“Predator: Badlands” y la reinvención alienígena: un ‘bromance’ espacial que rompe esquemas
Elle Fanning y Dimitrius Schuster-Koloamatangi brillan en una original entrega que redefine a los cazadores más letales del cine
Una franquicia con más vidas que un gato xenomorfo
Desde que Arnold Schwarzenegger se enfrentó por primera vez a la criatura camaleónica con visión térmica en la selva de “Predator” (1987), esta franquicia se ha multiplicado y transformado sin miedo por más de tres décadas. Algunas entregas con resultados dispares y otras con ambición refrescante. Con “Predator: Badlands”, Dan Trachtenberg retoma el mando creativo después del celebrado debut de “Prey” (2022), llevando a los Yautja a un nuevo planeta, en un futuro distante... y con un estilo de película que pocos esperaban: la buddy comedy espacial.
¿Un depredador con mochila? Sí, pero no cualquier mochila
Elle Fanning interpreta a Thia, un androide cuya mitad superior se encuentra literalmente atada como mochila viviente al joven cazador Predator Dek, encarnado por Dimitrius Schuster-Koloamatangi. La referencia directa a C-3PO colgado del lomo de Chewbacca en “El Imperio Contraataca” no es accidental.
Como explicó Trachtenberg: “La verdadera inspiración física vino de C-3PO y Chewbacca. Pero quería invertir la dinámica emocional. Aquí no hay un wookie cariñoso, sino un Predator que apenas sabe cómo gestionar su misión y lo que significa tener emociones.”
Y es esta inusual convivencia simbiótica lo que da vida a una película que, además de alienígenas y monstruos, habla de conexión, humanidad e incluso redención.
Del barro a la emoción: un rodaje extremo en Nueva Zelanda
Más que un dúo actoral, Fanning y Schuster-Koloamatangi se convirtieron en una pareja sincronizada. Literalmente. Durante mucho del rodaje, Fanning tuvo que simular ser una IA sin piernas montada en la espalda de Dek, recorriendo terrenos volcánicos, fangosos y húmedos del set neozelandés.
“Había escenas donde él me arrastraba en carretilla a través del lodo, otras donde caminábamos sincronizados como si estuviéramos haciendo danza acrobática inversa,” cuenta Fanning riendo. “Izquierda, derecha, izquierda... era como un juego de co-dependencia mecánica.”
Dek y Thia: cuando el ‘bromance’ es interestelar
En la tradición de filmes como “The Defiant Ones” (1958), donde dos personajes opuestos (Sidney Poitier y Tony Curtis) son forzados a trabajar en conjunto, “Predator: Badlands” aporta un giro inédito al conformar un vínculo entre una IA sarcástica y un adolescente Predator. Un cazador que, por primera vez en la franquicia, tiene dimensiones emocionales.
Thia es más que una máquina: es una entidad que cuestiona, enseña y, en cierto modo, también es cazadora, pero de significado y memoria. Dek, por su parte, busca probarse en una cacería imposible contra un megamonstruo biotecnológico que hace ver al Xenomorfo de “Alien” como una mascota doméstica.
Una fauna narrativa provocadora
Trachtenberg ya había demostrado su capacidad de renovar la fórmula con “Prey”, ambientada en 1719 y protagonizada por Naru, una joven comanche. Con “Predator: Badlands”, va aún más allá: la historia se desarrolla en un planeta desconocido repleto de fauna hostil, con un diseño visual que recuerda a productos animados de ciencia ficción como “Love, Death + Robots”. No es gratuito: Trachtenberg codirigió “Predator: Killer of Killers,” una pieza animada ambientada en épocas tan diversas como el Japón feudal o la II Guerra Mundial. Su visión es una expansión geotemporal del universo yautja.
Una película que desafía la estructura de la saga
Uno de los impulsos detrás de la cinta fue un pensamiento que el director compartió en la Comic-Con: “El Predator nunca gana. ¿Qué pasaría si intentamos verlo fracasar emocionalmente, sin hacer un slasher?”
Así, ‘Badlands’ no se organiza sólo en torno a sangre e invisibilidad térmica. Trae consigo temas mayores: empoderamiento, duelo, desarrollo de identidad artificial y evolución ética del monstruo. A través de esa compleja mochila simbiólica, Dek y Thia se descubren mutuamente como espejos rotos.
Una androida robacorazones
Fanning interpreta a varios modelos de Thia, con distintos niveles de programación y conciencia. Una idea puesta en marcha con un solo actor interpretando identidades múltiples, un homenaje inesperado a Tatiana Maslany en “Orphan Black.”
Críticos como Owen Gleiberman de Variety han escrito: “Fanning da la mejor actuación de su carrera interpretando algo que no debería poder sentir, pero lo siente todo.”
El gigante inesperado
El neozelandés Schuster-Koloamatangi causó sensación en el set. Mide más de 2,15 metros y fue reclutado localmente. Es prácticamente novato, pero su Dek no sólo tiene fuerza física, sino una sutilidad emocional que genera sorpresa.
“Lo primero que notamos fue su presencia física. Pero lo que no esperábamos era la gama emocional que traía. Tiene fragilidad bajo la máscara,” explicó el director.
Un hito técnico y emocional en la saga
La manera en la que se rodó la película también representa ruptura estilística. Dado que los protagonistas casi siempre están “conectados”, se usaron técnicas mecánicas avanzadas, trajes adaptados, poleas y coordinación acrobática para evitar que el ‘backpack drama’ se volviera inverosímil.
“Estábamos construyendo una especie de coreografía a dos cuerpos que tenía que sentirse como unidad,” añadió Fanning.
Datos curiosos para fans dedicados
- El título de trabajo original fue “Backpack”.
- Solo tres actores son acreditados en toda la película, un récord dentro de la saga, solo comparable con “Predator: Prey.”
- Dek, como personaje, es el único miembro joven de su especie que protagoniza una entrega completa.
- Fanning estuvo colgada a su compañero casi 9 horas al día durante el rodaje.
- El megamonstruo antagonista fue diseñado a partir de referencias cruzadas entre insectos himenópteros, tanques rusos y estructuras óseas extensibles.
¿La mejor entrega desde la original?
Para muchos espectadores y críticos, “Predator: Badlands” ya se ubica como una de las mejores entregas, junto con “Prey” y el clásico de los 80. Trachtenberg ha logrado lo que parecía imposible: revitalizar una franquicia que había perdido rumbo con secuelas sin alma (sí, te estamos mirando, “The Predator” de 2018).
Más que una caza, esta vez hay conexión. Más que músculos, hay emociones. Y eso, en el universo del Predator, es una revolución en toda regla.
