COP30 en la Amazonía: ¿el inicio del fin de las promesas vacías?
La cumbre climática de la ONU en Belém busca cambiar discursos por acciones reales mientras el planeta se calienta peligrosamente
Una Amazonía asediada como escenario crítico
Belém, en el corazón del Amazonas brasileño, no es solo el telón de fondo de la Conferencia de las Partes número 30 (COP30). Es también un símbolo de urgencia. Esta región, donde el cambio climático y la deforestación han causado estragos, acoge este 2025 un evento que muchos han calificado como decisivo: un punto de inflexión entre la retórica climática y la acción concreta.
En lugar de centrarse en compromisos formales o grandes acuerdos internacionales —como ocurrió en la histórica Cumbre de París en 2015— la COP30 se presenta como la "COP de la implementación". Es decir, se busca una transición de la promesa a la ejecución.
Crisis climática: una cuenta regresiva innegable
El calentamiento global no es una amenaza lejana. Según datos del IPCC, el planeta ya está alrededor de 1.2 °C por encima de los niveles preindustriales, lo que ha intensificado eventos meteorológicos extremos como incendios forestales, huracanes, sequías y olas de calor. Y lo más alarmante: las promesas actuales de mitigación, aun cumpliéndose al pie de la letra, solo lograrían reducir la trayectoria de calentamiento a unos 2.7 °C para finales de siglo, lejos del objetivo del Acuerdo de París de limitarlo a 1.5 °C.
“Estamos encaminados a un calentamiento catastrófico de 3 °C”, advirtió Johan Rockström, director del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático. “La cuestión ya no es si eliminaremos los combustibles fósiles, sino si lo haremos a tiempo”.
Figueres y el optimismo incómodo
Christiana Figueres, arquitecta del Acuerdo de París, también comparte la preocupación, pero no se rinde al fatalismo. "Mi optimismo no es ingenuo. Es una decisión política", afirmó. En su opinión, los países saben lo que necesitan hacer: dejar de usar excusas y poner manos a la obra.
Figueres estableció la organización Global Optimism para promover precisamente eso: un enfoque proactivo, basado en la ciencia, con una mirada constructiva ante el desafío climático.
Belem: un espejo de contradicciones
La elección de Belém como sede tiene una carga simbólica profunda. Entre manglares, ríos y una biodiversidad excepcional, la región amazónica se presenta como víctima y a la vez solución para el cambio climático. Sin su conservación, es imposible mantener los niveles globales de carbono bajo control. Pero también alberga comunidades empobrecidas que dependen, en muchos casos, de prácticas extractivistas para sobrevivir.
“Tener la COP en la Amazonía obliga a una rendición de cuentas. No se puede hablar de soluciones climáticas sin considerar a quienes protegen estas tierras”, enfatizó Eriel Tchekwie Deranger, activista indígena canadiense.
Ausencias que pesan más que discursos
El preámbulo de la COP30 ya comenzó con un revés diplomático. Los líderes de China, Estados Unidos e India —las tres economías que juntas emiten el 52% de las emisiones globales de carbono— decidieron no asistir al segmento de alto nivel. En su lugar, enviaron funcionarios de segunda línea o simplemente se ausentaron.
“Sin el compromiso real de los principales emisores, no hay esperanza,” declaró el presidente de Palau, Surangel Whipps Jr. “Nuestros países están en la primera línea del desastre. Ya no podemos permitirnos más promesas vacías”.
Entre el cinismo y la acción: la disidencia interna
La desilusión también tiene eco dentro de los propios círculos diplomáticos. Juan Carlos Navarro, ministro de Medio Ambiente de Panamá, fue tajante.“Estas reuniones se han convertido en orgías burocráticas de emisiones”, criticó, aludiendo al gasto ambiental que implica transportar miles de delegados para obtener escasos resultados. “Vuelan de país en país dejando huellas de carbono para firmar más compromisos que nadie cumple”.
¿Más promesas o más implementación?
La discusión central gira en torno a un dilema estratégico: ¿es momento de pedir nuevas promesas de reducción de emisiones o de exigir que finalmente se cumplan las existentes?
Brasil, como anfitrión, apuesta por reforzar e implementar los compromisos actuales, mientras que pequeños Estados insulares —conscientes de su vulnerabilidad— presionan por objetivos más ambiciosos. Según estudios del World Resources Institute, si los países simplemente cumplieran sus metas ya pactadas bajo el Acuerdo de París, se podría evitar al menos 1 °C adicional de calentamiento.
“Los negociadores están obsesionados con comunicados grandilocuentes”, dijo Ani Dasgupta, director ejecutivo del instituto. “Lo que necesitamos ahora es impacto en la economía real, donde las inversiones verdes, los empleos sostenibles y la energía limpia pueden generar cambios positivos concretos”.
El rol económico de los países en desarrollo
Uno de los puntos críticos será el financiamiento. Las naciones en desarrollo reclaman que los grandes emisores financien adecuadamente su adaptación al cambio climático y les ayuden a mantener sus bosques en pie.
Brasil, por ejemplo, requiere fondos multilaterales que puedan sostener programas contra la deforestación ilegal que, aunque ha disminuido desde el regreso de políticas climáticas más activas, aún afecta miles de hectáreas cada año.
Suely Vaz, exdirectora de la Agencia de Medio Ambiente de Brasil, lo resume con claridad: “Sin dinero, la implementación es solo otra promesa más”.
¿Punto de inflexión o repetición histórica?
En medio del escepticismo, la COP30 también ofrece señales de esperanza. El hecho de que esté teniendo lugar en la Amazonía ya es un cambio de paradigma. Hay una mayor inclusión de pueblos indígenas, voces del sur global y organizaciones de la sociedad civil en la toma de decisiones.
Además, el entorno tecnológico permite una mejor trazabilidad de compromisos, mayor presión mediática y transparencia. Hoy, es más difícil para los gobiernos esconder la inacción bajo retórica. Las redes sociales, las bases de datos climáticas abiertas y el activismo juvenil hacen que los discursos sean escrutados con rigurosidad.
Optimismo con dosis de realismo
Volveremos a ver imágenes de líderes dándose la mano, firmando documentos y haciendo declaraciones solemnes. Pero esta vez, los focos están también en las acciones post-COP. Porque en esta encrucijada histórica, la humanidad ya no necesita más conferencias climáticas; necesita una revolución de implementación.
Figueres lo sintetiza como un grito de guerra constructivo: “Estamos contra una amenaza gigantesca. Pero no nos rendimos. Actuar es nuestra única opción”.
Fuentes adicionales:
