¿Una ofensa o un símbolo?: El caso del sándwich arrojado que sacudió Washington D.C.

La historia viral de Sean Dunn, el exfuncionario que enfrentó cargos federales por lanzar un sándwich como protesta a la presencia de agentes federales en su ciudad

La imagen del sándwich en pleno vuelo: ¿acto de protesta o delito federal?

En agosto de 2025, una escena inusualmente simple sacudió Washington D.C. hasta sus cimientos políticos: Sean Charles Dunn, un empleado del Departamento de Justicia en ese entonces, lanzó un sándwich tipo Subway a un agente federal de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) durante una protesta a las afueras de un club nocturno con temática latina. El acto, captado por un transeúnte y viralizado en redes sociales, generó tanto polémica como iconografía callejera: murales, parches en forma de sándwich y un debate nacional sobre los límites de la protesta política.

El caso ha sido abordado por la fiscalía como un delito de asalto a un agente federal, mientras que la defensa argumenta que se trató de un acto simbólico de desobediencia civil. La pregunta que resuena es: ¿puede un gesto aparentemente inofensivo convertirse en delito sólo por el contexto político?

Contexto político: el aumento de agentes federales en D.C.

Para entender mejor el caso, hay que remontarse al llamado “Federal Surge” de 2025, una iniciativa promovida por la administración de Donald Trump para enviar agentes federales a ciudades como Portland, Chicago y la capital Washington con el argumento de "restaurar el orden" ante el aumento de disturbios y protestas. Este despliegue, denunciado por muchos activistas y funcionarios locales, fue percibido como autoritario y una invasión a la soberanía de los estados.

Así, la noche del 10 de agosto, Dunn se encontró cara a cara con varios agentes del CBP apostados frente a un club nocturno. Enardecido, los llamó “fascistas” y “racistas” antes de gritar: “¡No los quiero en mi ciudad!”. Su respuesta final fue lanzar el sándwich que llevaba en la mano. Un “gesto de exclamación”, como lo llamó su defensa.

Las consecuencias judiciales y el simbolismo viral

El agente afectado, Gregory Lairmore, relató en el juicio que sintió el impacto del sándwich a través de su chaleco antibalas, incluso recordando el olor de las cebollas y la mostaza. Detalles que transformaron el asunto en casi una caricatura del sistema judicial.

Lo que siguió fue una ola de memes, murales y hasta apodos como “footlong revolution”. Por su parte, los colegas del CBP bromearon con Lairmore regalándole un peluche en forma de sándwich y un parche bordado con la frase “felony footlong” (sándwich de un pie de largo con delito mayor).

Pero la burla no fue compartida por todos. Sean Dunn fue despedido de su cargo por la fiscal general Pam Bondi, quien lo llamó “un ejemplo del Estado Profundo” en su publicación en redes sociales. La posterior detención en su casa por un grupo armado de agentes, con video publicado por la Casa Blanca, levantó sospechas de una persecución política motivada por su oposición al gobierno de Trump.

¿Justicia selectiva?

Para muchos, el caso de Dunn se convirtió en un símbolo de cómo el sistema judicial puede usarse para reprimir protestas legítimas. Su equipo legal argumentó que el caso era un “enjuiciamiento selectivo y vengativo”, orquestado desde la cima del poder. Pidieron al juez Carl Nichols, nominado por Trump mismo, que desestimara los cargos. Aunque no hubo fallo al respecto antes del juicio, el hecho subraya lo profundamente politizado que se ha vuelto el contexto legal en Estados Unidos.

Las acusaciones contra Dunn incluyeron no sólo agresión, sino también resistencia, impedimento, intimidación e interferencia con oficiales federales. Todo por lo que la defensa insiste fue un lanzamiento de comida sin intenciones de causar daño real.

Una nación dividida por un sándwich

Más allá del platillo en cuestión, lo que el caso demostró fue la profundidad de la división en Estados Unidos: entre quienes ven en Dunn un héroe moderno que expresó su desacuerdo frente al autoritarismo, y quienes creen que el respeto a la ley comienza por impedir actos como el suyo.

Mientras hay simpatizantes que lo comparan con los activistas originales de la revolución estadounidense por usar objetos cotidianos —en este caso un sándwich, como antes una bolsita de té en el Boston Tea Party— para desafiar el statu quo, otros piensan que trivializar un ataque a un agente de la ley debilita la institucionalidad en una nación ya polarizada.

Una historia con sabor a ironía

Resulta irónico que mientras Donald Trump otorgó perdones presidenciales a manifestantes que enfrentaron cargos mucho más severos por la insurrección del Capitolio el 6 de enero de 2021, Dunn terminó perdiendo su trabajo y su libertad por algo que, según muchos, no es más que un acto de libertad de expresión.

¿Es justo? ¿Es proporcional? ¿Qué mensaje envía esta situación a futuros manifestantes, artistas callejeros o ciudadanos inconformes? Preguntas profundas que surgen de un evento tan aparentemente trivial como lanzar un sándwich. Como escribió una vez el autor británico George Orwell: “El acto más pequeño de rebelión individual puede ser más poderoso que mil gritos retóricos”.

El veredicto: un precedente incómodo

Independientemente del resultado del juicio, el caso de Sean Dunn ya ha dejado una marca en la esfera pública. Ha desatado temas que van desde la libertad de expresión y el abuso de poder, hasta el uso mediático del sistema judicial para fines políticos.

Lo que comenzó como un acto impulsivo y teatral terminó siendo un espejo de la sociedad estadounidense contemporánea: donde un emparedado se convierte en el símbolo perfecto de la delgada línea entre protesta legítima y desobediencia criminal.

Quizás la pregunta más incómoda que queda flotando en el aire es: si lanzas un sándwich para protestar, y el gobierno reacciona con toda su fuerza, ¿quién realmente está perdiendo el control?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press