Vacunas contra la COVID-19 en EE.UU.: ¿resignación o confusión generalizada?
El lento inicio de la temporada de vacunación, una recomendación polémica y el desplome en ventas de Pfizer revelan una crisis de confianza en las vacunas
Un cambio drástico en el mensaje oficial
Durante años, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) instaban a todos los ciudadanos mayores de seis meses a recibir un refuerzo anual contra la COVID-19. La idea era mantener actualizada la protección frente a las nuevas variantes del SARS-CoV-2. Sin embargo, todo cambió este otoño.
En septiembre, los CDC dejaron de recomendar las vacunas de forma universal. En su lugar, trasladaron la decisión a los propios individuos, basándose en una nueva orientación impulsada por asesores seleccionados por el Secretario de Salud estadounidense, Robert F. Kennedy Jr., un personaje polémico que ha cuestionado públicamente la seguridad de las vacunas. Esta decisión ha generado confusión y desconfianza, lo cual podría tener profundas consecuencias tanto para la salud pública como para los ingresos financieros de los grandes actores de la industria farmacéutica.
Ventas en caída libre: el caso Pfizer
Pfizer reportó que sus ingresos por la vacuna Comirnaty en EE.UU. —la marca comercial de su vacuna contra la COVID-19— cayeron un 25% en el tercer trimestre de 2025, alcanzando solo $870 millones comparado con los 1.160 millones de dólares del mismo periodo en 2024.
La compañía atribuye esta caída tanto al retraso en la aprobación de las versiones actualizadas del suero (que llegaron a las farmacias varias semanas más tarde de lo previsto) como a las nuevas políticas que limitan las recomendaciones federales.
Con más de 693 millones de dosis de vacunas COVID-19 administradas en Estados Unidos desde el inicio de la pandemia (CDC, 2025), este cambio representa un punto de inflexión en la estrategia de salud pública.
Moderna también sufre
Pfizer no es el único gigante farmacéutico afectado. Se espera que Moderna experimente una reducción de hasta el 50% en las ventas de su vacuna Spikevax en el mismo trimestre, según estimaciones de FactSet. Ambos laboratorios habían incrementado su producción anticipando una demanda similar a la del año anterior, lo cual ha agravado el impacto financiero.
Vacunación estacional en picada
Tradicionalmente, el otoño representa un momento clave para la vacunación en EE.UU., no solo contra la COVID-19, sino también contra la influenza y otros virus respiratorios. Pero este año, la demanda es considerablemente menor.
El Dr. Amesh Adalja, investigador senior del Centro de Seguridad Sanitaria de la Universidad Johns Hopkins, declaró que "las tasas de vacunación ya eran subóptimas incluso entre poblaciones de alto riesgo", y anticipa una caída aún más pronunciada durante esta temporada. "Es una tormenta perfecta de escepticismo, mensajes contradictorios y fatiga pandémica", afirmó.
Farmacias en el epicentro del caos
Otro factor que ha contribuido a la confusión es la logística en farmacias y clínicas. En septiembre, muchos establecimientos comenzaron a pedir recetas médicas para aplicar la vacuna, o solicitaban información para verificar condiciones médicas subyacentes. Esto creó una barrera adicional para muchas personas, especialmente aquellas con acceso limitado al sistema de salud.
Theresa Tolle, propietaria de Bay Street Pharmacy en Sebastian, Florida, señaló que muchos clientes están confundidos: "He tenido gente que me dice que tiene miedo de vacunarse, cuando ya se había vacunado múltiples veces en años anteriores". Añadió que el nivel de desinformación y desconfianza hoy es mayor al de los primeros momentos de la pandemia.
¿Cobertura asegurada o incertidumbre económica?
El cambio en las recomendaciones también desató incertidumbre en cuanto a la cobertura por parte de seguros médicos. La organización America’s Health Insurance Plans aclaró que sus miembros seguirán cubriendo las dosis. CVS Health incluso comunicó públicamente que no solicitarán receta médica en sus farmacias y clínicas, intentando mitigar el impacto.
