Cuando el clima castiga a los pobres: el cambio climático y la injusticia ambiental en el sur global
Desde las olas de calor en Brasil hasta las inundaciones extremas en Vietnam, las comunidades más vulnerables enfrentan los peores impactos de una crisis provocada en su mayoría por los países más ricos
En los rincones más calurosos de Río de Janeiro y las calles anegadas de Vietnam, hay un hilo conductor que une a estas realidades tan distantes: el cambio climático y su impacto brutalmente desigual sobre los pobres.
Mientras las élites políticas de todo el mundo se reúnen en salones con aire acondicionado para debatir los efectos del calentamiento global, millones de personas en comunidades marginales del sur global enfrentan los golpes cada vez más fuertes de esta crisis climática. Desde los techos verdes improvisados de Brasil hasta los planes multimillonarios de adaptación en Vietnam, el cambio climático no solo se ha convertido en una crisis ambiental: es también una emergencia económica, social y moral.
Brasil arde: calor extremo e infraestructura colapsada
En Arará, un barrio empobrecido al norte de Río de Janeiro, las olas de calor son cada vez más frecuentes e intensas. Luis Cassiano, un residente de la zona desde hace más de tres décadas, describe cómo el sol estival “da miedo” y cómo, a pesar de haber instalado un techo verde que puede reducir hasta 15°C la temperatura interna de su casa, aún lucha por mantenerse fresco. “El mayor problema”, explica, “es que cuando hay cortes de electricidad, ni siquiera el aire acondicionado sirve”.
Estos barrios populares están construidos mayoritariamente con materiales que absorben calor, como el concreto y el ladrillo rojo, y sus habitantes rara vez tienen acceso confiable a sistemas de climatización. Y cuando lo tienen, dependen de una red energética sobrecargada por una demanda creciente.
La COP30 y la paradoja de las promesas
Este año, Brasil será anfitrión de la Conferencia de las Partes (COP30) en la ciudad de Belém, y la elección no es casual. La sede, situada en la Amazonía brasileña y lejos de los centros urbanos ricos, pretende visibilizar la relación directa entre pobreza, cambio climático y falta de recursos para adaptarse.
“Estoy contenta de que vayamos a un lugar como este, porque aquí es donde se cruzan el clima, la pobreza, la demanda, las necesidades de financiación y la realidad de la mayoría de la población mundial afectada por el cambio climático”, dijo Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Sin embargo, el escepticismo reina entre varios expertos. Kimberly Marion Suiseeya, profesora de política ambiental en la Universidad de Duke, advirtió que no basta con declaraciones. “Deseo que se diga con más claridad qué acción rápida se necesita. Porque dudo que la COP produzca acciones rápidas”, sentenció.
Vietnam bajo agua: tormentas más intensas y ciudades mal preparadas
Mientras que Brasil se enfrenta al calor, en Vietnam el agua cae con violencia. A lo largo de 2025, una sucesión de tifones —como Ragasa, Matmo y Bualoi— dejó al país con ciudades inundadas, laderas desplomadas y una infraestructura abrumada. Las autoridades estiman que el costo económico de estos eventos extremos superó 1.400 millones de dólares solamente en ese año.
La situación es especialmente crítica en Hanoi y Ciudad Ho Chi Minh, cuyos sistemas de drenaje, muchos de la era colonial, han sido superados por el crecimiento urbano. La construcción sobre humedales, sumada al cambio climático, ha exterminado la capacidad de absorción natural de las ciudades. Según un estudio de 2024, más del 75% de Hanoi está en riesgo de inundarse.
“No podemos controlar el agua”, declaró la ingeniera ambiental Hong Ngoc Nguyen. “Debemos aprender a vivir con ella”. Inspirándose en modelos como el de Singapur, que ha reemplazado canales de hormigón por riberas verdes que ralentizan y absorben el agua, Vietnam ahora impulsa la idea de “ciudades esponja”.
