Dick Cheney: El controvertido legado de poder y supervivencia cardíaca
De arquitecto clave en el Pentágono a símbolo de la lucha por la vida: una mirada profunda al impacto político y humano del exvicepresidente de EE. UU.
Un arquitecto del poder en la sombra
Richard Bruce Cheney, más conocido como Dick Cheney, falleció a los 84 años. Su muerte marca el fin de una de las trayectorias más poderosas y polémicas en la historia moderna de la política estadounidense. Desde su rol estratégico como Secretario de Defensa durante la Guerra del Golfo hasta su influencia como vicepresidente durante la presidencia de George W. Bush, la figura de Cheney estuvo siempre envuelta en un aura de pragmatismo frío, inteligencia táctica y una tenacidad pocas veces vista.
Nacido el 30 de enero de 1941 en Lincoln, Nebraska, Cheney ascendió rápidamente en las filas del poder en Washington, D.C. Inició su carrera política como jefe de gabinete de la Casa Blanca durante la presidencia de Gerald Ford, en plena turbulencia post-Watergate, para luego convertirse en congresista republicano por Wyoming, y más tarde, secretario de Defensa bajo George H. W. Bush entre 1989 y 1993. Fue en esa última etapa cuando se consolidó como estratega de guerra en la Operación Tormenta del Desierto contra Irak, liderada por una colación de naciones.
Vicepresidente en tiempos de guerra
Cheney volvió al epicentro del poder en el año 2000, cuando asumió la vicepresidencia bajo la administración de George W. Bush. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, su papel pasó de ser simbólicamente secundario a ser puro músculo operativo. Junto a Donald Rumsfeld y Condoleezza Rice, articuló muchas de las decisiones más trascendentales (y controvertidas) de Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo.
Cheney fue una figura clave en la creación del marco legal que justificó la invasión de Irak en 2003, defendiendo la existencia de armas de destrucción masiva que nunca se hallaron. Su estrecha relación con empresas como Halliburton—donde fue CEO—también generó múltiples controversias sobre los contratos obtenidos durante la reconstrucción de Irak. Su nombre quedó permanentemente ligado a conceptos como intervencionismo militar, estado de vigilancia y privatización de la guerra.
"La guerra nunca es la respuesta óptima, pero a veces es la única respuesta eficaz," dijo Cheney en 2002 en el Consejo de Relaciones Exteriores. Su legado en este sentido permanece profundamente divisivo, entre quienes lo ven como un defensor impasible de la seguridad nacional y quienes lo consideran responsable de desestabilizar Medio Oriente.
Un corazón que se negó a ceder
Más allá de la arena política, Dick Cheney también fue ejemplo de lucha personal contra la enfermedad cardíaca. Su historia médica es, en sí misma, una cronología de los avances en la medicina cardiovascular en las últimas décadas. Tuvo su primer infarto a los 37 años, una edad alarmantemente joven para tal evento, y a partir de ahí comenzaron las batallas clínicas que marcarían su vida.
- 1988: Cuádruple bypass coronario.
- Años 90: Angioplastías múltiples y colocación de un marcapasos.
- 2001-2010: Experiencias repetidas con insuficiencia cardíaca congestiva.
- 2010: Implantación de un dispositivo de asistencia ventricular izquierda (LVAD).
- 2012: Recibe un trasplante de corazón a los 71 años.
El propio Cheney confesó en sus memorias "In My Time": "Viví más de lo que muchos esperaban, incluido yo mismo". Su tenacidad médica lo convirtió en una especie de símbolo moderno del paciente cardiológico con recursos, con acceso a tecnología de última generación y a procedimientos quirúrgicos de vanguardia.
Cheney fue parte de los 362 estadounidenses mayores de 65 años que recibieron un trasplante de corazón en 2012, según datos de la Red de Procura y Trasplante de Órganos de Estados Unidos (OPTN). Esa cifra se ha más que duplicado desde entonces; en 2023, 905 personas mayores de 65 recibieron trasplantes cardíacos.
Corazón artificial y supervivencia prolongada
Uno de los hitos en la vida médica de Cheney fue el uso de un LVAD —una bomba asistida por baterías externas que ayudaba a su ventrículo izquierdo a ejecutar sus funciones. El uso de este dispositivo se volvió más común en pacientes en lista de espera para trasplante y en aquellos no aptos para una cirugía inmediata. En palabras del Dr. Joseph Cleveland, cardiólogo en la Universidad de Colorado: "Cheney se convirtió en un símbolo viviente del progreso médico, pero también en un ejemplo de cómo el acceso define la diferencia entre vida y muerte".
En EE. UU., las enfermedades del corazón son la causa principal de muerte. Según los CDC, más de 697,000 personas murieron por enfermedades cardíacas en 2020, lo que representa el 1 de cada 5 fallecimientos. La historia clínica de Cheney resume cómo, con el apoyo adecuado, es posible prolongar significativamente la vida incluso con múltiples comorbilidades.
¿Genio maquiavélico o patriota implacable?
Durante y después de su mandato como vicepresidente, Dick Cheney fue retratado por la prensa y la cultura popular desde extremos opuestos. Algunos medios lo llamaban "el Halcón Supremo"; otros, simplemente, "el poder detrás del trono". Su figura inspiró representaciones como la protagonizada por Christian Bale en la película Vice, dirigida por Adam McKay, que brinda una interpretación crítica de cómo Cheney acumuló poder sin rendir cuentas públicas.
El periódico The Washington Post lo describió en un editorial de 2009 como "uno de los estrategas más eficaces de la política de seguridad desde la Guerra Fría, aunque también uno de los más peligrosos". Su postura beligerante en temas de seguridad nacional lo convirtió en un blanco frecuente de los defensores de los derechos civiles y del progresismo estadounidense.
Un legado que divide
Al mirar en retrospectiva, la figura de Dick Cheney no puede evaluarse con grises. Su legado político y médico convoca tanto la admiración como la crítica. Fue un operador político magistral que moldeó la política exterior estadounidense en una dirección unilateral y profundamente intervencionista. A su vez, fue un superviviente cardíaco que vivió décadas más gracias a los avances en medicina, convirtiéndose en ejemplo paradigmático—y polémico—del coste y privilegio del tratamiento de alta complejidad en EE. UU.
Su vida, tanto en los pasillos del Pentágono como en las salas de cirugía cardiovascular, encarna las complejidades del poder, la salud y la sombra del destino. Dick Cheney ya no está, pero su legado seguirá marcando debates cruciales sobre moral política, acceso a la salud y los límites del poder presidencial en tiempos de crisis.
