Irán y Estados Unidos: 45 años de enemistad y un conflicto que amenaza con volver a estallar
Entre misiles, sanciones y memoria histórica, la conmemoración del asalto a la embajada de EE.UU. revive tensiones tras una guerra breve pero devastadora
Una conmemoración teñida de pólvora
En el corazón de Teherán, miles de iraníes se congregaron para conmemorar el 45º aniversario del asalto a la Embajada de Estados Unidos ocurrido el 4 de noviembre de 1979, un evento que transformó la relación entre ambas naciones en una enemistad duradera. Esta vez, sin embargo, el contexto fue mucho más incendiario: la celebración se produjo apenas cuatro meses después de un conflicto armado entre Irán, Israel y Estados Unidos que dejó profundas cicatrices en la región.
Durante la conmemoración, los cánticos habituales de “Muerte a EE.UU.” y “Muerte a Israel” se mezclaron con la exhibición de réplicas de misiles balísticos, centrífugas nucleares y efigies quemadas del presidente estadounidense Donald Trump y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu. Las calles principales de la capital iraní se convirtieron en un escaparate de poder simbólico y resistencia nacional.
Un aniversario con carga militar
El evento del 4 de noviembre no es nuevo. Desde 1980 se ha convertido en una cita anual para el régimen iraní, utilizado como arma retórica y movilización ideológica contra Estados Unidos. Pero lo que lo hace particularmente relevante este año es el telón de fondo: una guerra relámpago de 12 días en junio, iniciada por Israel y seguida por ataques estadounidenses contra instalaciones nucleares iraníes.
Ese conflicto dejó un saldo de más de 1.100 iraníes muertos, entre ellos científicos nucleares y altos mandos. La respuesta de Irán fue también devastadora: una lluvia de misiles sobre territorio israelí que causó al menos 28 víctimas fatales. Aunque se evitó una guerra total, las heridas aún están frescas en ambos lados.
La narrativa de resistencia
Durante el acto conmemorativo, el presidente del Parlamento de Irán, Mohammad Bagher Qalibaf, arremetió contra el “imperialismo occidental” y calificó la antigua embajada estadounidense como un “nido de espías”. Reafirmó el propósito de mantener a Irán como una nación “integrada, independiente y poderosa”, acusando a Israel y EE.UU. de intentar impedir esa visión mediante el asesinato selectivo de científicos clave.
Estas declaraciones no son meramente simbólicas: en las últimas dos décadas, al menos una docena de científicos vinculados al programa nuclear iraní han sido asesinados en circunstancias sospechosas, que Teherán atribuye directamente al Mossad (la inteligencia israelí) y al apoyo estadounidense.
El legado de 1979
La toma de la embajada fue un evento clave en la historia de la diplomacia moderna. El 4 de noviembre de 1979, partidarios de la Revolución Islámica tomaron la misión diplomática en Teherán y mantuvieron 52 rehenes estadounidenses durante 444 días. Esta acción provocó la ruptura total de relaciones diplomáticas entre ambos países, que persiste hasta hoy.
Desde entonces, sucesivos líderes iraníes han instrumentalizado el hecho para reforzar la identidad revolucionaria del país. Para muchos iraníes, sobre todo los alineados con el clero chiíta gobernante, la resistencia contra EE.UU. se ha convertido en un principio doctrinal.
Un conflicto que muta pero nunca desaparece
Si bien las armas hablaron en junio, el conflicto entre ambos países lleva décadas desarrollándose en forma de sanciones, ciberataques, bloques diplomáticos y guerras por terceros. Desde 2018, cuando EE.UU. se retiró del acuerdo nuclear alcanzado en 2015 (el Plan de Acción Integral Conjunto, JCPOA por sus siglas en inglés), la tensión ha escalado de forma constante.
Irán ha respondido enriqueciendo uranio a niveles superiores al 60%, un paso corto del 90% necesario para armas nucleares. Aunque Teherán insiste en la naturaleza pacífica de su programa, expertos del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y autoridades occidentales sugieren que la infraestructura nuclear iraní permitiría construir varias bombas atómicas en poco tiempo.
En respuesta, el Consejo de Seguridad de la ONU reimpuso sanciones en septiembre contra Irán, congelando activos financieros, prohibiendo la venta de armas y limitando el desarrollo de misiles balísticos.
Ali Khamenei: sin vuelta a Washington
El líder supremo, ayatolá Ali Khamenei, aprovechó también la ocasión para reiterar que una normalización con Washington no está en el horizonte. “Negociar con Estados Unidos debilita a la nación, no la fortalece”, dijo en una reunión con estudiantes universitarios previa al evento público. Su mensaje fue reproducido en pancartas y transmisiones en directo durante la jornada conmemorativa.
Esta postura también responde a una narrativa interna que conecta la soberanía iraní con la resistencia ante lo que consideran la hegemonía estadounidense. En este sentido, ningún acuerdo nuclear será suficiente mientras el gobierno considere que su estabilidad interna depende de mantener una postura antiestadounidense.
Memoria colectiva y manipulación simbólica
Las conmemoraciones como la del 4 de noviembre son más que rituals patrióticos: son mecanismos de legitimidad del régimen. El uso de símbolos como las réplicas de misiles o las centrífugas nucleares junto a imágenes de los líderes enemigos permite a Teherán nutrirse de una narrativa heroica permanente.
Esto cobra especial relevancia entre los jóvenes iraníes, muchos de los cuales no han vivido el período revolucionario pero ahora enfrentan sanciones internacionales, represión interna y falta de oportunidades. El gobierno busca canalizar su frustración hacia un enemigo exterior, reforzando la idea del “Gran Satán”, como a menudo se llama a EE.UU. en la propaganda estatal.
La sombra prolongada de Trump
Aunque el expresidente Donald Trump ya no reside en la Casa Blanca, su huella sobre la relación entre ambos países persiste profundamente. Su decisión de abandonar el acuerdo nuclear y el asesinato del comandante Qassem Soleimani en 2020 marcaron un punto de no retorno. Las efigies quemadas de su figura durante la marcha revelan cómo su legado aún es utilizado para agitar el fervor popular.
Y más allá del simbolismo, muchos analistas interpretan que Trump cimentó una nueva etapa del conflicto centrada en la seguridad regional. Esto ha llevado a Irán a fortalecer alianzas con actores como Rusia, China y milicias proiraníes en Líbano, Irak y Yemen.
¿Hacia una segunda guerra fría en Medio Oriente?
Con la guerra de junio de fondo, el mundo observa con preocupación la evolución del conflicto. Los ataques cruzados dejaron en evidencia la capacidad nuclear y misilística de Irán, así como la determinación de Israel y EE.UU. de frenarla a cualquier costo.
La falta de una solución diplomática sostenible ofrece un escenario de guerra fría regional, consolidando esferas de influencia y amenazas mutuas. La gran pregunta ya no es si se puede evitar el conflicto, sino cuándo volverá a estallar de forma abierta.
Con una población que sufre los efectos de la presión internacional y un régimen afianzado en la confrontación, el riesgo de escalada sigue latente. Mientras tanto, el aniversario de la toma de la embajada sirve como termómetro del resentimiento histórico, sí, pero también como barómetro del futuro.
