Las elecciones en Estados Unidos: ¿reto democrático o espejo de una nación dividida?

Un análisis profundo del proceso electoral estadounidense, su impacto global y los desafíos internos que enfrenta la democracia más influyente del mundo

El primer martes de noviembre en Estados Unidos no es un día cualquiera: es día de elecciones. Pero más allá del acto en sí de emitir el voto, este momento se ha convertido en un complejo laboratorio democrático que revela mucho más que las preferencias políticas de una ciudadanía. En este artículo, abordaremos las cuestiones históricas, políticas y sociales que moldean las elecciones estadounidenses y su rol central en el orden global.

Un sistema electoral cargado de historia – y complicaciones

El proceso electoral de Estados Unidos es notablemente distinto al de muchas otras democracias. A pesar de considerarse la nación que encarna los principios democráticos modernos, su sistema presenta numerosos retos:

  • El Colegio Electoral: Las elecciones presidenciales no se deciden por el voto popular, sino por un sistema indirecto en el que cada estado tiene un número determinado de votos electorales. Esto significa que presidentes como Donald Trump (2016) y George W. Bush (2000) fueron elegidos sin ganar el voto popular.
  • Desigualdad en el acceso al voto: En las últimas décadas, se han implementado leyes estatales para dificultar el registro y emisión del voto, especialmente en comunidades afroamericanas, latinas y de bajos recursos. “Estas restricciones son el nuevo Jim Crow”, ha dicho Stacey Abrams, política y activista de derechos civiles.
  • Supresión del voto y gerrymandering: La manipulación de distritos electorales ha sido otra estrategia utilizada por partidos políticos para consolidar su poder.

¿El electorado más polarizado de la historia?

Aunque siempre ha habido roces entre demócratas y republicanos, en los últimos años la polarización ha alcanzado niveles históricamente alarmantes. El Pew Research Center ha documentado que más del 80% de los votantes ven al partido contrario como una amenaza para el país. Esta intensa división ideológica se traduce en elecciones donde el consenso es casi imposible, e incluso se pone en duda la legitimidad del proceso.

En las elecciones presidenciales de 2020, por ejemplo, Donald Trump se negó a reconocer su derrota, impulsando teorías de fraude electoral que culminaron en el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 —un hecho sin precedentes en la historia democrática del país.

La participación: ¿un deber cívico en retroceso?

Estados Unidos sigue teniendo una participación electoral baja comparada con otras democracias desarrolladas. En las elecciones presidenciales de 2020, votó el 66.8% del electorado, la mayor participación desde 1900, pero aún inferior a países como Suecia (82.6%) o Bélgica (87.2%).

Las razones son múltiples:

  • Complejidad del registro de votantes y ausencia de registro automático.
  • Gran número de elecciones locales, lo que causa confusión y desinterés.
  • Cansancio político y desconfianza en las instituciones.

“En lugar de facilitar la participación, demasiadas veces el sistema está diseñado para desincentivarla”, afirma Larry Sabato, politólogo de la Universidad de Virginia.

El día de las elecciones: un esfuerzo logístico titánico

Con más de 168 millones de votantes registrados, las elecciones estadounidenses implican una infraestructura monumental:

  • Más de 230,000 centros de votación abren sus puertas.
  • Cientos de miles de voluntarios y trabajadores electorales supervisan el proceso.
  • Se utilizan múltiples métodos de votación: voto en persona, anticipado, por correo y, en algunos estados, en línea o carpas temporales.

Además, Estados Unidos tiene la mezcla poco común de tener elecciones gestionadas a nivel estatal y local, no centralizadas, lo que produce marcadas diferencias entre estados en plazos, papeletas y horarios. Esto supone tanto una riqueza del federalismo como un campo fértil para el caos.

La influencia global de las elecciones estadounidenses

Lo que ocurre el día de las elecciones en Estados Unidos no queda solo en sus fronteras. Como la nación con la economía más poderosa del mundo y un actor central en geopolítica, sus resultados electorales impactan en todo el planeta.

Desde tratados comerciales como el USMCA hasta acuerdos internacionales sobre cambio climático (Acuerdo de París), políticas migratorias, financiamiento a la OTAN o relaciones con China y Rusia, cada giro político en Washington resuena en el mundo.

Por ello, cuando el electorado estadounidense se pronuncia, las bolsas de valores marcan tendencias, los gobiernos extranjeros ajustan sus agendas y los ciudadanos globales, más allá de poder votar, también tienen algo que perder o ganar.

¿Es tiempo de reformar la democracia estadounidense?

Numerosas voces piden una modernización del sistema electoral. Algunas propuestas incluyen:

  • Abolir el Colegio Electoral: Según encuestas de Gallup, alrededor del 61% de los estadounidenses apoyan decidir al presidente por voto directo plurinacional.
  • Día de elecciones como feriado federal: Para facilitar la participación, muchos abogan por declarar el día de elecciones como día libre nacional, lo que permitiría ir a votar sin afectar ingresos laborales.
  • Registro automático de votantes: Medidas como las implementadas en Oregón han demostrado aumentos notables en la participación.

Incluso algunos sectores conservadores reconocen que el sistema necesita cambios. La politóloga Anne Applebaum apunta que “una democracia necesita legitimidad interna, porque si no la tiene, no puede defenderse del autoritarismo externo”.

El futuro de la democracia estadounidense: más allá de las urnas

Las elecciones no son el fin del proceso democrático, sino su inicio. La legitimación de resultados, la aceptación de las derrotas y la disposición institucional de servir al equilibrio de poderes son señales vitales de la salud de una república.

Estados Unidos vive un momento de fragmentación y desafío a los cimientos del pacto democrático. Frente a ello, su ciudadanía tiene una elección más profunda que la de marcas partidarias: elegir creer en la democracia, fortalecerla desde abajo, y renovar el significado del voto como herramienta de transformación.

En palabras del activista y congresista John Lewis: “El voto es la herramienta no violenta más poderosa que tenemos en una sociedad democrática. Úsenlo”.

¿Qué esperar en 2026?

De cara a las próximas elecciones legislativas y presidenciales, tanto republicanos como demócratas se preparan para una batalla feroz, no solo por el poder, sino por el relato del alma nacional. Mientras tanto, el mundo observa, sabiendo que lo que está en juego no es simplemente un mandato, sino el modelo democrático mismo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press