora, sigue abierto.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press