El precio humano del cambio climático: más allá de lo ambiental
En todo el mundo, hasta 1.100 millones de personas viven en situación de pobreza aguda, según datos de Naciones Unidas. Estas poblaciones son las más expuestas a peligros climáticos como el calor extremo, la sequía, las inundaciones y la contaminación del aire. Y, como lo destacó el economista Carter Brandon, “no se trata solo de la destrucción de edificios. Es la ruina de medios de vida. Si no tienes ahorros, es devastador”.
Para los pequeños productores rurales —más de 550 millones en todo el mundo, en su mayoría en países de ingresos bajos o medios—, los efectos del cambio climático sobre las cosechas están minando no solo la producción sino también la subsistencia. África, por ejemplo, es especialmente vulnerable, con más de 500 millones de personas en situación de pobreza y gran dependencia de la agricultura.
La tecnología podría ofrecer cierto alivio, pero son pocos los que pueden costearla. Por eso, Ismahane Elouafi de CGIAR, red internacional de investigación agraria, se muestra escéptica ante la posibilidad de que la financiación climática global llegue a tiempo.
¿Adaptarse o perecer? El dilema estructural del sur global
Vietnam ha destinado más de 6.000 millones de dólares a mejoras en infraestructuras de alerta temprana y planes de relocalización. No obstante, el costo estimado para adaptarse completamente al cambio climático se sitúa entre 55.000 y 92.000 millones de dólares para esta década. Brasil, por su parte, busca combinar políticas de protección ambiental con desarrollo económico sostenible, pero la magnitud del desafío es inmensa.
Aun cuando muchos gobiernos del sur global están comenzando a actuar, la falta de recursos, de financiación internacional y de voluntad política en los países desarrollados complica los avances. En la práctica, seguimos viviendo en un mundo donde los pobres pagan la cuenta de un problema que no causaron.
No es una disyuntiva: combatir la pobreza también es luchar contra el cambio climático
Para Pedro Conceição, director de la Oficina de Informes sobre Desarrollo Humano del PNUD, es equivocado ver la lucha contra la pobreza y el clima como objetivos en conflicto. “La narrativa de que el clima es un problema futuro o remoto debe ser reemplazada por la noción de que ambas agendas son una sola”, afirmó.
Incluso Bill Gates ha comenzado a abogar por un enfoque centrado en la mitigación del sufrimiento humano. En su opinión, para los países desarrollados “no hay una historia apocalíptica”, pero las verdaderas consecuencias catastróficas se experimentan en el sur global.
Las soluciones existen. Ciudades esponja, techos verdes, agricultura resiliente al clima, sistemas de alerta temprana y fondos climáticos internacionales ya están en discusión o implementación. Pero como destacó Nafkote Dabi, líder de política climática de Oxfam, “necesitamos menos discursos y más acción”.
La justicia climática empieza en el diseño de políticas globales
El debate sobre el cambio climático está, por fin, comenzando a reconocer su dimensión social. Y es que no puede haber una transición verde auténtica si no es equitativa. A medida que fenómenos extremos como los de Brasil y Vietnam se repiten y agravan, la urgencia ya no es científica: es profundamente humana.
Los objetivos de desarrollo sostenible no pueden lograrse sin enfrentar de frente este desafío. Y hacerlo exige un nuevo tipo de liderazgo que no vea el clima como una variable a contener, sino como una fuerza que ya ha redefinido la manera en que vivimos, urbanizamos y proyectamos nuestro futuro compartido.
“No podemos darnos el lujo de seguir planeando sobre la experiencia pasada. Si lo hacemos, no seremos resilientes en el futuro,” advirtió Anna Beswick, experta en adaptación climática del London School of Economics.
Ese futuro ya está aquí, y quienes tienen menos medios para enfrentarlo ya lo están pagando. El tiempo para cambiarlo también está aquí: solo falta voluntad.
