Filipinas bajo el agua: La devastación del tifón Kalmaegi y un país en constante lucha contra la naturaleza
Inundaciones, desplazamientos masivos y tragedia aérea marcan el más reciente azote climático sobre el archipiélago
Un nuevo desastre en tierra conocida
Filipinas volvió a ser escenario de uno de los flagelos naturales más temidos en la región del Pacífico: el paso del tifón Kalmaegi trajo consigo una ola de destrucción que ha dejado, hasta el momento, al menos 52 muertos y 13 desaparecidos, según las autoridades locales. Las provincias del centro del país, particularmente Cebú, fueron gravemente afectadas por las intensas lluvias que provocaron inundaciones repentinas, llevando a residentes a refugiarse en los techos de sus viviendas.
Cebú: doblemente golpeada
Cebú, con una población superior a los 2.4 millones de personas, ya se encontraba en fase de recuperación tras un sismo de magnitud 6.9 ocurrido solo semanas antes, el 30 de septiembre. El terremoto había dejado 79 muertos y causó daños estructurales en miles de hogares. Kalmaegi agravó esa situación de vulnerabilidad.
El estado de calamidad fue declarado oficialmente en la provincia, permitiendo a las autoridades activar fondos de emergencia y movilizar recursos para atender a las víctimas. "El agua nos llegó al pecho en pocos minutos. Tuvimos que subirnos al tejado con mis hijos mientras gritábamos por ayuda", declaró a medios locales Maria delos Reyes, residente de una de las zonas más afectadas.
Evacuaciones masivas y pronósticos extremos
Antes de que Kalmaegi tocara tierra, más de 387,000 personas fueron evacuadas de las zonas costeras y ribereñas. Las advertencias incluían lluvias torrenciales, vientos destructivos y marejadas ciclónicas de hasta 3 metros.
El tifón, con vientos sostenidos de 120 km/h y ráfagas de hasta 150 km/h, tocó tierra en la provincia de Southern Leyte antes de continuar su camino devastador hacia Palawan, desplazándose luego al Mar de la China Meridional.
Las autoridades marítimas cancelaron el zarpe de ferris y embarcaciones pesqueras, lo que dejó varados a más de 3,500 pasajeros y conductores de camiones en puertos de todo el país. Además, se suspendieron al menos 186 vuelos domésticos.
Victimización múltiple
La peor parte de la catástrofe se vivió en zonas donde las aguas sobrepasaron ríos y canales de evacuación, convirtiendo caminos en ríos y arrastrando vehículos. Las labores de rescate fueron extremadamente complicadas: "Recibimos decenas de llamadas de personas atrapadas en techos, pero tuvimos que esperar a que bajaran las aguas por seguridad de los rescatistas", explicó Gwendolyn Pang, secretaria general de la Cruz Roja Filipina.
Otras víctimas se reportaron en Southern Leyte, donde un anciano se ahogó producto de las inundaciones, y en Bohol, donde una persona murió al ser golpeada por un árbol caído.
Una tragedia aérea entre la emergencia
En el contexto del desastre natural, una nueva tragedia envolvió al país: un helicóptero de la Fuerza Aérea filipina se estrelló en la provincia de Agusan del Sur mientras transportaba ayuda humanitaria a las zonas afectadas. Los seis ocupantes murieron en el accidente.
Las causas del accidente aún no fueron determinadas oficialmente, pero el mal tiempo no se descarta como un factor clave. El hecho enluta aún más a las fuerzas armadas del país, ya ampliamente desplegadas para tareas de rescate y asistencia durante la temporada de tifones.
Un país habituado a la tragedia natural
Las Filipinas son uno de los países más vulnerables a desastres naturales a nivel mundial. La nación insular, situada en el "Anillo de Fuego del Pacífico" y en la ruta de los tifones del Pacífico Occidental, sufre anualmente el embate de hasta 20 tormentas o tifones.
Asimismo, Filipinas posee más de una docena de volcanes activos y está expuesta continuamente a movimientos sísmicos, configurando un panorama de alto riesgo para su población y su infraestructura. Según el Banco Mundial, cerca del 74% de la población está expuesta a múltiples tipos de desastres naturales.
La urgencia de políticas resilientes
Voceros de la Oficina Nacional de Defensa Civil y expertos en gestión de riesgos han reiterado la necesidad de fortalecer políticas de resiliencia y modernización urbana, particularmente en ciudades como Cebú y Manila, que combinan densidad poblacional, construcciones informales y una planificación inadecuada.
El arquitecto y urbanista Jose Arlegui afirmó en entrevista con el diario Philippine Star: "No basta con áreas de evacuación temporales. Hay que rediseñar completamente las zonas urbanas para que resistan las amenazas climáticas cada vez más frecuentes".
Una oportunidad para la solidaridad
La comunidad internacional también ha mostrado preocupación. Varios países, como Japón y Estados Unidos, han ofrecido ayuda humanitaria inmediata, mientras que organizaciones como Médicos Sin Fronteras y la Cruz Roja Internacional ya están desplegadas.
A pesar del dolor, los filipinos están mostrando su tradicional espíritu resiliente. Iniciativas comunitarias están repartiendo alimentos, ropa y agua potable a los damnificados. En las redes sociales se han viralizado campañas de donación como #BangonCebu ("Levántate, Cebú"), impulsadas por celebridades e influencers locales.
Enfrentar el futuro con planeación y prevención
El paso de Kalmaegi, tristemente, no será el último tifón en golpear Filipinas. Pero cada desastre puede ser también una oportunidad de transformación. Invertir en infraestructura resiliente, sistemas de alerta temprana y educación comunitaria puede marcar la diferencia entre una catástrofe devastadora y una emergencia bien manejada.
Como afirmó la analista climática Malou Santos: "La amenaza climática ya no es del futuro; es del presente. Y Filipinas, más que ningún otro país, necesita prepararse cada día como si fuera el día del próximo gran tifón".
