¿De quién eran realmente las joyas robadas del Louvre? El oscuro brillo del saqueo colonial

El mayor robo al museo más famoso del mundo reabre un viejo y urgente debate: ¿pueden considerarse francesas unas joyas engarzadas con piedras extraídas del colonialismo?

París, capital del arte y la luz, también guarda secretos oscuros entre los destellos de sus vitrinas. A raíz del audaz robo de joyas reales del Louvre en octubre de 2025, una pregunta incómoda resurge con fuerza: ¿pueden llamarse francesas unas joyas cuyas piedras preciosas fueron arrancadas de las entrañas del Siglo Imperial?

Un robo que trasciende lo criminal

El 19 de octubre, ladrones ingresaron al Louvre —más específicamente, a la Galería de Apolo— y se llevaron un botín que incluiría tiaras, collares y broches pertenecientes a figuras como la reina Marie-Amélie o la emperatriz Eugénie. Aunque los objetos fueron forjados por hábiles orfebres parisinos del siglo XIX, los materiales que los componen —diamantes, perlas, esmeraldas y zafiros— reflejan rutas más oscuras: el comercio colonial y la explotación global.

Desde el momento del robo, expertos en arte y criminología del patrimonio cultural trazaron líneas históricas sobre el origen de las piedras preciosas robadas: zafiros de Ceilán (Sri Lanka), diamantes de India y Brasil, perlas del Golfo Pérsico y del océano Índico, esmeraldas colombianas. Todos estos elementos confluyeron en París gracias a las redes del imperio francés, pero también bajo condiciones de dudosa legalidad ética.

La falsa neutralidad de los museos

Emiline C.H. Smith, criminóloga de la Universidad de Glasgow, lo plantea sin rodeos: “Muchos objetos están enredados en historias violentas, explotadoras y coloniales. La falta de claridad sobre sus orígenes no es accidental”.

Y es que el catálogo del Louvre, al describir por ejemplo la diadema robada de Marie-Amélie, menciona la procedencia de los zafiros como “Ceilán, en estado natural y sin tratar”, pero no ofrece detalles sobre las condiciones en las que fueron extraídos, transportados o comercializados.

Esta opacidad no es exclusiva del Louvre. Muchos museos occidentales evitan ofrecer explicaciones completas sobre cómo llegaron a sus vitrinas determinadas piezas, en una estrategia que privilegia el relato de la magnificencia estética sobre el trauma histórico.

¿Joyas “hechas en Francia”? Sí, pero con materias primas colonizadas

Pascal Blanchard, historiador especializado en el pasado colonial francés, lo resume de manera reveladora: “Fueron fabricadas en Francia, sí. Pero los materiales en muchos casos eran producto de relaciones coloniales. Bajo condiciones supuestamente legales... configuradas por un sistema imperial que drenaba riquezas de Asia, África y América del Sur”.

Por eso, mientras los medios franceses claman por la pérdida de un componente invaluable del patrimonio nacional, los críticos subrayan que debería acompañarse de una reflexión paralela: el hecho de que muchas de esas piedras llegaron por vías ligadas a un contexto de opresión.

Y no se trata solo de la procedencia: también está en cuestión el concepto de “legalidad” en tiempos de imperio. ¿Se puede considerar un acto éticamente aceptable un comercio efectuado durante una ocupación imperial o un proceso de explotación masiva? Para muchos académicos y activistas, la respuesta es no.

Koh-i-Noor, el espejo británico

El caso francés no es único. En Reino Unido, la piedra más célebre del Tesoro Real, el diamante Koh-i-Noor, también enfrenta controversias. Extraído de la India, este diamante de 106 quilates forma hoy parte de la corona de la Reina Madre, lo que India denuncia como un símbolo del expolio colonial.

Una demanda ante el Tribunal Supremo de India buscaba su devolución, pero fue rechazada por cuestiones jurisdiccionales. Sin embargo, el debate —político, moral y diplomático— sigue vivo. Y, al igual que el caso del Louvre, la cuestión clave es el poder de decisión en contextos de dominio imperial.

Restitución: una promesa que se queda corta

Francia ha dado pasos, aunque tímidos, hacia la restitución. Bajo el mandato de Emmanuel Macron, una ley permitió devolver 26 tesoros reales a Benín y ciertos objetos a Senegal. Madagascar recuperó la corona de la reina Ranavalona III. Pero estas devoluciones siguen siendo excepciones, no la norma.

¿Por qué? Porque el marco jurídico francés impide remover objetos de colecciones estatales sin una ley específica aprobada por el Parlamento. Además, los museos evitan solicitudes de restitución mediante demandas de pruebas legales casi imposibles.

Jean-Luc Martínez, exdirector del Louvre, mantuvo una definición estricta sobre qué se considera “expoliado”, enfriando así muchas posibles devoluciones. El Louvre, consultado recientemente acerca del robo y la procedencia de las joyas, no ofreció comentarios.

Exigir transparencia no es vandalismo, es justicia

En palabras de Erin L. Thompson, académica neoyorquina especializada en crímenes artísticos: “Mostrar estas joyas sin hablar de su contexto social e histórico es engañoso”. Una aproximación decolonial implicaría algo más que etiquetas: es integrar los relatos de los países de origen en el museo.

Monica Hanna, arqueóloga egipcia, lo vio con ironía: “Es irónico cómo el robo generó un clamor de justicia, cuando muchas de esas joyas vienen de injusticias históricas”. Ella asegura que el caso del Louvre alimentará más presión hacia los museos occidentales que aún se resisten al debate de la restitución.

Jos van Beurden, especialista neerlandés en restituciones, propone una fórmula simple: “Contad la historia completa. Abrid las ventanas. No para ladrones, sino para el aire fresco”.

El Parthenón, la piedra que no deja de hablar

El caso francés se une a una ola global. Grecia insiste en la restitución de los Mármoles del Partenón, mantenidos por el British Museum desde el siglo XIX. Egipto exige el retorno de la Piedra Rosetta y el busto de Nefertiti, alojados en Londres y Berlín, respectivamente.

En cada caso, emergen las mismas preguntas incómodas: ¿Quién tenía el poder para vender? ¿Se puede ser legítimo heredero de una pieza obtenida en condiciones de desigualdad imperial?

Repensar la “propiedad” del arte

  • La UNESCO reconoce que la restitución de bienes culturales es crucial para la reconciliación histórica.
  • Según estimaciones del Foro Económico Mundial, menos del 6% de las piezas africanas saqueadas en la era colonial han sido devueltas.
  • El Museo Quai Branly de París conserva más de 70,000 piezas procedentes de África subsahariana, muchas sin procedencia claramente documentada.

El debate ha dejado de ser marginal. A medida que el público mundial exige más responsabilidad institucional, los museos ya no pueden esconderse tras placas brillantes y vitrinas herméticas.

En el fondo, los museos no deben temer perder sus objetos. Deben temer perder su credibilidad.

El robo de octubre pudo haber sido criminal, sí. Pero también podría iniciar un nuevo capítulo en la confrontación de Europa con los frutos, aún brillantes pero manchados, de su pasado colonial.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press