Bosques o beneficios: el ambicioso plan de Brasil para salvar la Amazonía (y al planeta)

Con el Fondo 'Bosques Tropicales Para Siempre', Lula da Silva propone reescribir las reglas de la economía ambiental financiando la conservación con deuda soberana

Tesoro verde en juego: ¿quién paga por salvar los árboles?

Brasil, hogar del 60% de la selva amazónica, ha lanzado la que podría ser una de las iniciativas ecológicas más importantes de nuestro tiempo: el fondo Tropical Forests Forever Facility, un ambicioso plan financiero que busca revertir los motores económicos que impulsan la deforestación. La lógica es simple pero revolucionaria: pagar a los países para que preserven sus bosques en lugar de devastarlos.

En la reciente cumbre climática de la ONU, celebrada en los márgenes del Amazonas en Belém, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva presentó este proyecto como el buque insignia de su gobierno en materia ambiental. El fondo no se basará en donaciones, sino en deuda soberana con intereses, convirtiendo la causa medioambiental en una inversión atractiva para gobiernos e inversores. Se estima que el fondo pueda emitir hasta $25 mil millones de deuda inicialmente, apalancando fondos que podrían superar los $125 mil millones.

¿Cómo funcionará el mecanismo?

En lugar de brindar pagos directos por protección forestal a través de la ya conocida lógica tradicional de donaciones multilaterales, Brasil quiere institucionalizar el valor económico de no talar. Los países que preserven sus bosques y mantengan tasas bajas de deforestación recibirán recursos acordes. Por el contrario, si superan los umbrales establecidos, los pagos se reducirán con penalizaciones por cada hectárea destruida.

Con más de 70 países elegibles para participar —desde Congo hasta Colombia—, el único requisito es mantener la salud de sus selvas. Esto representa una fuerte reconfiguración del vínculo entre riqueza natural y retribución económica. Entre los países que ya han hecho compromisos encontramos:

  • Noruega: $3 mil millones (aunque condicionados a que Brasil consiga otros $9.8 mil millones)
  • Indonesia: $1 mil millones
  • Francia: $500 millones
  • Países Bajos: $5 millones
  • Portugal: $1 millón

Brasil ya ha prometido $1 mil millones en fondos iniciales, y se espera que Alemania haga un anuncio oficial próximamente.

¿Por qué ahora y por qué es urgente?

El momento no es casual. La selva amazónica ha llegado a un punto crítico. Estudios recientes revelan que el 17% de la Amazonía ya ha sido destruida y si el 20-25% desaparece, podría alcanzar un “punto de no retorno” donde el ecosistema colapsa, dejando de producir humedad necesaria para sostener la selva misma (NASA).

Lula da Silva quiere revertir el legado reciente de Jair Bolsonaro, cuyo mandato estuvo marcado por récords de deforestación. Desde que Lula volvió al poder en enero de 2023, ha prometido eliminar la deforestación ilegal para 2030. Según datos del INPE (Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais), desde su asunción, la deforestación en áreas protegidas ha caído más de un 60% respecto al año anterior.

Una retribución histórica para los pueblos indígenas

Uno de los aspectos más innovadores del fondo de Brasil es que el 20% del dinero irá directamente a pueblos indígenas y comunidades locales.

Como señaló Wanjira Mathai, directora para África y asociaciones globales en el World Resources Institute:

“Estas iniciativas demuestran un cambio masivo y bienvenido en el reconocimiento del rol central que tienen los pueblos indígenas, afrodescendientes y comunidades locales en proteger los bosques que nos sostienen a todos”.

Con una alineación entre derechos ancestrales y sostenibilidad ambiental, Brasil apunta a darle un giro justo y equitativo a la conservación.

Finanzas verdes: ¿puede el capitalismo salvar los árboles?

Este modelo introduce una dimensión financiera única. En vez de acuerdos voluntarios con países donantes, se usarán instrumentos financieros asegurados con activos de tasa fija. Una vez que el fondo alcance al menos $10 mil millones de respaldo, se emitirá el banco verde oficial para canalizar estos recursos.

El mensaje es claro: los mercados financieros deben ver a los bosques como activos vitales. El ministro de Finanzas de Brasil, Fernando Haddad, expresó con entusiasmo:

“Yo ya estaba muy emocionado con esto, pero ahora aún más”.

Mientras tanto, inversores internacionales observan esta propuesta con entusiasmo prudente. El ministro noruego de Clima, Andreas Bjelland Eriksen, comentó al respecto:

“Tal vez hay un riesgo al participar, pero el riesgo aún mayor es quedarse fuera. Los bosques tropicales están desapareciendo ante nuestros ojos”.

¿Y el sector privado?

Uno de los desafíos más grandes será atraer inversionistas privados. Según estimaciones del Ministerio de Finanzas, una vez superada la barrera de los $10 mil millones iniciales, se podrá empezar una fase más robusta de emisión de bonos. Compañías interesadas en certificar su compromiso con la sostenibilidad —desde marcas alimentarias hasta tecnológicas— podrían acceder a estos instrumentos como parte de sus metas ESG (Environmental, Social and Governance).

¿Puede cambiar el curso del cambio climático?

La Amazonía absorbe entre 5% y 10% de todas las emisiones globales de carbono, según estimaciones del Global Carbon Project. Si este pulmón verde colapsa, el mundo perdería una de sus herramientas naturales más poderosas contra el calentamiento global. La apuesta brasileña no es solo una declaración política, es una estrategia de supervivencia planetaria.

El fondo ha sido recibido con optimismo por parte de organizaciones internacionales como la Banco Mundial y la Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), pero aún persisten dudas sobre la capacidad de los gobiernos para sostener estos compromisos durante futuras recesiones económicas o cambios de liderazgo.

¿Y si falla?

El gran temor es que se repita lo que pasó con proyectos REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación), que aunque bien intencionados, muchas veces no lograron tener mecanismos de verificación ni impacto a largo plazo.

La diferencia aquí es que Brasil quiere institucionalizar el fondo como un mecanismo financiero autónomo, no como una campaña de recaudación temporal. Lula apuesta por una estructura que puede sobrevivir cambios de gobierno, que no dependa solo de convenios bilaterales, y que combine desarrollo soberano y justicia climática.

Implicaciones geopolíticas

Este proyecto ya está generando nuevos alineamientos internacionales. Mientras Estados Unidos mantiene una posición observadora, la Unión Europea y varios países del Sudeste Asiático ya se han declarado favorables. Además, países como Congo y Papúa Nueva Guinea han mostrado interés en replicar el modelo.

Todo esto se enmarca en una carrera por conseguir financiación climática que supere los $100 mil millones anuales prometidos por países desarrollados en el Acuerdo de París. Hasta la fecha, esa meta nunca se ha cumplido totalmente. El fondo que propone Brasil podría ser el primer puente real hacia esa promesa.

Una oportunidad única

Brasil se juega su imagen internacional, pero también redefine las reglas del juego para la conservación global. Si este modelo funciona, no solo se salvarán millones de hectáreas de selva, también se establecerá una nueva forma de valorar la naturaleza mediante financiamiento estructural.

Como dijo el ecologista brasileño Marcio Astrini:

“Salvar la Amazonía ahora es como apagar un incendio antes de que cruce la frontera: es más barato, más eficaz y nos protege a todos”.

Y si funciona, el mundo le deberá a Brasil mucho más que una felicitación.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press