El renacer del honu: ¿Es hora de devolver a los hawaianos el derecho a cazar tortugas verdes?

Tras décadas de protección, las tortugas verdes de Hawái resurgen, reabriendo el debate sobre los derechos culturales de los nativos

Un animal sagrado entre la ley y la cultura

En las aguas cristalinas de Hawái, la honu —la tortuga verde marina— no es solo un símbolo de la biodiversidad de las islas, sino también un emblema cultural entrelazado con la identidad del pueblo hawaiano. Sin embargo, este símbolo de vida marina ha sido, durante las últimas décadas, también un epicentro de un debate complejo entre conservación ambiental y derechos culturales indígenas.

Desde que fue incluida en la lista de especies en peligro de extinción del gobierno federal en 1978, la caza de la honu ha estado estrictamente prohibida, criminalizando una costumbre que muchos hawaianos consideran sagrada, aunque limitada y sostenible.

Cuando la supervivencia cultural tropieza con la conservación federal

Mac Poepoe, residente de Molokaʻi, describe con pesar cómo vio transformarse una vieja tradición en un delito federal. "Nosotros no cazábamos por negocio, lo hacíamos por subsistencia, por cultura, por respeto", declaró. Su familia, como muchas otras, dependía del mar como recurso alimenticio. La honu era una delicadeza ocasional que se preparaba con ritual y respeto ancestral.

No obstante, fue el abuso de otros —la caza comercial sin límites— lo que llevó a la disminución drástica de las honu y su eventual inclusión en la lista federal de especies protegidas. Durante décadas, la protección funcionó. Algunos científicos, como George Balazs, que dedicó más de 45 años a estudiar al honu, señalan que el número de hembras anidadoras pasó de apenas 67 en la década de 1970 a más de 460 en 2004. Un estudio de 2019 mostró que la población ha recuperado un 83% respecto a sus niveles pre-explotación.

¿En peligro aún? Las cifras dicen otra cosa

Mientras el gobierno federal persiste en clasificar a la honu como amenazada, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) la reclasificó en 2023 como especie de “menor preocupación”. Esto significa, en términos simples, que tiene menos del 10% de probabilidades de extinguirse en el próximo siglo.

Esta contradicción ha reavivado el reclamo por parte de activistas y líderes comunitarios para revisar las políticas sobre el uso cultural tradicional de esta especie.

Derechos culturales y excepciones legales desiguales

La ley federal de especies en peligro sí contempla ciertas exenciones, pero estas han sido otorgadas principalmente a científicos y académicos, excluyendo a los hawaianos originarios. "Es una gran ironía que los investigadores puedan recolectarlas con permisos especiales, pero los nativos no puedan hacerlo para una ceremonia cultural", opinó Balazs.

En Alaska, las comunidades indígenas pueden cazar ballenas bajo exenciones culturales similares. Entonces, ¿por qué no en Hawái? Esa fue una de las preguntas planteadas hace más de tres décadas en una demanda encabezada por Daryl Nuesca y Daniel Peter Kaneho-lani, quienes afirmaron que se violaba su derecho al uso cultural del honu. Pero perdieron el caso.

La propuesta: Cosechas culturales bajo gestión estatal

Tanto Balazs como Poepoe coinciden en que es momento de transferir la gestión del honu desde lo federal hacia una gestión regional estatal que contemple las prácticas sostenibles tradicionales. "Yo tengo propuestas concretas sobre cómo gestionar la recolección de manera responsable", dice Poepoe, aunque se guarda sus recomendaciones hasta que NOAA y otras autoridades se muestren dispuestas a dialogar seriamente.

Él insiste en la práctica del pono: equilibrio y justicia. "Cuando tomamos algo del océano, debemos tener un plan para devolverle algo a cambio", afirma.

¿Una tradición condenada al olvido?

Kevin Chang, director ejecutivo de KUA —una ONG local que fomenta el manejo comunitario de recursos naturales— reconoce que el debate divide incluso a los propios hawaianos. "Los nacidos después de la prohibición federal tienden a oponerse a la caza cultural, mientras los mayores, que aún pescan y cazan para alimentarse, la defienden", afirma.

Wally Ito, biólogo retirado y experto en algas marinas, recuerda una conversación con el activista comunitario Tommy Hashimoto antes de su muerte en 2019: “Si esta prohibición se mantiene por más tiempo, perderemos la conexión cultural por completo. Y no podemos darnos ese lujo,” le dijo Hashimoto. Este mensaje resuena entre muchos isleños: más que un simple animal, el honu representa un vínculo con los ancestros, un legado que podría desaparecer.

Entre turistas y tradición

Paradojas abundan. En lugares como Laniākea, en la isla de Oʻahu, turistas abarrotan carreteras solo para tomar fotos de las tortugas que ahora nadan tranquilamente junto a la costa. La imagen de una honu asoleándose en la arena es ya parte de la postal turística del Pacífico.

No siempre fue así. Tras el contacto con europeos, la población de honu se diezmó por el aumento de la demanda para producir sopa, carne enlatada y platos gourmet. La explotación no paró hasta que la legislación de EE. UU. cortó de tajo tanto la comercialización como las prácticas tradicionales.

Esto ha creado una situación incongruente en la que el valor cultural del honu se fetichiza comercialmente para el turista, mientras se le niega al nativo el acceso legítimo a su significado espiritual y comunitario.

¿Y ahora qué? Un camino hacia el diálogo

En septiembre, Kitty Simonds, directora ejecutiva del Consejo de Pesquerías del Pacífico Occidental, envió una carta formal a NOAA pidiendo que se evalúe levantar parcialmente la protección federal y permitir cosechas culturales controladas.

Simonds ha apoyado esta iniciativa durante años. Sin embargo, ha enfrentado críticas por posibles conflictos de intereses, después de que el grupo que dirige ayudara a redactar peticiones para sacar al honu de la lista de especies protegidas, disfrazadas de propuestas comunitarias.

Entretanto, el Departamento de Pesca de EE. UU. se ha mostrado hermético. En ocasiones anteriores analizó quitar a la honu de la lista, pero optó por mantener su estatus debido a amenazas como el cambio climático, la subida del nivel del mar y la contaminación marina.

Un equilibrio posible y necesario

La reintroducción de cosechas culturales no implica volver a los excesos del pasado. Significa establecer cupos, temporadas de recolección, criterios ecológicos y cualquier otro mecanismo que permita equilibrar las necesidades culturales de los hawaianos con la protección efectiva del honu.

Más que una cuestión ambiental, es un asunto de justicia cultural. Como señaló Poepoe, no se trata de explotar, sino de administrar racional y espiritualmente. “Si perdemos esta práctica, perdemos parte de nuestra alma colectiva.”

En pleno siglo XXI, mientras el mundo busca equilibrar desarrollo con sostenibilidad, la historia del honu se convierte en una lección poderosa: no toda protección ambiental justa debe construirse a costa de la identidad de los pueblos.

“Una cultura que no puede tocar lo sagrado que ayudó a formar deja de ser cultura… y termina siendo museo,” concluyó con amargura un anciano pescador.

El reto ahora es encontrar un camino compartido donde honu, humanos y herencia puedan coexistir sin exclusión, sin ruptura, con respeto mutuo y visión de futuro.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press