Antivacunas al frente de la política sanitaria
Robert F. Kennedy Jr., ahora Secretario de Salud, es una de las figuras más conocidas dentro del movimiento antivacunas. Aunque en alguna ocasión manifestó apoyar la vacunación con "seguridad y transparencia", no ha ocultado su escepticismo profundo sobre la eficacia y necesidad de múltiples vacunas, incluida la del SARS-CoV-2.
Su influencia es cada vez más notoria dentro de las instituciones sanitarias. Desde que fue nombrado a comienzos de 2025, expertos en salud pública temen que sus posturas estén debilitando décadas de avances científicos. Su posición respecto a las vacunas para niños sanos y mujeres embarazadas (ya no recomendadas oficialmente para ellos) ha encendido alarmas entre pediatras y obstetras.
Fatiga pandémica y desinformación
Los mensajes contradictorios han facilitado la expansión de narrativas conspirativas y pseudocientíficas. Esto coincide con la proliferación de figuras mediáticas y usuarios en redes sociales que promueven abiertamente el "rechazo racional" a las vacunas. Este rechazo, alimentado durante los últimos años con teorías infundadas, ha penetrado incluso en sectores tradicionalmente más proclives a la vacunación.
Según una encuesta de KFF COVID-19 Vaccine Monitor publicada en septiembre de 2025, solo el 42% de los adultos estadounidenses planea vacunarse este otoño. Entre adultos mayores de 65 años, un grupo considerado de alto riesgo, la intención baja a 58%, una caída significativa frente al 85% registrado en 2021.
¿Qué futuro le espera a la vacunación?
La situación actual plantea preguntas difíciles para el sistema de salud pública de EE.UU.:
- ¿Debe el Estado intervenir de forma más clara para evitar una catástrofe de salud invernal?
- ¿Qué papel juega la confianza en las instituciones científicas y cómo se puede restaurar?
- ¿Seguiremos viendo una politización de la ciencia médica en un contexto electoral cada vez más polarizado?
Mientras tanto, los casos de COVID-19 continúan apareciendo, y aunque las tasas de mortalidad han disminuido significativamente gracias a las vacunas administradas en los primeros años de la pandemia, nuevas variantes podrían volver a traer desafíos significativos.
El negocio de las vacunas tambalea
Tras registrar ganancias colosales en 2021 y 2022, Pfizer y Moderna enfrentan ahora el desafío de rediseñar su modelo de negocios en un contexto de demanda menguante y escepticismo creciente. El desplome en las ventas podría forzar a ambas compañías a recortar personal o frenar nuevas inversiones en investigación de vacunas adaptadas para futuras variantes del virus.
Según el informe financiero trimestral presentado a Wall Street, Pfizer espera cerrar el 2025 con un volumen neto de ventas de vacunas COVID de apenas $3.000 millones, una drástica caída en comparación con los $36.800 millones reportados en 2021.
La ciencia sigue siendo nuestra mejor aliada
A pesar de toda la turbulencia, estudios recientes siguen demostrando el beneficio de vacunarse. Una investigación publicada en The Lancet concluyó que las vacunas bivalentes reducen significativamente el riesgo de hospitalización en adultos mayores y pacientes con comorbilidades, incluso frente a variantes recientes como XBB.1.5. Además, un estudio llevado a cabo en el MD Anderson Cancer Center en Texas muestra que las vacunas podrían ayudar a potenciar ciertos tratamientos inmunológicos contra tumores, especialmente en pacientes con cierta carga viral crónica.
Mientras la política y la desinformación nublan el panorama, la evidencia científica se mantiene firme: vacunarse sigue siendo una de las herramientas más efectivas que tenemos frente al COVID-19 y sus consecuencias más graves.
