Tráfico humano digital: el oscuro negocio que llevó a jóvenes marroquíes al infierno en Myanmar

Una condena histórica en Marruecos pone bajo la lupa una nueva forma de esclavitud moderna vinculada a fraudes digitales en Asia

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Una trampa digital con apariencia de oportunidad

Cuando Youssef Amzouz respondió a un anuncio en Facebook ofreciendo un prometedor trabajo en un centro de llamadas en Tailandia, pensó que era el inicio de una nueva vida. Lejos de eso, acabó viviendo una pesadilla: fue trasladado a Myanmar y forzado a trabajar en un centro de estafa digital a más de 14,900 kilómetros de su país natal, Marruecos.

Este caso ha destapado una alarmante realidad que afecta a miles de jóvenes en África y Asia: el tráfico humano digital. Bajo promesas de empleo digital y buenos ingresos, muchos son trasladados a lugares remotos donde son explotados en “centros de estafa” organizados por mafias altamente estructuradas que operan impunemente desde países como Myanmar, Laos y Camboya.

El juicio histórico en Casablanca

El tribunal de Casablanca dictó sentencia el pasado martes contra Nabil Moafik, un ciudadano marroquí acusado de tráfico humano por haber reclutado, de forma indirecta, a jóvenes que terminaron en dichas redes de explotación en Asia. La condena: cinco años de prisión y una multa equivalente a más de $107,000 dólares.

Moafik declaró durante el juicio que “solo era un intermediario de empleo” en Facebook y negó conocer el destino final de los jóvenes, alegando que cobraba entre $21 y $107 por cada candidato que conseguía. Sin embargo, los fiscales lo señalaron como elemento esencial del crimen de tráfico humano.

Las víctimas presentes en la sala relataron horribles condiciones: torturas, amenazas y trabajos forzados. En varios casos, los familiares pagaron rescates a través de criptomonedas para liberar a sus seres queridos.

Los "centros de estafa": esclavitud 2.0

Los llamados scam centers funcionan como verdaderas fábricas del crimen digital. Operan desde remotos lugares en Myanmar, controlados por grupos criminales que utilizan a cientos —si no miles— de extranjeros secuestrados para ejecutar estafas de phishing, robo de identidad, fraudes románticos y esquemas piramidales.

La Organización Internacional para las Migraciones, dependencia de Naciones Unidas, estima que en toda Asia hay al menos 120,000 personas atrapadas en estos centros. Muchos de ellos llegaron detrás de promesas falsas como las que capturaron a los marroquíes en el caso más reciente.

Una investigación de South China Morning Post mostró que varias de estas instalaciones están asociadas con grupos del crimen organizado chino y funcionan en zonas donde el control gubernamental es débil o inexistente.

Marruecos, en la encrucijada

El caso Moafik ha sido el primero en Marruecos en llegar a sentencia por tráfico con relación a estos centros, pero no será el último. Fuentes judiciales aseguran que hay al menos cinco casos similares en otras ciudades marroquíes, en los que se investigan redes de reclutadores —algunos inconscientes del daño, otros directamente cómplices.

En enero, medios como Hespress reportaron que 34 ciudadanos marroquíes habían sido rescatados de centros de tortura digital en Myanmar gracias a gestiones diplomáticas. “Nos golpeaban con cables eléctricos si cometíamos errores en los chats”, relató uno de ellos bajo condición de anonimato.

El Ministerio de Asuntos Exteriores marroquí no ha revelado cifra total de nacionales afectados, pero abogados especializados estiman que podrían ser más de 100 personas solo en 2023.

Un fenómeno global, una acción tímida

Este nuevo rostro del tráfico humano ha generado alarma internacional. El Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) recomendó a todos los países incluir mecanismos específicos para detectar fraudes laborales internacionales vinculados a crimen organizado transnacional y endurecer el control sobre el uso de las criptomonedas como medio de extorsión.

Australia y Taiwán han emitido alertas de viaje hacia zonas del Sudeste Asiático donde se producen estos abusos. La Unión Europea y Estados Unidos han comenzado a financiar campañas de prevención en redes sociales para alertar a posibles víctimas de los signos de reclutamiento fraudulento.

Sin embargo, pocos países han avanzado tanto como Marruecos en términos judiciales. Castigar con cárcel a un reclutador local marca un precedente legal inédito en África y abre la puerta a una nueva interpretación del tráfico humano digital fuera del patrón de prostitución y trabajo esclavo tradicional.

La difusa línea entre víctima y cómplice

Una de las complejidades legales más debatidas actualmente es la del rol del "intermediario". Muchos de ellos, como Moafik, aseguran haber sido simplemente mediadores de ofertas laborales y desconocer que detrás de las mismas se ocultaban redes criminales.

“Pero la ignorancia no exonera la responsabilidad penal cuando se trata de tráfico humano”, explicó Fatim Zahra El Amrani, abogada del Colegio de Casablanca especializada en derechos humanos. “Hay elementos que deben alertar al reclutador: la falta de claridad en las condiciones laborales, el uso de criptomonedas, los documentos opacos o los perfiles falsos”.

Pero no todos son inocentes. Algunos intermediarios son conscientes y actúan por codicia. El informe Trafficking in Persons Report, del Departamento de Estado de Estados Unidos (2023), describió varios casos donde reclutadores recibían bonificaciones por captación de víctimas y hasta percibían un porcentaje de los ingresos obtenidos del fraude digital en Asia.

El papel de las redes sociales

Otro gran responsable señalado por ONGs coincide en una plataforma: Facebook. La mayoría de las captaciones comienzan allí, en grupos cerrados donde se comparten consejos para emigrar o encontrar empleo en Asia o Turquía. “Es un terreno fértil para la desinformación y los estafadores”, dijo Samira Alami, experta en ciberseguridad de la Universidad Hassan II.

Facebook ha sido criticado por no moderar estos grupos con seriedad, pese a múltiples alertas de ONG como Freedom Fund y Anti-Slavery International. Aunque la empresa ha prometido mejorar sus algoritmos de detección de trata, los resultados aún son modestos frente a la velocidad con la que mutan estas redes.

¿Qué sigue para las víctimas?

Las víctimas rescatadas en Marruecos enfrentan una difícil reintegración. Muchos regresan con traumas, han perdido años de su vida y desconfían de cualquier nueva oferta laboral. ONG locales e internacionales han abierto programas de reintegración que incluyen terapia psicológica, becas de capacitación, y ayuda para crear microempresas.

“El principal enemigo ahora es el silencio”, dice Khadija Amellal, directora del Centro de Derechos Migratorios en Rabat. “Si no se habla de esto, el problema solo crecerá. Hay nuevas generaciones listas para caer en la misma trampa si no actuamos con rapidez.”

En una era donde el trabajo remoto y el reclutamiento online multiplican las oportunidades, también aparecen nuevos riesgos. El caso de Marruecos no solo revela el lado oscuro de la globalización digital, sino también muestra que la justicia sí puede alcanzar a quienes lucran con la esperanza ajena.

Si deseas ayudar o recibir información

  • Consulta organizaciones como Freedom Fund y OIM para saber más sobre programas de ayuda a víctimas de trata.
  • Denuncia anuncios sospechosos en redes sociales.
  • Si buscas empleo en el extranjero, verifica siempre la existencia legal de la empresa y consulta con consulados o embajadas.

Este artículo forma parte de una serie sobre los nuevos desafíos de los derechos humanos en la era digital.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press